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2 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
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Los migrantes como "armas híbridas" y "balas"

Domingo, 10 de noviembre de 2024 01:14
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En un capítulo del ensayo "Los ingenieros del caos" de Giuliano da Empoli, se muestra la mutación de Viktor Orbán de un líder carismático pro-europeo a un antieuropeísta rabioso; de un líder revolucionario que echó a las tropas soviéticas de Hungría siendo "la voz del hambre de libertad del pueblo húngaro" a un dictador iliberal; todo según lógicas de cálculo político oportunistas.

En 2010, Orbán ganó las elecciones con el 57,2% de los votos. Los partidos de centroderecha y de centroizquierda -que habían dominado la escena desde 1989- colapsaron y Hungría se adelantó -en varios años- al escenario que sobrevendría más tarde en otros países del mundo.

En 2015, mientras cuarenta jefes de Estado marchaban junto a François Hollande luego del horror del ataque a la sede editorial del semanario satírico Charlie Hebdo - la mayor manifestación en las calles de París desde la Liberación-, Orbán se mantuvo al margen y declaró: "La inmigración es algo malo para Europa. Lo único que aporta es desorden y peligro para los pueblos europeos. No queremos entre nosotros a ninguna minoría con un patrimonio cultural distinto del nuestro. Queremos que Hungría siga siendo para los húngaros". No le importó que el tema estuviera por completo fuera de la agenda nacional y que tan sólo un 3% de su población le diera alguna entidad al tema. Su olfato político le indicó que ese era el camino y, a la luz de los resultados de las elecciones para el Parlamento Europeo, no se equivocó.

Cuando el frente interno se complicó por escándalos de corrupción y pobres resultados económicos, Orbán decidió que la inmigración era el enemigo que necesitaba resucitar sin importar que, en Hungría, los extranjeros representaran menos del 1,4% de la población. "Lo importante es no dejarse amedrentar por la realidad", enseña da Empoli.

"Armas híbridas"

En el otoño de 2021, los líderes de varios países europeos anunciaron que estaban siendo confrontados por una nueva amenaza de seguridad: la migración convertida en arma. Durante el transcurso de unos pocos meses, Alexander Lukashenko, autócrata bielorruso, atrajo a miles de migrantes y posibles solicitantes de asilo -en general afganos y kurdos de Irak y Siria -; bajo la promesa de darles acceso fácil a la Unión Europea. Fueron trasladados en avión a la capital -Minsk- con visados especiales y luego llevados en micros hasta la frontera occidental de Bielorrusia; donde fueron abandonados en grandes campamentos.

A pesar de que tanto la legislación de la UE como los tratados de las Naciones Unidas garantizan protecciones humanitarias para los solicitantes de asilo, los guardias fronterizos de Letonia, Lituania y Polonia rechazaron a quienes intentaron entrar a sus países utilizando gases lacrimógenos, cañones de agua y balas de goma. Al orquestar una crisis humanitaria televisada en las puertas de la UE, Lukashenko logró incomodar, humillar y sembrar división dentro de la UE por no haberlo reconocido como legítimo ganador de las elecciones presidenciales bielorrusas de 2020.

Esta crisis fabricada marcó el reinicio de una nueva y peligrosa era en la política internacional. Ylva Johansson, la comisaria europea de asuntos internos, dijo que la estrategia de Lukashenko era una forma novedosa de "utilizar seres humanos en un acto de agresión". Gabrielius Landsbergis, ministro de relaciones exteriores lituano, la llamó «un arma híbrida" que pronto podría ser adoptada por otros países.

Dado que las guerras convencionales se han vuelto costosas, se especula con que cada vez más gobiernos puedan intentar convertir a los migrantes y solicitantes de asilo "en balas", como advirtió el politólogo Mark Leonard; en especial en la UE, un destino codiciado rodeado de estados empobrecidos, represivos e inestables.

Migrantes como "balas"

Según la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en la actualidad hay más de 82 millones de personas desplazadas por la fuerza en todo el mundo; una de cada 95 personas en el planeta. Cifra que irá en aumento.

Así, en un momento en el que un número sin precedentes de personas está en movimiento y con el sentimiento antiinmigración en su punto más alto, estos flujos migratorios irregulares plantean enormes desafíos de largo alcance. De allí que algunos políticos, sobre todo de la extrema derecha aseguren que "solo defendiendo las fronteras exteriores de la UE con vallas, muros y una robusta vigilancia policial, el bloque podrá protegerse de futuros actos de depredación".

Por desgracia, las acciones de Lukashenko no fueron originales. Cincuenta años atrás, el embajador de la India ante la ONU, Samar Sen, acusó a Pakistán de un "crimen de agresión de refugiados" después de que más de diez millones de refugiados fueran inducidos a cruzar a la India desde lo que entonces era Pakistán Oriental.

Incluso las técnicas empleadas por Lukashenko fueron anticuadas: al usar agentes de viajes para atraer a los migrantes a Minsk, el líder bielorruso robó una página del manual de Alemania Oriental que, a mediados de la década de 1980, colocó anuncios en todo el Medio Oriente y el sur de Asia prometiendo "vuelos cómodos" a Berlín Oriental y un "tránsito rápido y sin problemas" hacia Occidente como parte de un esquema exitoso para extraer concesiones económicas y políticas de Alemania Occidental.

Tampoco estas tácticas se limitaron a Europa. Estados Unidos ha sido un objetivo frecuente, donde esta táctica fue utilizada contra casi todas las administraciones estadounidenses desde la de Dwight Eisenhower en la década de 1950 hasta la de George W. Bush.

La reciente decisión de Nicaragua de eliminar los requisitos de visado para los cubanos que ingresen a Nicaragua no solo ha creado una valiosa válvula de escape para Cuba, sino que también le ha sumado a Nicaragua argumentos de negociación contra Estados Unidos.

Al explotar las divisiones políticas que existen dentro de los estados atacados, la amenaza o el despliegue real de flujos de migrantes manipulados ha sido durante mucho tiempo un instrumento efectivo de política, por lo que es poco probable que se deje de usar.

La ventaja política de la cuestión identitaria es que refuerza la división "nosotros"-"ellos" mientras que, al mismo tiempo, quiebra la dialéctica "derecha-izquierda". El migrante es un tema que trasciende a la ideología. Es una emoción en estado puro que no permite racionalización alguna.

Hace poco, en otras columnas, comenté que Estados Unidos tiene una "ventaja demográfica" por la cual, mientras que en Europa, Rusia y el Oriente -incluida China- la población envejece y se reduce; en EE.UU. crecerá un 12% de acá a 2048. Lo que omití mencionar -a propósito-, es que ese crecimiento se dará -con exclusividad-, en las comunidades latinas, de color y, sobre todo, en la musulmana. ¿Cómo va a explotar esta realidad un populista xenófobo como Donald Trump, por ejemplo? Ya no se va a tratar más de "hacer frente" a la inmigración mejicana -o a la "población islámica" como en Europa-; sino que se trata del decrecimiento y de la conversión en minoría de la población blanca dominante a manos de las minorías históricas.

El discurso de Geert Wilders -presidente del Partido por la Libertad de los Países Bajos; elegido Primer Ministro de Holanda- puede servir como guía: "He venido a Estados Unidos con una misión. No todo anda bien en el Viejo Mundo. Existe un tremendo peligro acechando. Y es muy difícil ser optimista. Es muy posible que ya estemos transitando las últimas etapas de la Islamización de Europa. Esto no es sólo un peligro claro y actual para el futuro de Europa en sí, sino una amenaza a América y a la supervivencia del mundo Occidental. Estados Unidos es el último bastión de la civilización Occidental, enfrentando a una Europa islámica. (…) En mi país, Holanda, el 60 por ciento de la población ahora considera que la inmigración masiva de musulmanes representa la política más equivocada que se haya instaurado desde la Segunda Guerra Mundial. Y otro 60% de la población, considera que el Islam es la más importante amenaza que enfrentamos". El mundo parece comenzar a transitar el "Choque de Civilizaciones" anunciado por Samuel P. Huntington; del cual Orbán sólo fue la punta de lanza.

Un rumbo paradójico

"Durante décadas, tanto los estados como los actores no estatales han utilizado la migración convertida en arma para lograr una amplia gama de objetivos geopolíticos y de política exterior que han sido frustrados por otros medios"; escribió Kelly Greenhill en un ensayo de 2022.

La única forma de disminuir la eficacia de la migración coercitiva es admitiendo y asimilando a los migrantes. Sin embargo, los gobiernos se están moviendo en la dirección opuesta; endureciendo sus leyes de inmigración y sus políticas de asilo; y limitando su compromiso con la protección de las poblaciones más vulnerables del mundo.

Si las democracias liberales avanzadas no cambian esta postura, la migración convertida en arma podría convertirse en el síntoma de un régimen global de migración en colapso. Y, en el colmo de la paradoja, los gobiernos occidentales podrían comenzar a socavar los derechos humanos y las libertades individuales que claman defender. Esperemos que no.

 

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