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Por ahora, poco para festejar

Martes, 21 de mayo de 2024 01:32
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La investigación sobre el manejo de fondos estatales por parte del ministerio de Desarrollo Social durante los cuatro años de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, con fuerte impacto y un cúmulo de sospechas sobre los dirigentes de los movimientos piqueteros, mostró, al mismo tiempo, la utilización de la pobreza en beneficio de una nueva élite y la dimensión de la crisis social del país, que asciende exponencialmente desde hace décadas.

No se trata solo de sacar del medio a los piqueteros, que desde hace veinte años saturan las calles mientras que la pobreza sigue aumentando. En primer lugar, la tarea no será nada fácil. Los movimientos piqueteros no cayeron del cielo, y se han convertido en (discutibles) representantes de los desocupados, que comparten la mesa del poder de presión de igual a igual con la (también discutible) CGT. Y unos y otros, de repente, encuentran en Javier Milei un elemento convocante para prolongar demandas y estrategias anacrónicas. Una guerra sin perspectivas de salida pacífica, por el antagonismo entre los oponentes, y también, porque ni unos ni otros muestran un proyecto de desarrollo productivo, que es lo que necesita el país.

El presidente Milei se siente feliz con esta guerra, por el desprestigio de los Daer, Moyano, Belliboni o Grabois. Pero, desde el comienzo de los tiempos, gobernar en positivo es imposible si la guerra se prolonga.

Es muy probable que, para unos y otros, el clima de "revolución permanente" sea el camino adecuado para llegar a los "paraísos", también antagónicos, que impulsan a sus respectivas ideologías. Y eso no es así, hacen su negocio con la crisis.

En el caso del presidente, y de su fervor libertario, es probable que no sepa o no acepte la advertencia de John Mainard Keynes acerca de las limitaciones teóricas de la economía "clásica" que, casi un siglo atrás, impedían que "pudiera desarrollarse una teoría de la política económica, limitación que contribuyó a que otras economías de Europa abandonaran la economía de mercado y la democracia liberal en la que se basaba, y se abrazaran al comunismo (Rusia) o el fascismo (Italia, Alemania)".

A simple vista, el odio de Milei por el más relevante economista del siglo XX le impide ver que, justamente, la amenaza de la que este hablaba con estos conceptos son el comunismo (al que el presidente ataca como si viviéramos en 1918) o el fascismo, con el que tiende a coquetear.

La ultra ortodoxia clásica en materia de economía se descuelga de la realidad. No hace falta más que escuchar a Berthie Benegas Lynch sobre la educación obligatoria para sentirse al borde del precipicio.

Esta frivolidad del diputado libertario es el reflejo del pensamiento que lleva al conflicto frontal con la universidad. Más allá de que haya llegado a un acuerdo transitorio con la UBA, la descalificación a la calidad universitaria, a la que Milei caracteriza como "veneno" y la desvalorización del CONICET, habla de los límites de la mirada economicista dominante. También, del probable rencor presidencial por no haber podido estudiar en la UBA y carecer de un doctorado. Rencor que se deprende de haberse atribuido ambos títulos en la solapa su un libro que lleva su firma. El mismo que presentó, sin llevar ejemplares, a la derecha española.

El aparente éxito en la lucha contra la inflación y la celebración de la profundidad del ajuste de gastos prescinden de los datos sociales: la caída del ingreso familiar, el aumento de la desconfianza en el futuro y la recesión del sistema productivo. Coincide entonces con la lectura keynesiana del pensamiento libertario.

La crisis socio económica no se debió solo al gasto público ni a la emisión de dinero: es el resultado de fallas prolongadas y reiteradas en la gestión de la política educativa, social, tributaria, sanitaria y productiva.

Y el actual gobierno carece de políticas proactivas en todos esos ámbitos. Y es lógico que no la tenga: además de la mirada unidireccional hacia el déficit, faltan funcionarios. Sobre 1258 cargos totales de la administración nacional, hay 791 que permanecen vacantes, el 63%, según informó en el Senado el jefe de Gabinete Nicolás Posse.

La caída del rendimiento escolar, el desfinanciamiento de universidades con profesores cuyos sueldos apenas superan los niveles de la canasta básica, la proliferación de desocupados que son los que han dado razón de ser a los piqueteros son problemas internos más profundos que la inflación y que requieren funcionarios especializados y calificados.

Sin embargo, el presidente prefiere recorrer el mundo mostrando las garras del león y el histrionismo triunfalista de un panelista o un "stand upper", sin tomar el toro por las astas.

La visita de Milei a España, su discurso desaforado ante las sectas de derecha y, especialmente, el bizarro enfrentamiento con el presidente español Pedro Sánchez, los agravios a su esposa y su tono triunfalista de barricada generaron ya un conflicto diplomático, absolutamente innecesario, con la Unión Europea.

Entre tanto, los problemas argentinos (heredados, sí, pero aún no resueltos) recomendarían que el presidente se asesorara mejor en materia de relaciones exteriores, permaneciera más en el país, se ocupara personalmente de los conflictos y de las negociaciones en el Congreso y que comenzara a revisar su mirada unidireccional, que solo sirve para un video juego, o para un autodestructivo "juego de la gallina".

 

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