En enero se cumplirán 26 años de la trágica muerte de Flavio Lisi en el Aconcagua. El abogado y montañista Carlo Clerici recordó con profunda emoción a su amigo y compañero de aventuras. Clerici hizo un repaso de la vida, la pasión y el legado de Lisi, quien marcó un hito en la historia de la actividad en toda la región. También revivió el fatídico día en el que la montaña le arrebató a un ser querido y a un deportista que dejó una huella imborrable.
Carlo, ¿cómo recordás a Flavio Lisi, a pocos días de que se cumplan 26 años de su trágica muerte en el Aconcagua?
Flavio fue un ser excepcional, tanto como persona como montañista. No solo fue un referente en el montañismo, sino que tenía una humanidad que lo hacía único. Aquella tragedia, cuando perdimos a Flavio, marcó profundamente a todos los que tuvimos la suerte de conocerlo. Lo que sucedió en el Aconcagua fue un golpe muy duro, pero lo que más nos queda es su legado. Flavio nos dejó enseñanzas que aún siguen siendo parte de la vida diaria en nuestra actividad.
¿Cómo era Flavio en las expediciones?
En las montañas, Flavio era un líder natural, pero no uno de esos que impone su liderazgo. Su forma de enseñar era a través del ejemplo. Siempre con humildad, sin necesidad de palabras grandilocuentes. Su estilo era sereno, calculador y, sobre todo, comprometido con el grupo. A veces, parecía que nada lo alteraba, incluso en situaciones de gran tensión. Esa calma, esa capacidad de tomar decisiones acertadas bajo presión, nos enseñó a todos los que compartimos cumbres con él.
Contanos un poco sobre el día de la tragedia
Flavio y yo subimos al Campamento Berlín (el último antes de la cumbre del Aconcagua, a 6.000 msnm). Por entonces, el grupo se había dividido; mientras tres de nuestros compañeros se adelantaron a la cumbre, nosotros ascendimos un día después con la intención de seguir sus pasos. Una desinteligencia logística nos obligó a regresar al Nido de Cóndores, donde nos esperaban Benjamín e Irene. Llegamos alrededor de las 17, algo frustrados por haber tenido que regresar; tanto el ascenso como el descenso los hicimos sin problema. Cenamos temprano y nos quedamos jugando al truco los cuatro, hasta que, cerca de las 20, nos fuimos con Benjamín a nuestra carpa. Flavio compartía la suya con Irene. Recuerdo que fue una noche larga para mí, insomne por la frustración del descenso e inquieto, como si presintiera algo malo.
¿Qué pasó después?
A eso de las 7 de la mañana, oímos unos gritos desesperados de Irene. Corrimos hacia su carpa y lo que encontramos fue dramático: nuestra compañera intentaba despertarlo mientras él permanecía inconsciente en su bolsa de dormir. Nos abalanzamos sobre Flavio, quien tenía todos los síntomas de un edema de pulmón (una enfermedad típica de altura). Mientras realizaba maniobras de RCP asistido por Irene, Benja pedía ayuda a los gritos por el campamento de Nido de Cóndores (5.500 msnm). Apareció un grupo de pampeanos que nos ayudaron a improvisar una camilla y rápidamente se organizaron para la precaria evacuación de nuestro amigo. En casos de edema, lo más aconsejable es un rápido descenso.
Fueron momentos de mucha tensión…
Sí. Emprendimos el descenso con Flavio asegurado a la camilla con cordones y cintas. Éramos unas ocho personas que nos turnábamos para sujetarla por la peligrosa pendiente. Nos caímos un par de veces. En una de ellas, sentí un fuerte tirón en el hombro, cambié de posición para seguir con el otro brazo (resultó en una fractura de húmero). Cuando estábamos a unos 100 m de desnivel de llegar a Plaza de Mulas (4.400 msnm), nos encontramos con la patrulla de rescate a la que habíamos avisado por radio de nuestra emergencia. Uno de los paramédicos revisó a Flavio, y al no encontrarle signos vitales, intentó maniobras de resucitación que fueron en vano. Finalmente, nos dijo que no había más nada que hacer. Eran alrededor de las 9:30 de la mañana. Fue como si la montaña se nos viniera encima y nos aplastara a todos. El vacío que dejó Flavio, esa presencia que ya no estaría más con nosotros en la montaña, fue indescriptible.
¿Qué legado dejó para vos y para la comunidad montañista de Salta?
Flavio nos dejó muchas cosas. Lo más importante es la humanización del montañismo. En él, vimos un montañismo auténtico, sin egos, sin necesidad de reconocimiento. Fue un profesional, pero también un ser humano increíblemente humilde. Nos enseñó a valorar el esfuerzo colectivo, a ser solidarios en la montaña, y a amar profundamente al Club Amigos de la Montaña (CAM). Flavio amaba al CAM, y creo que ese sentido de pertenencia fue uno de sus legados más fuertes. A través de sus cursos, libros y su dedicación, fue un pilar fundamental en la difusión del montañismo en el norte argentino. Fue el primer salteño que conformó la primera expedición íntegramente argentina que logró la cumbre de un "ocho mil" en el Himalaya (Shisha Pangma, 8.012 msnm, en 1993).
Lo recordaste en con un libro, "El Último Ascenso"…
Escribir ese libro fue una forma de rendir homenaje a Flavio, de revivir esos momentos con él y mantener su memoria viva en la comunidad. Es un testimonio de lo que fue su vida, sus logros y, sobre todo, de lo que representaba como ser humano. A través de las palabras, quise hacerle justicia a su legado y transmitir lo que todos los que compartimos la montaña con él sentimos: que su partida no fue solo una tragedia, sino también una lección de vida.
Para concluir, ¿cómo ves al montañismo en Salta hoy en día?
El montañismo en Salta ha crecido muchísimo desde aquellos tiempos. Hoy contamos con más recursos, más formadores y, sobre todo, más jóvenes interesados en esta actividad. El Club Amigos de la Montaña sigue siendo un referente, y sigue transmitiendo los valores que Flavio cultivó. Estoy convencido de que su legado sigue vivo en cada ascenso que hacemos, en cada curso que dictamos y en cada expedición que emprendemos. Flavio está presente en la montaña, y siempre lo estará. Él nos dejó una enseñanza, la de vivir con pasión y humildad. Eso es lo que tenemos que seguir transmitiendo.