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La muerte del clérigo Ebrahim Raisi, ultraconservador presidente de Irán, se produjo, aparentemente, por un accidente; por lo que representa su país, no deja de generar inquietudes acerca de la paz mundial.
Raisi, de 63 años, no ocupaba la cúspide del poder en su país. El líder supremo de Irán es el ayatolá Alí Jamenei. Sin embargo, en su vertiginosa carrera judicial desarrollada luego del derrocamiento, en 1979, del sha Mohammad Reza Pahleví, un monarca modernizador que intentaba integrar a su país a Occidente, el fallecido presidente había ocupado cargos como fiscal y juez de un régimen guiado por la "sharía". Actuando de acuerdo con esa ley religiosa islámica, se ganó la caracterización como "juez de la horca". Durante su presidencia se produjo en 2022 la sangrienta represión a las movilizaciones de protesta protagonizadas por mujeres musulmanas.
Irán es un país que cuenta con el apoyo de China y Rusia, pero inquieta a sus vecinos. A Israel, con el que el conflicto lleva tantos años como la revolución de los ayatolas, pero también a los países árabes. El gobierno de Teherán tiene vínculos con Hezbollah, chiitas libaneses, con Hamas, organización palestina, y con los huties de Yemen, todos, terroristas y ahora en guerra abierta con Israel. Pero también está enfrentado con el grupo Estado Islámico K, un desprendimiento de ISIS y que opera desde Afganistán. El argentino Rafael Mariano Grossi, director general del Organismo Internacional de Energía Atómica, advirtió hace pocos días que Irán está enriqueciendo uranio al 60%. El grado de enriquecimiento que se necesita para hacer un arma nuclear es del 90%. "Entre el 60 y el 90 es un paso", explicó. Es decir, Irán ya tiene material suficiente para hacer varias armas nucleares. Irán es temible por sus aspiraciones de controlar Medio Oriente y por su inspiración fundamentalista que sostiene, sin reconocerlo, a organizaciones terroristas.
Hoy, Occidente enfrenta a un nuevo eje: China, la superpotencia, aliada con la Rusia de Putin, Irán y Corea del Norte. Todos señalan, en su discurso, que Europa, Estados Unidos y sus aliados son el mal en sí mismo.
Con esos argumentos, Rusia invadió a Ucrania y puso en pie de guerra a Europa. Desde hace siete meses, la masacre de israelíes perpetrada por Hamas tuvo como correlato una nueva guerra, en el pequeño territorio de Gaza. Ambos conflictos son escenarios de un atropello sistemático de la dignidad humana, cuyas víctimas son la población ucraniana y la población palestina de Gaza.
Pero es el mundo entero el que parece encaminado a la abolición de los Derechos Humanos. Por izquierda y por derecha. Tirana Hassan, abogada australiana y directora ejecutiva de Human Rights Watch, acaba de advertir que "el sistema de Derechos Humanos está bajo amenaza". En una publicación reciente, describió un panorama sombrío y apuntó a la doble vara, o "indignación selectiva" que se utiliza para juzgar a los terroristas, a Israel y a Rusia.
La advertencia amplía la mirada a los conflictos en Sudán, Myanmar, Etiopía y el Sahél. También aborda la desigualdad económica, las catástrofes climáticas y los atropellos a los derechos de mujeres y niñas y de personas lesbianas, gays, bisexuales y transgénero.
"Comprender estas amenazas y responder a ellas es algo que debe hacerse sobre la base de los principios universales del derecho internacional de los derechos humanos y el Estado de derecho", dice la directora de Human Rights Watch, en un llamado de atención al mundo. "Cada vez que un gobierno desestima o desprecia estos principios universales globalmente aceptados, alguien paga un precio…". Un escenario internacional de estos días que evoca el clima que se vivía entre las dos grandes guerras y que el escritor austríaco Stephan Zweig describió como "El mundo insomne".
En nuestro continente, atravesado por gobiernos fundamentalistas y autoritarios y donde el regreso de Donald Trump abre un abanico de posibilidades más bien pesimistas, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sostuvo en estos días, haciendo foco en Latinoamérica, que "la institucionalidad democrática y la independencia judicial son los dos grandes desafíos en materia de derechos humanos". La Comisión, órgano autónomo de la OEA, puntualiza que el debilitamiento de la independencia judicial debilita el control efectivo de la constitucionalidad y fomenta la impunidad.
La avanzada del presidente de El Salvador, Nayib Bukele, que pasó por encima de las normas jurídicas para encarcelar a más de 60.000 pandilleros, y con eso ganó enorme popularidad, es un modelo seductor de altísimo riesgo. Este fenómeno repercutió en Ecuador, donde el presidente Daniel Noboa parece dispuesto a imitarlo.
La Comisión destaca los casos de Nicaragua, Cuba, Venezuela y Guatemala. En este último refiere a los intentos de Alejandro Giammattei por evitar la toma de posesión presidencial del opositor Bernardo Arévalo.
Un caso parecido, en escala menor, al comportamiento de Nicolás Maduro y su "boliburguesía", empeñados en la persecución violenta de sus opositores; y también, a las rebeldías poselectorales de Donald Trump en enero de 2021, y de Jair Bolsonaro, hace un año y medio.
En la Argentina, el modelo, en ambas versiones, es aplicable también en escala, a "la grieta política". Porque Cristina Kirchner y Javier Milei se muestran opuestos, pero ambos, con narrativas antagónicas, parecen no percibir que hoy nos pasa algo parecido a lo que, sobre los años '30, el historiador Tulio Halperin Donghi definió como "la Argentina en la tormenta del mundo". Una tormenta a la que convendría recuperar los modelos de Mahatma Gandhi y de Nelson Mandela.