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Ayacucho, la batalla decisiva

Lunes, 09 de diciembre de 2024 01:39
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Los pueblos de América del Sur protagonizaron una larga guerra por la emancipación en los años posteriores a la conquista napoleónica en España.

La Guerra de Independencia americana exaltó al mundo demostrando que los gobiernos existentes, e incluso las propias monarquías, podrían ser sustituidas sin que la sociedad se sumiera en la total anarquía .

Ayacucho fue la última gran batalla en las guerras de independencia. Esta decisiva acción bélica consolidó la independencia de la República del Perú y de los nuevos estados sudamericanos beligerantes.

España perdió definitivamente las colonias del norte de Sudamérica durante el gobierno del último virrey José de la Serna e Hinojosa, que lideró los postreros y grandes esfuerzos de España por retener el control sobre al menos el extremo sur del Nuevo Mundo.

San Martín

Cabe mencionar la heroica acción de José de San Martín en el Perú, más como no contó con los recursos necesarios que las autoridades porteñas le negaron, y con Martín Güemes asesinado, poco es lo que podía hacer para terminar la acción gloriosa de otorgar la libertad a Sudamérica.

El Libertador de los Andes sufrió las consecuencias de una política mezquina de sus connacionales que tenían una mirada centralista, pero muy lejos del espíritu americanista que suscribió la emancipación.

Triste página en la Historia Argentina, en la que primaron intereses políticos sectarios por sobre los grandes y patrióticos principios que enarbolaron la tríada de próceres argentinos.

Así, la campaña posterior quedó a merced de Simón Bolívar y de su segundo al mando, Antonio José de Sucre y Alcalá. Este había demostrado un notable talento en tácticas y campañas y se había ganado la plena confianza de Bolívar.

La última batalla decisiva de la libertad de América, se libra sobre la pampa de Quinua, en Ayacucho, al pie del Condorcunca, a una altitud de 3.400 metros sobre el nivel del mar, se realiza después de una serie de maniobras estratégicas por ambas partes que tratan de situarse en posiciones ventajosas y presentar el máximo poderío.

Las posiciones fueron tomadas desde la víspera. Los monarquistas ocupan el lado occidental de la montaña del Condorcunca, en número de 6.906 plazas, según los partes oficiales hispanos; 9.310, según el general Sucre.

Están distribuidos en dos regimientos, doce batallones, cinco escuadrones y cuatro baterías. Los patriotas poseen la meseta oriental, sobre las lomas de Quinua; en siete batallones, cuatro escuadrones, cuatro legiones peruanas y cuatro baterías.

Un día como hoy

En la mañana del día 9 de diciembre de 1824, Sucre revista sus tropas. En cada sección, ante cada estandarte, va dejando sus proclamas admirables, sus palabras recordatorias de las hazañas pasadas y de la esperanza americana del día. Contagia a todos su fervor y su fe. A las 10.55 se inicia la acción memorable. Y a la una de la tarde quedaba sellada para siempre, la libertad del Perú y de la América del Sur, en los campos de Ayacucho.

El virrey herido durante la batalla, cae prisionero. Canterac asume la jefatura realista; convoca a sus generales y se conviene en reconocer la derrota total. Cuando Sucre y su ejército llegaron a la cima de la montaña encontraron al general Canterac preparándose para negociar la rendición. Había asumido el mando de los restos del ejército realista. A las 8.00 de la noche, sobre el campo de batalla, se suscribe la célebre capitulación de Ayacucho, que establece y es reconocida por los españoles, la independencia del Perú.

Aunque militarmente, la guerra ha concluido en Ayacucho, quedan todavía, algunos incomprensivos y empecinados que se obstinan en negar la realidad: Pío Tristán, se proclama virrey en Arequipa, y el mariscal de campo, Álvarez, en el Cuzco. Intentan resistir, desconociendo la capitulación ayacuchana. Pero el avance de Sucre, elevado ya a la clase de Gran Mariscal de Ayacucho, finaliza el proceso, con el manifiesto de Tristán, el 30 de diciembre.

Victoria final

En Ayacucho, las bajas realistas ascendieron aproximadamente a 2.000 muertos, y el virrey y sus generales fueron capturados.

Las 1.100 bajas en el bando patriota dieron fe de la ferocidad de los combates. Después de la batalla, pudo verse a la caballería de Sucre recorriendo la ruta seguida por los realistas en su retirada para recoger los cascos de plata de los húsares enemigos caídos: un botín semejante desaparecía inmediatamente en los macutos de los llaneros.

Solo quedaban algunas plazas leales al gobierno colonial en Perú que Sucre redujo tras recibir las felicitaciones de Bolívar; a la vuelta del Libertador.

Los últimos bastiones realistas se rendirán sucesivamente a partir de entonces. En 1825 el Alto Perú en la campaña de Sucre en Tumusla. En 1826 cae la Fortaleza del Real Felipe del Callao, que resistió un asedio de 718 días. En ese mismo año, se entregó la isla de Chiloé.

El foco de guerrillas se extinguió durante la guerra de Iquicha. En 1828, el brigadier realista Francisco Javier de Aguilera lideró el último levantamiento ocupando la ciudad de Vallegrande en Bolivia. En 1831 se rinde el caudillo José Dionisio Cisneros en Venezuela. En Chile, la montonera de los hermanos Pinchera, sería destruida definitivamente en 1832.

En el mismo día de la batalla de Ayacucho, Fernando VII había nombrado conde de los Andes a De la Serna. Tras recuperarse de sus heridas, volvió a España, donde su conducta durante la guerra ganó la aprobación de la Corte a pesar de su derrota.

A los derrotados se les conocería despectivamente como los "ayacuchos". De la Serna murió en España en 1832. Simón Bolívar vio desvanecerse su sueño de una América Latina entre luchas internas y la falta de confianza de sus seguidores, José María Córdova incluido, se rebeló contra su autoridad en 1829.

En 1830 le llegó la noticia del asesinato de Sucre mientras regresaba a Ecuador. Bolívar permaneció en el exilio en Colombia hasta su muerte el 17 de diciembre de 1830, en la Quinta de San Pedro Alejandrino, en Colombia.

En 1833, después de la muerte del rey Fernando VII, el gobierno español abandonó definitivamente los planes de reconquista. Tres años después en 1836, las Cortes españolas renunciaron formalmente a cualquier reivindicación sobre la parte continental. El reconocimiento del Perú, se obtuvo de facto en 1865 y el tratado definitivo en 1879.

El máximo logro de los hombres de la jornada de Ayacucho fue el acabar con el dominio español sobre América. Al respecto Simón Bolívar expresó: "La Batalla de Ayacucho es el clímax de la gloria americana y el trabajo del general Sucre. Sus planes para la batalla eran perfectos y la ejecución divina … Así como la Batalla de Waterloo decidió los destinos de las naciones europeas, la de Ayacucho decidió el destino de las naciones de la América hispana …"

Y, es que verdaderamente esta batalla trazó un nuevo mapa para Sudamérica, nuevos contextos políticos y económicos que no siempre favorecieron a los países liberados. Pero esa ya es otra historia.

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