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Los nuevos "héroes" que dominan un mundo tecnocrático

Domingo, 19 de enero de 2025 00:34
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"En la noche del 16 al 17 de septiembre de 2022, cinco drones marítimos ucranianos, que transportaban cada uno 108 kilos de TNT volaban hacia Sebastopol, el puerto de la flota rusa en el Mar Negro, al sur de la península anexada de Crimea. Desde hacía meses, esos navíos lanzaban mortíferos misiles de crucero contra Ucrania, contra blancos civiles e infraestructuras energéticas. Para Kiev, ese ataque era un 'acto de autodefensa', reconocido así por Naciones Unidas. Aquella noche, el vicealmirante Oleksii Neizhpapa, comandante de la marina ucraniana, supervisaba la progresión de sus drones desde un búnker de seguridad. (…) De pronto, en plena operación, faltando 70 kilómetros para alcanzar la fragata rusa Almirante Makarov, los operadores ucranianos perdieron todo contacto con los drones. De nada sirvieron los febriles esfuerzos para contactar Starlink, la sociedad de Musk, para obtener el restablecimiento del enlace a internet. Por su parte, los responsables del gobierno norteamericano declararon que ´la empresa de Musk era privada y que les era imposible hacer presión sobre él'. Tres drones cayeron en Omega Bay, sobre la costa de Sebastopol. Los rusos los exhibirían al día siguiente como trofeo de guerra. Esta historia extraordinaria, la de un empresario estadounidense que hace fracasar una acción militar decisiva durante una guerra de agresión caracterizada, denunciada y combatida por Estados Unidos, fue revelada en The Washington Post el 7 de septiembre de 2023 por el biógrafo de Musk, Walter Isaacson.". El texto pertenece a la nota de Luisa Corradini, "Tras su intervención electoral decisiva en EE. UU., ¿Elon Musk expande su influencia por Europa?", publicada en "La Nación".

A esta altura del siglo XXI, creo que todos conocemos a Elon Musk. Dueño de SpaceX, Tesla, The Boring Company, Neuralink, X (ex-Twitter) y una miríada de empresas innovadoras; desarrolladoras -y propietarias- de las tecnologías de la próxima revolución tecnológica mundial. Los ingresos de Musk ascienden a 54 millones de dólares por día; y 4500 satélites le pertenecen; casi la mitad de los satélites activos que giran en torno de la Tierra. Sin que nos demos cuenta, Elon Musk podría estar escriturado la exósfera a su nombre. Peor. Que Elon Musk haya intervenido en un conflicto armado de la envergadura e importancia que tiene la guerra entre Ucrania y Rusia -sea para el bando que sea-; es algo que debería quitarnos el sueño a todos.

Primero porque Musk es inestable e imprevisible. Segundo porque su agenda es peligrosa. Es fácil verlo hoy -en X-, ayudando a los movimientos ultraderechistas y, en una clara vocación por modelar el futuro político del mundo, ayuda con su energía -y su dinero- lo que muchos demócratas europeos ya califican como la "internacional neofascista". Sea apoyando a Nigel Farage, el líder del partido de extrema derecha británico Reform UK o a Giorgia Meloni en Italia; o posteando "sólo la AfD puede salvar a Alemania" (la agrupación neonazi alemana), días antes de las elecciones legislativas. No menor, va a ser funcionario del hombre más poderoso del mundo; alguien también caprichoso e inestable; un "populista territorial" como Donald Trump. Desarrollé la idea del "populismo territorial" en "Descontento que desnuda una nueva crisis moral".

El tecno-optimismo "salvador"

Bruce Wayne (Batman) y Tony Stark (Iron Man), encarnan el arquetipo del millonario innovador experto en tecnología. Y, aunque todos ellos son personajes ficticios de la cultura popular, es como si se hubieran instalado en nuestro inconsciente colectivo como nuestra salvaguarda ante cualquier riesgo existencial inminente.

En un giro sorprendente desde el Iluminismo hacia un utilitarismo tecnológico profundo -con una visión tecno-solucionista ingenua y superficial-, la tecnología representa la respuesta a todos los problemas del mundo; desde los cambios laborales hasta el cambio climático. O la respuesta al crecimiento económico ilimitado en un mundo de recursos finitos. Así, estos nuevos mega-billonarios tecnológicos como Elon Musk, Mark Zuckerberg, Jeff Bezos, Jensen Huang, Michael Dell, Larry Page, Sergey Brin, Sam Altman o Bill Gates -entre otros muy pocos más-, se han transformado en los nuevos "héroes" de la sociedad. Seres que resolverán todos nuestros problemas -"Deus ex machina"- en el instante final previo al desastre total.

Estas personas son las más ricas del mundo y esto las convierte en personas en extremo poderosas; social, cultural y políticamente hablando. Todos ellos son percibidos como genios empresariales que exhiben niveles únicos de creatividad, osadía, visión de futuro y experiencia en un amplio rango de temas y, por ello mismo, se han convertido en "expertos" en cualquier tema sobre el que sean consultados. Peor; muchos de ellos controlan las redes sociales clave y los medios de comunicación más importantes del mundo. Todo esto conforma un panorama inédito en la historia de la humanidad.

En la antigüedad el poder se asociaba con la fuerza física o con las conquistas y las hazañas militares. Hoy, Daron Acemoglu y Simon Johnson muestran que el poder se asocia con el «poder de persuasión». Cuanto mayor es el estatus social, más fácil se hace persuadir a los demás; como explican en su último libro "Poder y Progreso. Nuestra lucha milenaria por la Tecnología y la Prosperidad".

"Lo que estamos viendo en la actualidad no es un progreso inexorable hacia un bien común, sino la manifestación de una influyente visión compartida entre los líderes tecnológicos con más poder. Esta visión se centra en la automatización, la vigilancia y la recopilación de datos a escala masiva, lo que socava la prosperidad compartida y debilita las democracias. No es ninguna coincidencia que también multiplique la riqueza y el poder de esa élite tan reducida, a expensas de la mayoría de la gente normal. Esta dinámica ya ha alumbrado una oligarquía con una nueva visión: una camarilla de líderes tecnológicos con orígenes similares, una visión del mundo parecida, unas pasiones comunes y, por desgracia, unos ángulos muertos casi idénticos. Es una oligarquía, porque se trata de un pequeño grupo con una mentalidad compartida que monopoliza el poder social y desprecia sus efectos perjudiciales sobre las personas sin voz ni poder. La influencia de este grupo no proviene de tanques y misiles, sino de su acceso a los pasillos del poder y su influencia sobre la opinión pública", afirman.

Un acceso a la opinión pública que obtienen de las redes sociales y de los medios de comunicación de los cuales son dueños; e influencia y persuasión gracias al pedestal en el que los ponemos por su riqueza y por nuestra valoración de sus logros.

En 2018, Musk ofreció su ayuda para rescatar a niños atrapados en la cueva Tham Luang, y para ello se apersonó en Tailandia junto a un equipo de ingenieros de SpaceX y de The Boring Company. Formularon ideas descabelladas, inviables o peligrosas. "En cierto modo, los visionarios obtienen su poder de las anteojeras que limitan su visión y eso incluye los daños colaterales que prefieren pasar por alto"; otra vez, Acemoglu y Johnson. Por suerte, el gobierno tailandés optó por seguir con su plan original de utilizar buzos; un proceso lento, angustiante y muy poco espectacular; pero exitoso.

Otro tema que obliga a meditar: ¿qué opinión debería pesar más sobre qué es y qué significa "libertad de expresión"? ¿Las expresiones de Musk y Zuckerberg -dueños de X, Facebook e Instagram-, o las de, por ejemplo, un filósofo que toda su vida se haya ocupado del tema y cuyos argumentos hayan sido debatidos por sus pares? Varios cientos de millones de personas seguirán -sin considerar siquiera la otra visión-, lo que digan Musk y Zuckerberg.

Cuanto más nos adentramos en el paradigma según el cual "riqueza es poder", más aceptamos la "superioridad" de estos multimillonarios tecnológicos y la validez de sus argumentos los que, aun falaces, resultan "persuasivos".

Juegos de suma cero

¿Es mejor gastar un millón de dólares en autos de lujo o en aprender nuevas capacidades? Ambas cosas pueden tener un valor intrínseco -la belleza de un garaje repleto de autos fantásticos versus el orgullo de adquirir nuevos conocimientos-; pero lo primero es un símbolo de estatus y una ostentación; mientras que lo segundo "sólo" aumenta nuestro capital humano; lo que podría contribuir a la sociedad. La primera es una actividad de suma cero; la segunda no. Y, si bien hay muchas formas de contribuir a la sociedad, los gastos en actividades de suma cero son cada vez más en comparación con la inversión en actividades que no son de suma cero. Es fácil ver qué valoramos más. Quizás sea hora de repensar esto. Desdeñar este principio básico es el síntoma de un problema que no queremos ver. Tampoco debemos entronizarlos como "héroes"; menos como salvadores. Quizás sea hora de verlos por lo que son: personas que pretenden moldear nuestro futuro -por nosotros-; y sin nosotros. Muchos de ellos incluso sueñan con construir lanzaderas a otros mundos abandonando la nave nodriza enferma, herida de muerte y librada a su suerte. Todo lo contrario a un "héroe" de verdad.

 

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