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En literatura se suele usar el término "idiota" no para referirse a alguien como tonto o estúpido sino de una manera bastante más profunda. En este contexto, el "idiota" suele ser un personaje ingenuo, inocente, idealista y, en general, alguien de espíritu elevado que, a menudo, carece de las habilidades sociales necesarias para desenvolverse con normalidad en la sociedad. Hay ejemplos de "idiotas" notables en la literatura universal: el príncipe Myshkin de Fiódor Dostoyevski; el Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes; el inquebrantable Bartleby de Melville; quizás, hasta el revulsivo Ignatius Reilly de John Kennedy Toole. Yo diría que se trata, en general, de "idiotas" hermosos; entrañables.
No es el caso de Alberto Fernández. Para nada. Este señor no es un alma noble, ni alguien sensible; ni idealista. Tampoco una persona llena de belleza interior. Mucho menos un espíritu elevado; muy pocas personas son más rastreras que él. No se puede decir de él que sea un "idiota hermoso"; todo lo contrario. Alberto Fernández no es un "idiota" extraído de una obra literaria sino un idiota moral en el sentido más literal y estricto de la palabra.
Alguien que demostró una idiotez moral pasmosa cuando la pandemia. Con necedad, negligencia e ineptitud llenó de ideología un tema que no lo admitía de ninguna manera. Alguien que jamás pidió perdón por la infinidad de torpezas morales e intelectuales que cometió; tampoco por todas las muertes innecesarias que causó. "A los idiotas les digo lo mismo que vengo diciendo desde hace mucho tiempo: la Argentina de los vivos que se zarpan y pasan por sobre los bobos se terminó. Acá estamos hablando de la salud de la gente, no voy a permitir que hagan lo que quieran"; dijo, poco antes de que se conocieran las fotos de la fiesta de Olivos en las que él y su pareja se mostraban en un festejo en el Palacio del Poder. Mientras tanto, afuera, moría gente. Por el COVID; por la falta de vacunas; por la impiedad policial; por la necedad oficial. Me pregunto quién era el idiota.
En el colmo de la idiotez social, respecto a la fiesta de Olivos, dijo: "No me lo perdono. Trato de explicarme por qué hice semejante pavada. La explicación es porque el contexto no me hizo advertir que no debía hacer eso". ¿Quién o qué es "el contexto"? "Nunca reparé en que eso no se podía hacer". ¿Él mismo no reparó en que no podía hacer lo que él mismo estableció que no se podía hacer?
Alberto Fernández representa el epítome perfecto de un kirchnerismo enfermo que ahora corre a posicionarse en su contra de maneras inverosímiles y con dichos patéticos y lastimosos. Wado de Pedro y sus "náuseas" habiendo sido su ministro; Mayra Mendoza hablando sobre un inimaginable maltrato de Fernández sobre Cristina Elisabet; la propia Cristina Elisabet victimizándose ella misma, como siempre; otra vez. Coincido algo con Juan Grabois: "En términos éticos rige acompañar a la víctima. En términos jurídicos rige el principio de inocencia. En términos políticos rige el 'no te hagas el boludo'".
Todos se hacen "los boludos". El escándalo acelera el shock y caída del kirchnerismo en particular, y del peronismo en general. Pero también le sirve al oficialismo. El escándalo tapa el debate por el aumento en 100.000 millones de pesos en el presupuesto reservado de la (nueva) SIDE; el avance de los pliegos del juez Lijo; tanto como realza la imagen del gobierno y morigera el desgaste por la falta de resultados que comienza a sufrir la administración central.
Alberto Fernández es un error no forzado de la política y resulta el mejor chivo expiatorio -junto a otros cadáveres políticos que irán a aparecer- para sacrificar en el altar imaginario del sacrificio ritual de la política que busca, rápido, lavarse la cara y seguir adelante como si no hubiera pasado nada. Mientras tanto, Fabiola Yáñez asegura haber revelado su situación ante el "Ministerio de la Mujer". Si fuera cierto, Elizabeth Gómez Alcorta o Ayelén Mazzina (o ambas) encubrieron al expresidente. Cada nuevo descubrimiento sólo sigue desnudando la perversión intrínseca y la falsedad ideológica de todo el relato K.
Es necesario desenmascarar a todos los cómplices - por acción u omisión - de esta trama perversa que, aunque privada, dada la investidura, los lugares donde ocurrieron los hechos y la cantidad enorme de personas necesariamente implicadas; se vuelve un hecho que debe ser investigado hasta sus últimas consecuencias. Caiga quien caiga. "Quiero que todos escuchen. Me da vergüenza que en la Argentina exista una sola mujer que sufra violencia de género" dijo este señor, hoy a punto de ser juzgado como bestial golpeador serial. Si fuera así, que les caiga encima todo el peso de la ley. A él y a todos sus encubridores. Dura lex sed lex.
Ya que nunca asumió su ineptitud ni su torpeza total; ya que nunca pidió perdón por las muertes que causó por su ineptitud, necedad y torpeza ideológica; ni por la inmoralidad de la fiesta de Olivos; el vacunatorio VIP o las visitas que siguen apareciendo; si fuera hallado culpable, ojalá que sea obligado a hacerse cargo de su espeluznante y completa idiotez moral. Ojalá que -al fin- se imparta alguna forma de justicia a todos los que han golpeado tanto -también- a este país.