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"Cada era tiene su propio tipo de guerra, sus propias condiciones limitantes y sus propias concepciones peculiares", escribió Carl von Clausewitz a principios del siglo XIX en su tratado "De la Guerra". Pero ¿cómo se puede imaginar el tipo de guerra que nos traerá el futuro? ¿Cómo se podrían imaginar cuáles serían esas "concepciones peculiares"; o cuáles sus "condiciones limitantes"?
Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y hasta hace poco, el mundo enfrentó un desafío estático: una Guerra Fría en la que el conflicto entre superpotencias se mantuvo congelado por medio de la disuasión nuclear. El colapso de la Unión Soviética puso fin a esa era cuasi-estática.
Después de los ataques del 11 de septiembre de 2001, la atención se desplazó a las organizaciones terroristas y otros grupos no estatales. La "guerra contra el terror" relegó a un segundo plano cualquier pensamiento sobre conflictos entre estados. Hubo guerras posteriores al 11S pero, en todos los casos, fueron localizadas y limitadas en tiempo y escala.
En 2022, Rusia invadió Ucrania. El resultado es la mayor guerra terrestre en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Y aunque las fuerzas bajo el mando ruso y ucraniano son las únicas tropas luchando en el terreno, la guerra ha alterado la geopolítica global: Estados Unidos y sus aliados de la OTAN ofrecieron un apoyo financiero y material sin precedentes a Ucrania; y China, Irán y Corea del Norte ayudaron a Rusia de manera crucial.
Menos de dos años después, Hamás llevó a cabo el brutal ataque terrorista del 7 de octubre contra Israel, provocando una retaliación israelí letal en Gaza y zonas aledañas.
Siria corona un momento de incertidumbre global y, como marcó el doctor Jorge Castro en este mismo espacio, "la derrota del régimen de Bashar Al Assad y la ocupación de Damasco por los rebeldes sirios modificó de manera drástica la relación de fuerzas en todo Medio Oriente". La alianza entre Siria y Ucrania es algo que podría desestabilizar todavía más a todo el planeta.
Tanto la guerra en Ucrania como la guerra en Medio Oriente -ahora entrelazadas- marcan el fin de esta "estrechez" que pautó a los conflictos durante los años siguientes al 11S. Parece haber terminado una era de guerras limitadas y estar emergiendo una "era de conflicto integral".
La "guerra híbrida"
Es necesario incorporar el término "guerra híbrida" para "romper" con la mentalidad convencional de que no se está en guerra salvo que existan ejércitos enfrentados. Esta lógica no cubre, por ejemplo, amenazas de otro nivel como el corte reciente de dos cables subterráneos de transporte de datos en aguas de Suecia a instancias de Moscú por parte de un barco chino.
"Usamos el término 'híbrido' como un guiño para ayudar a ampliar la definición de guerra. Si lo que esperamos es una guerra 'real' según la definición de antes, podemos no darnos cuenta de que un enemigo ya está librando una guerra contra nosotros en este momento," dice Jim Mattis, exsecretario de Defensa y general de la Marina de los Estados Unidos; coautor del artículo "La guerra del futuro: el auge de las guerras híbridas". En él, advertía que en el futuro, Estados Unidos podría encontrarse en situación de tener que lidiar "con las consecuencias de un Estado fallido que perdió el control de algunos misiles o agentes bacteriológicos", "actos de violencia contra infraestructura crítica por parte de actores no estatales" y "otras formas de guerra económica, o de ataques informáticos contra objetivos militares o financieros". Profético.
Tres escorpiones en una botella
Hasta hace poco, existía un consenso general sobre cómo serían los conflictos en los años venideros. El consenso sugería que serían rápidos; librados a través de la cooperación entre personas y máquinas inteligentes; y que dependerían en gran medida de herramientas autónomas como drones. El espacio y el ciberespacio serían cada vez más importantes; y las amenazas nucleares persistirían, pero sin representar los peligros existenciales del pasado.
Algunas de estas predicciones se han cumplido; otras están siendo rebatidas. La inteligencia artificial ha facilitado la proliferación de drones aéreos y marítimos; que han transformado los campos de batalla. Y la importancia estratégica del espacio ha quedado clara como lo demostró la dependencia de los sistemas de defensa de Ucrania de la red satelital Starlink para su conectividad a Internet.
Respecto al tema nuclear, Vladimir Putin ha hecho repetidas amenazas de usarlas e, incluso, ha desplegado varias en Bielorrusia. Por otro lado, la expansión y la mejora del arsenal chino ha transformado y complicado la dinámica de la disuasión nuclear y lo que siempre fue un desafío bipolar entre Estados Unidos y Rusia ahora es tripolar; tenemos "tres escorpiones encerrados en una botella", no dos.
Tiempo atrás exploré este dilema en "El inestable equilibrio de poder entre las potencias nucleares".
Un nuevo "continuo"
Antes, era posible pensar alterrorismo y a la insurgencia de Hamás, Hezbollah y los Hutíes como parte de un extremo del espectro; a los ejércitos librando una guerra convencional -como en Ucrania- en el centro; y a las amenazas nucleares en el extremo más alto del espectro. Hoy no hay más exclusión mutua y se instaló un "continuo".
En Ucrania, "perros robot" patrullan el suelo y drones autónomos lanzan misiles desde el cielo; en medio de una guerra de trincheras que se asemeja a la Primera Guerra Mundial y bajo la sombra de las armas nucleares. En Oriente Medio, los combatientes han combinado sistemas sofisticados de defensa aérea y de misiles con ataques individuales de hombres armados montados en motocicletas. En el Indo-Pacífico, las fuerzas chinas y filipinas se enfrentan sobre barcos destartalados mientras los cielos y mares que rodean Taiwán se ven amenazados por maniobras intimidatorias de la fuerza aérea y la marina de China. La amenaza de una invasión de Corea del Norte a Corea del Sur dejó de ser un escenario sólo teórico; con una mezcla de armamentos y de tácticas que resultaría difícil de ubicar en ese espectro que pautaba la convencionalidad anterior.
La aparición de conflictos en el mar también marca otro desvío importante de la era posterior al 11-S, cuando los conflictos ocurrían en gran medida en tierra. Ucrania ha eliminado más de 20 barcos rusos en el Mar Negro, y el control de esa vía fluvial crítica sigue bajo disputa. Y los ataques Hutíes han casi cerrado el Mar Rojo al transporte marítimo comercial. A pesar de ser un movimiento rebelde pequeño, son los responsables de los combates marítimos más intensos que la Marina de los Estados Unidos ha enfrentado desde la Segunda Guerra Mundial, según los propios funcionarios de la Marina. Además, con la ayuda de Irán, están superando sus limitaciones en el aire al fabricar y desplegar sus propios drones.
Mientras tanto, algo comienza a gestarse en el Indo-Pacífico donde el ejército de China está socavando la seguridad regional. Estados Unidos se ha establecido en cuatro bases militares en Filipinas; aumentó la ayuda militar a Japón; forjó varias iniciativas civiles y militares con Australia; y firmó un acuerdo de cooperación en defensa con Papúa Nueva Guinea. Además, en el último año y medio, un submarino estadounidense con capacidad de disparar misiles balísticos nucleares hizo escala en Corea del Sur y un bombardero B-52 capaz de desplegar armas nucleares también aterrizó allí.
Otro cambio importante es la transformación en la demografía de la guerra: el elenco de personajes es cada vez más diversificado. En Oriente Medio, múltiples ejércitos estatales están enredados con actores no estatales. En Ucrania, las fuerzas regulares de Kiev están luchando junto a cuadros de voluntarios internacionales en números que no se habían visto desde la Guerra Civil Española. Y, para complementar las fuerzas rusas, el Kremlin ha incorporado mercenarios de la compañía paramilitar Wagner, así como ha enviado decenas de miles de convictos a la guerra; práctica que el ejército de Ucrania ha comenzado a copiar.
Todo está cambiando demasiado rápido y, cuando la guerra cambia, suele adoptar formas que -casi siempre-, llegan como una sorpresa.
Evitar la guerra total
Debido a las nuevas tecnologías y a los profundos vínculos internacionales propios de una economía globalizada como lo es la actual; las guerras de hoy no podrían ser una repetición de las anteriores. Parafraseando al politólogo Pascual Albanese, quizás debamos pensar que "nada de lo que venga ahora podrá parecerse a lo que hubo antes y que, para pensar lo nuevo; hay que pensar de nuevo".
Quizás cueste tomar consciencia de la gravedad del tema pero, me parece que evitar una "guerra total", debería ser nuestra mayor -¿primer?- prioridad. Si logramos superar esta amenaza existencial, aún deberemos enfrentar otras: el cambio climático debido al calentamiento global; la inequidad económica, digital y social cada vez más acuciante; la posibilidad de que una pandemia natural o una creada por nosotros nos mate; o que las máquinas inteligentes resulten ser demasiado inteligentes. "Para pensar lo nuevo, hay que pensar de nuevo". Quizás debamos pensar todo de nuevo.