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Tecnología a escala humana, de Apolo XIII a Chicoana y Amblayo

Martes, 14 de enero de 2025 00:00

Desde los primeros días de la humanidad, la tecnología ha transformado nuestro modo de habitar el mundo. No es solo un conjunto de artefactos o inventos aislados; es un flujo continuo de ideas que evolucionan y se entrelazan. Como dijo el economista del Linacre College de Oxford, Hiwell Jones, la tecnología es "la base social de conocimientos sobre las artes industriales", una definición que el economista de Stanford, William Brian Arthur, amplió al identificar tres características fundamentales: es un medio para satisfacer propósitos humanos, un repertorio de experiencias acumuladas y una colección de herramientas y prácticas que cada cultura adopta y utiliza.

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Desde los primeros días de la humanidad, la tecnología ha transformado nuestro modo de habitar el mundo. No es solo un conjunto de artefactos o inventos aislados; es un flujo continuo de ideas que evolucionan y se entrelazan. Como dijo el economista del Linacre College de Oxford, Hiwell Jones, la tecnología es "la base social de conocimientos sobre las artes industriales", una definición que el economista de Stanford, William Brian Arthur, amplió al identificar tres características fundamentales: es un medio para satisfacer propósitos humanos, un repertorio de experiencias acumuladas y una colección de herramientas y prácticas que cada cultura adopta y utiliza.

Sin embargo, la tecnología no vive en un vacío. Para que sus beneficios alcancen a todos, deben viajar, compartirlos y adecuarlos. Aquí es donde la transferencia tecnológica entra en escena, es ese flujo de conocimiento que ocurre entre países de diferentes niveles de desarrollo, entre grandes corporaciones y pequeños emprendedores, o incluso entre departamentos de una misma organización, etc.

La transferencia tecnológica, no es simplemente un traspaso de herramientas o técnicas; es un arte complejo que requiere que el conocimiento sea adecuado para las condiciones específicas de cada contexto.

La experiencia Apolo XIII

Pensemos en el caso emblemático de Apolo 13. (**) Cuando la nave quedó a la deriva en el espacio con un sistema de filtrado de aire averiado, la vida de los astronautas dependía de una solución creativa y urgente. El equipo en tierra se enfrentó con un desafío monumental: construir un filtro de emergencia utilizando solo los materiales disponibles a bordo de la nave. No podían enviarles un nuevo filtro, ni herramientas adicionales, solo podían trabajar con lo que ya estaba ahí. Con tubos, cinta adhesiva y piezas de repuesto, en tierra diseñaron una solución que luego fue comunicada a los astronautas para que la implementaran, salvando sus vidas.

Este episodio, más que una hazaña técnica, fue una lección de transferencia tecnológica en su forma más pura: comprender las limitaciones, identificar los recursos disponibles y adecuarse al entorno para alcanzar un objetivo crítico. Del mismo modo, cuando hablamos de transferencia tecnológica hacia comunidades menos desarrolladas, el éxito radica en esta capacidad de que el conocimiento y las soluciones puedan ser adoptados y usados en un entorno único. No basta con aplicar técnicas conocidas; se requiere un enfoque que respete y potencie las particularidades socioculturales, tradiciones y materiales de cada lugar.

Este proceso, como vimos en el ejemplo del Apolo 13, no sucede por arte de magia. Es dinámico, estructurado y por lo general, requiere de acuerdos formales como licencias, convenios, patentes y colaboraciones, entre otros.

Pero también la transferencia tecnológica puede realizarse en entornos no convencionales, y ser igualmente transformadora, como aquellas que surgen desde universidades e institutos hacia receptores que operan en lo que se conoce como economía informal. Este término, aunque a menudo malinterpretado, no alude a actividades ilegales, sino a un vibrante ecosistema de pequeñas producciones y servicios realizados fuera de los marcos regulatorios y tributarios. Como señaló el investigador francés Jacques Charmes (***) en los años 90, es una economía que se realiza y prospera bajo un sol abrasador, protagonizada por quienes encuentran en la creatividad y el ingenio una forma de sustento.

Por lo tanto, la transferencia tecnológica puede desarrollarse en entornos formales, estructurados y "estandarizados", como así también en contextos informales, más flexibles y adaptativos. Ambas modalidades encuentran ejemplos concretos en experiencias de transferencia de vinculación entre la universidad y empresas de Salta, que exploraremos a continuación. En ambos tipos de acuerdos, la confianza y la visión compartida juegan un papel crucial.

La experiencia en Chicoana

El convenio entre el Ente Frigorífico de Chicoana y la Universidad Nacional de Salta impulsa los proyectos de producción de jabón y grasa comestible a partir de subproductos del faenado.

El proyecto de fabricación de jabón es un ejemplo de transferencia tecnológica que permite la transformación de residuos y subproductos de bajo valor económico en nuevos productos que crean ganancias y empleos, a la vez que fortalece la cadena de valor cárnica y reduce la contaminación ambiental.

Lo notable de este caso es que la transferencia tecnológica, salvando las diferencias, al igual que en el desafío del Apolo 13, no consiste simplemente en aplicar una técnica estándar de fabricación, sino en adecuarla creativamente a las condiciones específicas de este entorno.

En el caso del jabón, implica trabajar con la cantidad y calidad de la materia prima disponible, es decir, la grasa derivada de las razas de los animales faenados, así como considerar las características de la mano de obra local y los insumos auxiliares disponibles. Este proceso requiere un enfoque ingenioso, que respete la idiosincrasia de la comunidad e integre elementos sociales al proceso.

En un contexto informal

Un caso inspirador lo encontramos en las comunidades locales de Amblayo y Punta del Agua, donde la tecnología artesanal ha dado vida a productos emblemáticos como los famosos quesos caprinos y otros tesoros de la agricultura familiar, como la papa (variedades punta y rosada andina) y el maíz (Zea mays) que se cultiva en Amblayo.

En estas regiones, la producción a pequeña escala como las que mencionamos no solo preserva las tradiciones, sino que también encarna un gran potencial económico y cultural.

El proceso de transferencia tecnológica desde la universidad hacia la Cooperativa Sol de Amblayo originó el reinicio de la producción de quesos en la fábrica. Esta modalidad de transferencia tecnológica adquiere una relevancia particular en contextos donde la tecnología tradicional predomina y las condiciones socioeconómicas presentan desafíos únicos. En la provincia de Salta, las comunidades de valles y zonas montañosas enfrentan barreras del entorno como caminos que se vuelven intransitables en época de lluvias, la falta de transporte público y un acceso limitado a internet, entre otros.

Este traspaso se realizó mediante acciones con un enfoque integral, que incluyó instancias de capacitación, puesta en marcha del laboratorio y de la fábrica de quesos para la elaboración conjunta de lotes de productos. Fue un proceso que abrazó el concepto de "aprender haciendo" y se apoyó en un aprendizaje informal.

En este entorno "no estandarizado", el verdadero desafío fue llevar adelante un proceso de transferencia tecnológica que reduzca la brecha entre técnicas artesanales y nuevas tecnologías y que también respete la riqueza sociocultural del norte argentino.

Estas experiencias nos dejan lecciones profundas. En primer lugar, nos recuerdan la importancia de construir lazos de confianza entre universidades, empresas y gobiernos, integrando esfuerzos en el triángulo virtuoso de Jorge Sábato y Natalio Botana (****).

En segundo lugar, subrayan que cada proceso de transferencia tecnológica es único, como lo fue el caso de Apolo 13, y requiere de un enfoque personalizado que combine creatividad y empatía. Finalmente, nos invitan a considerar siempre el impacto en el medio ambiente, asegurando que cada avance tecnológico sea sostenible y beneficie a las generaciones futuras.

En última instancia, la transferencia tecnológica es mucho más que un mecanismo de progreso; es un reflejo de nuestra esencia como seres humanos. Es el espejo de nuestra capacidad para colaborar, innovar y transformar ideas en soluciones concretas que mejoran vidas. Como sucedió con el equipo de Apolo 13, el verdadero avance radica en nuestra habilidad para enfrentar desafíos con ingenio, adaptándonos al contexto y construyendo puentes hacia un futuro más prometedor.

La transferencia tecnológica es la llave de acceso a la tecnología en sus distintos niveles de complejidad, tales como mencionamos en nuestros ejemplos de fabricación como en la misión del Apolo 13.

(*) Ingeniera, Magister, Doctora en Ingeniería Industrial

Profesora Investigadora Facultad de Ingeniería – U.N.Sa - UCASAL.

(**) Apolo 13 fue la séptima misión tripulada del programa Apolo de la NASA y la tercera destinada a aterrizar en la Luna. La nave despegó desde el Centro espacial John F. Kennedy el 11 de abril de 1970, pero tuvo que abortarse el alunizaje debido a una explosión en un tanque de oxígeno del módulo de servicio tras dos días de misión.

(***) Jacques Charmes es economista y estadístico. Director emérito de investigación en el Instituto Francés de Investigación Científica para el Desarrollo y profesor Universidad de Versalles y en el Instituto de Ciencias Políticas. Especialista en fuerza laboral, niveles de vida, el sector informal y el uso del tiempo en África.

(****) Un patrón de desarrollo con acento en la ciencia y la tecnología implica recuperar aquello que resumieron en un texto de 1968 Jorge Sábato y Natalio Botana: un triángulo interconectando el Estado, la comunidad científica y la industria. Sábato profundizó el argumento subrayando que la superación de la dependencia descansaba, en gran medida, en la autonomía tecnológica.

 

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