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A poco de haber asumido por segunda vez como presidente de los Estados Unidos y ante la pregunta sobre el futuro de las relaciones entre ese país y América Latina, Donald Trump aseguró que deberían ser "geniales" ya que los latinoamericanos "nos necesitan mucho más de lo que nosotros los necesitamos". Luego agregó: "No los necesitamos. Nos necesitan. Todos nos necesitan".
Detrás de estas declaraciones se evidencia la impronta que Trump quiere darle a su segundo mandato, más enfocado en cuestiones denominadas de hig politics (alta política) tales como la seguridad, el terrorismo, la expansión geográfica y la competencia por el liderazgo mundial; temas en los que, aparentemente, América Latina tiene poco para aportar. En la visión de Trump, EE. UU. fue cediendo terreno –especialmente durante la administración Biden- frente a sus competidores y es tiempo de "Hacer grande de nuevo a Estados Unidos".
Muchos adeptos a las predicciones ven en este segundo mandato un cambio de era. Otros ya lo vislumbraron con la implementación del EURO; los atentados a las torres gemelas; la crisis financiera global de 2008; la pandemia del COVID-19; la invasión rusa a Ucrania o el desarrollo acelerado de la Inteligencia Artificial (IA), por citar solo ejemplos. Es cierto que el mundo cambió y lo sigue haciendo -en los últimos años a pasos acelerados-, pero, así como se observan cambios, también hay muchas continuidades, por lo que resulta difícil dilucidar con tanta premura el futuro inmediato. En el tema puntual de las relaciones entre EE. UU. con América Latina, las declaraciones del presidente Trump parecen ser parte de una convicción que perdura en el tiempo. En 2017, en ocasión de la visita del entonces presidente Macri a Washington, el presidente estadounidense dijo: "Yo voy a hablar de Corea del Norte y él me va a hablar de limones", para subrayar que los temas que le preocupan a la Casa Blanca pasan por cuestiones de relevancia en comparación con otras más periféricas a nivel internacional, como pueden ser las exportaciones de limones o de cualquier otro producto propio de las preocupaciones de los países de la región.
¿Lo dicho por Trump será acaso la expresión del típico realismo con el que suelen ser asociadas las administraciones republicanas? Podría decirse que, en parte, especialmente si nos atenemos a la primera afirmación: "Nos necesitan mucho más de lo que nosotros los necesitamos". Esto es real, aunque ciertamente alejado del tradicional y cada vez menos utilizado lenguaje diplomático. El realismo, como corriente de pensamiento de la política internacional, pretendía analizar los hechos tal como son y no como queremos que sean. La segunda parte de la alocución del presidente estadounidense parece responder más bien a una expresión de deseos que a la realidad misma: "No los necesitamos. Nos necesitan. Todos nos necesitan". El realismo político se sostiene en dos ejes fundamentales: poder e interés nacional. Ahora bien, el poder no es absoluto, sino que es relacional y el interés nacional no es inmutable. Hoy existe una clara puja por el poder mundial en todas sus dimensiones entre EE UU y China, por lo que parece poco realista pretender ganar la pulseada aisladamente. China lo sabe, es por lo que poco a poco fue desplazando a EE. UU. como socio comercial de gran parte del mundo otrora denominado "occidental". Es el principal socio de los países de Sudamérica y el segundo socio comercial de América Latina en general –sería el principal socio si se excluyera a México y sus vínculos con EE. UU. y Canadá a través del férreo Tratado que une a los tres países de Norteamérica.
¿Realismo o utopía?
Si se piensa en el poder como expresión de fuerza y el interés nacional se asocia pura y exclusivamente a la seguridad nacional, parecería que la visión trumpista responde a los postulados realistas. Sin embargo, para otros más bien reflejan una postura utópica propia de quienes no distorsionan la realidad para pretender que ésta no sea lo que es. El pensamiento utópico no debe entenderse en el sentido que le dio Tomás Moro y la corriente a la que el realismo, por oposición, denominó "idealista" por pretender que el eje de la organización del sistema internacional se sustenta en la paz y en la armonía. La utopía es más bien, siguiendo al Diccionario de la Real Academia, como parte de un proyecto irrealizable teniendo presente las condiciones actuales. Parece ilusorio o un "no lugar" o "lugar inexistente", pretender que la hegemonía estadounidense sigue intacta como lo fue en los años '40 o '90 del siglo pasado.
Podría decirse, con mucho asidero, que no hay nada más alejado de Donald Trump que lo ilusorio o utópico. Hábil en los negocios, es más bien un pragmático e implacable CEO que no busca sino sacar la mayor ventaja posible de sus adversarios, no solo con sus actos, sino con sus palabras. Ahora bien, en política internacional el valor de la palabra es significativo y no solo tiene peso simbólico, sino que inclusive puede acarrear consecuencias tangibles y concretas.
¿Podría ser plausible, entonces, que las declaraciones del presidente estadounidense no obedezcan a una estrategia consciente para obtener un resultado determinado, ni tampoco a una expresión de deseos anclada en un pasado cada vez más lejano? ¿Y si se tratase más bien del reflejo de la ignorancia de Trump sobre la región? Quizás no ignore que desde el año pasado México se erigió como el principal socio comercial de los EE UU, y probablemente tampoco se le pase por alto que casi el 22% de las exportaciones totales de EE. UU. tienen como destino a América Latina y El Caribe. Pero, quizás no esté al tanto de que alrededor del 85% de sus exportaciones de petróleo refinado (principal rubro de exportación) tiene como destino América Latina y El Caribe. Podría suceder que el presidente desconozca que más del 20% del petróleo crudo, hierro y oro que importa EE. UU. proviene de América Latina. ¿Sabrá que más del 77% del cobre y más del 90% del carbonato de litio que importa también provine de esta región?
Para ser un ignorante no es necesario desconocer toda la realidad; basta con desconocer partes de ella. Es cierto que podría suponerse que este argumento subestima al líder de la todavía principal potencia mundial y que, en realidad, como típico hombre de negocios, con declaraciones como las efectuadas busca estratégicamente "bajarle el precio" a los países latinoamericanos para luego negociar desde una posición de mayor fortaleza. Si se tratase de una negociación comercial ese razonamiento pareciera tener sustento, pero se está en presencia de un escenario donde no todo gira en torno al precio.
¿Podría EEUU, por su propia cuenta, enfrentar al narcotráfico sin la cooperación de Colombia o México? ¿Podría pensar en luchar contra el terrorismo sin la colaboración de las autoridades de la triple frontera, por ejemplo? ¿Y qué decir sobre el uso pacífico de la energía nuclear o la exploración de la Antártida con fines pacíficos? Quizás no haya una única respuesta. Quizás haya parte de cierto en cada una de ellas y, si esto fuera así, habría que pensar en una estrategia inteligente y desideologizada desde América Latina, para asumir el nuevo desafío al que se enfrenta. En este punto, las simplificaciones no ayudan. Volviendo a Hans Morgenthau (*), éste sostenía que "la primera lección que debe aprender el estudiante de la política internacional, y que debe asimismo no olvidar nunca, es que las complejidades de los asuntos internacionales hacen imposible las soluciones sencillas y las seguras profecías". Ojalá nuestros dirigentes también lo entiendan así.
* Hans Joachim Morgenthau (1904 -1980) fue una de las figuras más importantes del siglo XX en materia de política internacional. Sus trabajos se corresponden con la tradición realista en la teoría de las relaciones internacionales.