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El oprobio del "eterno retorno"

"Los israelíes están librando una guerra como no lo hacían desde 1948. La diáspora judía está siendo sacudida".
Miércoles, 13 de noviembre de 2024 02:26
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El "eterno retorno" es una idea que expresaba la noción circular del tiempo en la civilización de la Grecia clásica; una concepción filosófica en la que el mundo se extingue repetidamente para volver a crearse.

En la mitología griega Sísifo sufría la condena de revivir sus actos una y otra vez; las Danaides llenaban de agua un tonel sin fondo. Casandra, continuaba diciendo a sus congéneres lo que sucedería, sabiendo que no sería escuchada. El peligro de la repetición es que diluye el tormento. Lo minimiza; lo vacía de sentido.

El «eterno retorno» puede leerse como una condena o, como lo hace la filosofía Oriental, como una invitación a pensar esta repetición como una oportunidad de mejora; quizás hasta una oportunidad de redención. Nietzsche exploró esta idea en "La gaya ciencia", introduciendo un principio ético: debemos obrar como si la vida se repitiese infinitamente, y amarla tanto como para llegar a desear esa eternidad.

El contrapunto literario lo da Milan Kundera en "La insoportable levedad del ser": "Si la Revolución francesa tuviera que repetirse eternamente, la historiografía francesa estaría menos orgullosa de Robespierre. (…) Hay una diferencia infinita entre el Robespierre que apareció sólo una vez en la historia y un Robespierre que volviera eternamente a cortarle la cabeza a los franceses".

"Los israelíes están librando una guerra como no lo hacían desde 1948. La diáspora judía está siendo sacudida".

Llevando al extremo este mismo pensamiento; si el Holocausto se repitiera eternamente, ¿podríamos vivir orgullosos de nuestra "monstruosa monstruosidad"; de nuestra perdida humanidad?

Si pensáramos cada acto bajo la perspectiva de una repetición impiadosa e inacabable; ¿actuaríamos de la misma manera o seríamos capaces de darnos la posibilidad de la redención? ¿Aprenderíamos de los abismos en los que caímos antes? Creo que no. Ojalá esté equivocado y la humanidad demuestre mi error.

Sin embargo, veo las imágenes de las emboscadas y los ataques deliberados a judíos en Ámsterdam en una intrascendente cita deportiva, y siento nauseas. Veo las golpizas; los insultos; los palos; una persona caída en el piso y cuatro o cinco bestias que en nada se diferencian de los históricos y trágicos nazis que la patean sin parar. La emboscada deja cinco personas hospitalizadas y varios desaparecidos.

"Le fallamos a la comunidad judía de los Países Bajos en la Segunda Guerra Mundial, y anoche volvimos a fallar"; dijo el Rey Guillermo. "He expresado cuánto nos ha conmocionado a mi esposa y a mí la violencia contra los seguidores israelíes que están como invitados en nuestro país. No podemos desviar la mirada ante el comportamiento antisemita en nuestras calles"; le dijo al presidente israelí Herzog. "Los judíos deben poder sentirse seguros en Holanda, en cualquier lugar y en todo momento. Los abrazamos y no los abandonaremos", declaró el monarca. Yo diría que todo ser humano debería poder sentirse seguro en cualquier lugar de este planeta. Tal vez esté aspirando a demasiado.

El mundo retrocede en el tiempo. Los israelíes están librando una guerra como no lo hacían desde 1948. La diáspora judía está siendo sacudida por un estallido de odio y de antisemitismo como no ocurría desde ese anterior atroz Holocausto; antisemitismo que crece en todo el mundo reavivando las peores pesadillas que se creían superadas. De nuevo, parece que no.

Todo castigo es doble. Sísifo debe empujar su piedra, colocarla en la cima de la colina y la piedra vuelve a caer. Las Danaides deben llenar de agua un tonel sin fondo. Casandra, continúa diciendo a sus congéneres lo que sucederá, sabiendo que no será escuchada. El castigo seria banal si fuera sólo físico o si se limitara a la infinita reiteración de una misma acción. El castigo es doble. El primer castigo es permitir a cada uno de estos "héroes" la esperanza de pensar, cada vez, que en esa ocasión, por algún motivo, la piedra se quedará en la cima, el tonel se llenará, o que la verdad será escuchada; que el castigo terminará. La esperanza irracional de que la cosas -esta vez- saldrán bien es uno de los momentos del castigo; el otro es el descorrimiento del velo, el instante en el que descubrimos que las cosas, al final, acaban como debían acabar. Mal.

El filósofo Pico della Mirandola afirmó que el ser humano tenía la libertad y la capacidad de elevarse hacia las cosas superiores, o de degenerar hacia las cosas inferiores; hacia las bestias. ¿Estamos degenerando, acaso, hacia una sociedad basada en la razón de los instintos y de la fuerza más brutal? José Ortega y Gasset dijo: "Con la moral corregimos los errores de nuestros instintos y, con el amor, los errores de nuestra moral". ¿Estamos perdiendo todo amor y toda moral? Rob Riemen, dice: "Vivir en la verdad, hacer lo correcto, crear belleza: sólo en estos actos el hombre es quien debiera ser". ¿Somos dignos de "ser"? Quizás la respuesta la dió Oasamu Dazai al escribir "Indigno de ser humano".

Ojalá que las imágenes de Holanda sean algo aislado producto de una nauseabunda desviación. Temo que no. Que, como Sísifo, iremos a ver caer la piedra, otra vez. Que como Robespierre, cortaremos "orgullosos" las cabezas de franceses, otra vez. Que el horror del Holocausto se irá a repetir.

¿Cuándo habremos perdido nuestra Humanidad? ¿La tuvimos, acaso, alguna vez?

 

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