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La muerte de Nora Morales de Cortiñas, a los 94 años, conmovió profundamente a los organismos de Derechos Humanos. Por su naturaleza tan firme como bondadosa y su esencial tolerancia a las diferencias políticas, incluso hacia los sectores más refractarios a los movimientos de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, ayer recibió el reconocimiento de diversos sectores políticos.
Desde el 15 de abril de 1977, día en que fue secuestrado su hijo Carlos Gustavo, su lucha por recuperarlo, primero, y por Justicia, después, no supo de descansos. Transparente en su conducta, nunca aceptó disputas por los recursos económicos que recibían los organismos de otros países o de instituciones locales.
Con una posición muy clara frente a la política, no ocultó su cercanía con el kirchnerismo, pero, también, reconoció a Javier Milei como presidente legítimo y confiaba en poder dialogar con él y con Victoria Villarroel sobre la problemática de los Derechos Humanos.
El Instituto de Derechos Humanos del Colegio de Abogados de Salta despidió "con dolor a Nora Cortiñas, "Norita", Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora, expresando su profundo agradecimiento por su lucha inclaudicable e imprescindible por la Memoria, Verdad y Justicia".
"Recordamos su acompañamiento en las causas de Lesa Humanidad en Salta y a nivel Nacional, como así también su presencia permanente en cada reivindicación de los Derechos Humanos, especialmente su participación en los conflictos sociales de los trabajadores, en resguardo de los derechos de las comunidades indígenas y de los derechos de las mujeres y disidencias, entre otros, motivo por el cual fue reconocida como "Madre de todas las batallas" -añade el comunicado- En el momento de su dolorosa partida acompañamos a familiares, amistades y a quienes compartieron y comparten con ella su testimonio de vida por una sociedad más justa, inclusiva e igualitaria. Su legado virtuoso vivirá en nuestras luchas por la vigencia plena de los Derechos Humanos", expresa el pronunciamiento, firmado por los coordinadores Tania Kiriaco, Rodrigo Solá y Andrés Giordamachi.
Los Derechos Humanos, consagrados en 1948, son la columna que sostiene la dignidad humana frente al poder fáctico, político, militar o económico.
Los atropellos contra los detenidos en las últimas dictaduras latinoamericanas son para los argentinos la figura más cercana y paradigmática. Sin embargo, el crecimiento progresivo de la violencia social, el afianzamiento de las organizaciones del crimen organizado y el deterioro del prestigio del Poder Judicial y de las fuerzas policiales son el síntoma de nuevas amenazas a los derechos elementales.
Nora Cortiñas, una figura muy particular dentro de los organismos de Derechos Humanos, cobra especial relieve en una época en la que va creciendo la práctica autoritaria, alentada por el reclamo cada vez mayor de un sistema punitivo muy parecido a la represalia. Ocurre hoy en las cárceles y alcadías de Salta, donde el hacinamiento y el destrato, registrados por el Instituto para la prevención de la tortura, de por sí, agravia a la dignidad de los presos.
Al mismo tiempo, a nivel internacional, el crecimiento paulatino de corrientes antidemocráticas hace retroceder a los modelos más humanitarios de la política. Así lo demuestra la admiración que inspiran en amplios sectores de todo el mundo las posturas radicalizadas de Donald Trump y del salvadoreño Nayib Bukele.
Además, la paz del planeta es muy frágil y las guerras en Ucrania y en la Franja de Gaza muestran cómo la población civil se va convirtiendo en el escudo humano de los gerentes de la violencia.
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