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Luego de que el mundo probó el sabor amargo de la liberación de las fuerzas ocultas del átomo en Hiroshima y Nagasaki se produjo un cambio de paradigma y se entendió que el uso de armas atómicas podía llevar a un holocausto nuclear.
La energía atómica podía, en cambio, utilizarse benéficamente para generar energía y también para el tratamiento de tumores cancerígenos a través de isótopos radiactivos, entre decenas de otras aplicaciones del uso pacífico controlado.
La CNEA, hito científico
Lo cierto es que hacia finales de la década de 1940 comenzó una búsqueda de minerales radiactivos a lo largo y ancho del territorio nacional. La creación en 1952 de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) fue un paso decisivo y colocó a la República Argentina en el mapa nuclear del planeta. Nuestro país desarrolló la cadena completa del uso del átomo desde los yacimientos minerales a las centrales nucleares. La búsqueda de minerales llevó a que se ubicaran más de cinco mil manifestaciones radiactivas en el país.
Si obviamos que ya en la década de 1870 hubo descripciones de minerales de uranio por parte del alemán Germán Avé-Lallemant (1835-1910), o la búsqueda de aguas termales radiactivas a comienzos del siglo XX, las primeras menciones modernas corresponden a Calamuchita (Córdoba) descubiertas en 1935 y descriptas primero por Remigio Rigal (1938) y más tarde por Luciano R. Catalano en su libro "Radioelementos y la constitución atómica y corpuscular de la materia y la energía: Yacimientos argentinos de minerales de radio, uranio, vanadio, niobio, tantalio" (Buenos Aires, 1940). Esta obra, como muchas otras de Catalano, ejemplo "Boro, Berilio y Litio" (1964), resultaron pioneras y proféticas.
Algunas de las manifestaciones se transformarían en yacimientos explotables como "Don Otto" en Salta y "Sierra Pintada" en Mendoza. Y también en el hallazgo de un gran depósito en Chubut ("Cerro Solo"), que fue estudiado y explorado pero que no entró en explotación. La República Argentina tiene recursos confirmados para varias décadas de explotación de minerales radiactivos en las Sierras Pampeanas y en el eje cordillerano. Cientos de geólogos, técnicos mineros y otros profesionales tuvieron un rol protagónico en la prospección, exploración y explotación de los yacimientos de uranio.
Figuras señeras
Merece destacarse el papel que le cupo a dos grandes figuras de la ciencia argentina como fueron los doctores Victorio Angelelli y Pedro Nicolás Stipanicic. Precisamente uno de los depósitos nucleares salteños lleva el nombre "Pedro Nicolás" en homenaje de este último, a quien respetuosamente apodaban "El Zar".
Un hecho trascendente fue el hallazgo de huesos mineralizados con uranio en El Brete (La Candelaria, Salta) a finales de la década de 1950. El autor del hallazgo fue el geólogo Celestino Danieli (1920-1987), gran referente de la geología tucumana, que publicó un trabajo sobre el tema en el Acta Geológica Lilloana (1960).
A mediados de la década de 1970 ese dato atrajo la atención de José F. Bonaparte quien haría allí un hallazgo extraordinario para la ciencia paleontológica con el descubrimiento de una gran cantidad de huesos de dinosaurios carnívoros y herbívoros, así como de un grupo de aves únicas: los enantiornites. El hallazgo fue dado a conocer en 1977 y se convirtió en un descubrimiento de clase mundial. Uno de esos dinosaurios, el titanosaurio Saltasaurus, con el nombre de Salta, llegó a Disney y a todas las enciclopedias importantes sobre dinosaurios. Lo mismo ocurrió con las aves enantiornites las cuales convivieron y se extinguieron con los dinosaurios.
A partir de 1957 se incentivó la prospección de uranio con la creación de la seccional norte de la CNEA con sede en Salta y que abarcaba también las provincias de Jujuy y Tucumán. Muchos geólogos tuvieron entonces un rol protagónico, entre ellos César Santiago Pagés, Aníbal Pozzo, Angel Santomero, Jorge Moya, Luis Raúl de la Fuente, Miguel Ibañez, Otto Mastandrea, Jorge Raúl Valdez, Jorge Luis Gamba, Mario A. Raskovsky, y los químicos Pérez Felipoff y Obdulio Errichetti, entre otros.
Tuve la suerte de trabajar muchos años con Raskovsky quien me relató gran parte de la historia de la prospección del uranio en Salta de la cual él fue protagonista. Las prospecciones empezaron en la región de Iruya y Santa Victoria, pero enseguida cambiaron a la Quebrada de las Conchas, en la turística ruta a Cafayate, donde la primera anomalía notable se encontró en la zona de "El Fraile". Mientras recorrían la quebrada en busca de anomalías radiactivas por la ruta nacional 68, en Puente Morales, se descubrieron ranas fósiles perfectamente preservadas con sus esqueletos carbonizados completos. Ibañez las entregó a Osvaldo Reig quien las bautizó en 1959 como Saltenia ibañezi. Muchos otros restos fósiles se encontraron desde entonces en lo que fue un lago de ambiente volcánico de la época de los dinosaurios. En 1959 se encontró una manifestación radiactiva en la Cuesta del Obispo, en "La Herradura" (Providencia) sobre la ruta provincial 33 y otra "La Despedida" en el río Grande de Pampa Grande (Guachipas).
Marcas de harina
Jorge L. Gamba, uno de los primeros geólogos salteños y aficionado a la aviación, instaló equipamiento en un pequeño Piper de dos plazas y cuando observaba en el instrumental una anomalía radiactiva soltaba bolsas de harina que impactaban en el terreno dejando su marca blanca. Esto orientaba a los geólogos de campo. Allí vendría el hallazgo de la estructura uranífera de Tonco-Amblayo y el descubrimiento y puesta en marcha de la mina "Don Otto". Los hallazgos se sucederían uno tras otro alumbrando depósitos de mayor o menor riqueza la mayoría de ellos ubicados en la Formación Yacoraite, una caliza amarilla del Cretácico de amplia distribución en el norte argentino.
Gracias a esos descubrimientos los ojos del país se posaron en Salta y se reforzó el personal y equipos de la CNEA. Y se fueron sumando calificados profesionales como Gustavo Tufiño, Juan Carlos Apaza, Raul César Figueroa, Néstor Davids, Hipólito Salinas, Raúl Omar López, Luis Azamor, José A. Salfity, Andrés Lencinas, Ricardo F. Bustos, Jorge A. Solís, Hugo Romano y Sergio A. Gorustovich, quien se doctoró en la UNSa con una tesis sobre yacimientos de uranio. Sin olvidar el rol que tuvieron los técnicos como Arnaldo Cruz, Héctor Hugo Elías, Antenor Izza, Jorge Darruy, Simón Alaniz e incluso quien luego se destacaría como un afamado artista plástico, don Antonio Neri Cambronero (1929-2003).
Don Otto y Loa Berthos
Los trabajos de búsqueda del uranio continuaron y nuevos depósitos y manifestaciones se descubrieron en diversos ambientes del NOA. Entre ellos en las rocas volcánicas de la Puna llamadas ignimbritas. El uranio se comenzó a procesar en "Don Otto" mediante el método de lixiviación en pilas que consistía en regar con una solución acidulada el mineral extraído de las galerías subterráneas para ir concentrando el metal. Luego se trataban esos líquidos con una lechada de cal para obtener el "Yellow Cake" o torta amarilla, un barro ocre que se enviaba a Córdoba para su tratamiento. En los últimos años de "Don Otto", década de 1970, se implementó el uso de resinas de intercambio iónico que permitían una recuperación mayor del uranio.
Es interesante destacar que parte del uranio salteño fue en esos años enviado a Israel como parte de un convenio de intercambio de equipamiento y tecnología de radioisótopos. También se enviaba el uranio salteño a Alemania donde se preparaban las pastillas de óxido de uranio de pureza nuclear que se utilizaba como combustible en las centrales atómicas argentinas. El equipo profesional de la CNEA se enriquecería luego con Franco Guidi, José Burgos, Vicente Chiaradía, Víctor Landi, Silvio Valdez, Félix Palomo, Sebastián Córdoba y Jorge Anesa.
Este último continuó por su cuenta el estudio de los minerales radiactivos y actualmente posee un museo privado mineralógico y numismático en Cafayate de interés turístico y educativo. Don Otto estuvo activo por tres décadas y fue cerrado cuando se encontraba en el tope de su desarrollo y producción. En 1978 tuve la oportunidad de realizar allí mi tesis profesional en el estudio de las huellas de dinosaurios de la Quebrada de la Escalera en el yacimiento uranífero "Los Berthos" con el apoyo de CNEA. Más tarde, en 1990, volvimos al lugar con los fotógrafos de la National Geographic Louie Psihoyos y John Knoebber, el geólogo Ricardo F. Bustos y los estudiantes, hoy notables profesionales, Pablo Dib Ashur, Esteban Tálamo y Benjamín Heit. A resultas de ese viaje la revista National Geographic publicó una foto a doble página de las huellas de dinosaurios del Tonco en enero de 1993. Los estudios geológicos realizados en el valle sinclinal de El Tonco, gracias a la exploración del uranio, permitió el hallazgo de muchos otros fósiles que engrosaron el conocimiento de la paleontología del Cretácico superior, entre ellos cientos de huellas de dinosaurios carnívoros, herbívoros y aves enantiornites, restos óseos de peces y cocodrilos, plantas y gasterópodos.
La epopeya del uranio salteño es una de las páginas más importantes de la minería argentina y merece ser recordada y contada para las futuras generaciones.
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