inicia sesión o regístrate.
La abstención para votar en las elecciones es una poderosa herramienta para cuestionar el sistema político que distribuye el poder. En el pasado, la abstención yrigoyenista por el "fraude patriótico", la abstención en la "década infame" o la abstención en gobiernos civiles y militares ante la proscripción del peronismo; fueron una herramienta política eficiente, para lograr los cambios de una sociedad que no encontraba representación política cuestionando el sistema político vigente.
En las últimas seis elecciones provinciales – como en el pasado reciente – se expresó el cuestionamiento a la representación política con una notable ausencia del electorado, donde el voto positivo fue del 57,70% y la abstención del 42,3%.
En este sentido, en las provincias de Santa Fe, participó el 55,6%; en San Luis, el 60,5%; en Salta, el 58,76%; Chaco participó el 52,1%; en Jujuy, el 63%, y en Ciudad Autónoma participó el 56,29 %. El promedio de participación en estas seis elecciones fue del 57,70%, la abstención del 42,3%, que expresa el cuestionamiento a la dirigencia política.
El desdoblamiento de las elecciones provinciales con las nacionales se realizó argumentando que se debía promover el debate sobre temas provinciales. Pero no pasó, por el contrario, la presencia de los principales dirigentes nacionales apoyando a sus candidatos provinciales puso en discusión el apoyo o rechazo a la política del presidente Javier Milei.
Seis elecciones que fueron atravesadas por el alto nivel de abstención, la presencia de un nuevo partido político LLA y un llamado a plebiscitar el plan antiinflacionario.
Nuevas caras y viejos egos políticos
La abstención de ir a votar y la opción del voto positivo por caras nuevas para legislar, nos muestra nítidamente el cuestionamiento a los dirigentes que repiten sus mandatos o a quienes inauguran su participación en agrupaciones políticas deslegitimadas, como el kirchnerismo o los partidos provinciales que no obtuvieron bancas o redujeron a la mitad su representación política.
Entonces, ¿qué sucede cuando los oficialismos provinciales necesitan reafirmar su política y la mitad de la población habilitada para hacerlo no va a votar y la otra mitad elige ignotos dirigentes de partidos nuevos? Ocurre, que, al margen de la dirigencia política, la sociedad tomó nota y decidió.
Decimos, tomó nota, porque mientras, la gente compraba y se asustaba de los precios en la feria, tomaba un colectivo con el que siempre llegaba tarde a trabajar, llevaba a los niños a la escuela que se llovía o comentaba sobre el último asalto, seguía la disputa de egos de los candidatos.
Seguía la pelea dirigencial por los cargos y se conformaba una idea decisiva: votar a gente nueva, no importa el partido político; ¿porque no importa el partido político? Primero porque la propaganda política en las provincias estuvo diseñada para plebiscitar el plan antiinflacionario, segunda porque se reivindica la imagen en lugar de la honestidad y la prudencia; tercero porque el sistema electoral es complicado, inaccesible y opaco.
En estas circunstancias, se vota a favor de lo que se palpa cotidianamente, es decir, la baja inflación, la aparición del crédito y reducción de precios en algunos sectores. También, intuitivamente se supo a quién no votar, ya que los candidatos conocidos sólo decían frases hechas y gastaban en carteles, haciendo un sonoro silencio sobre las causas de la pobreza, la desocupación, la informalidad laboral o la inseguridad.
La combinación del bajo porcentaje de votantes y aumento considerable del caudal electoral del partido oficial LLA, nos lleva a hacernos otra pregunta; ¿importa la gente nueva? Si, porque se piensa que, aunque con ideas diferentes a las nuestras – expresadas con discriminación y odio – tramitarán mejor la política que los "conocidos de siempre" expertos en servirse de lo público y cometer los mismos errores.
Luego, abstenerse de votar y votar inexpertos en las lides políticas, no significa estar en contra de la política o de la democracia, sino a favor de que se tome nota de las demandas sociales y políticas de quienes no están representados, en un escenario de polarización política y desconfianza hacia la dirigencia política y las instituciones democrática.
Pacto entre partidos políticos
La crisis de la representación política se ve en esta coyuntura, donde casi el 43%, se abstiene y el resto, deja de lado los partidos tradicionales y hace realidad la personería política de un nuevo partido: la LLA, que lidera el espacio de la derecha en Argentina, sale segundo en Jujuy, gana en la capital de Salta y sale primero en CABA.
El buen resultado del partido oficial legitima las políticas del gobierno, que deberá ser puesto a prueba en las elecciones de octubre, donde el mejor resultado posible no le dará la mayoría necesaria en ambas cámaras de senadores y diputados. Por lo que, el presidente Milei deberá – más temprano que tarde – construir alianzas que le permitan avanzar en las reformas económicas y políticas.
Entonces, la baja de la inflación es buena para los pobres, el superávit fiscal es positivo para el mercado bursátil, pero no habrá inversiones para crecer sino se avanzan sobre las reformas impositivas, previsionales y laborales. El discurso del odio no es bueno para la política y no habrá leyes sin acuerdos entre el partido oficial y los partidos opositores que nos permitan vertebrar un modelo de país con crecimiento, con señales claras de sustentabilidad en el tiempo.
La historia política, nos muestra que los acuerdos que se suceden en varias administraciones consecutivas, desde el Pacto de la Moncloa, la Concertación Chilena o Frente Amplio Uruguayo, entre otros, son acuerdos y pactos políticos entre partidos, no entre dirigentes. Tener en cuenta esta diferencia es la clave para comprender la deriva política de Argentina.
En suma, atendiendo el mensaje de la sociedad, alertados por el nivel de abstención y haciendo votos por los acuerdos posibles entre las distintas ideas corporizadas en los partidos políticos; no nos dejemos llevar por la tentación de los cantos de las sirenas del individualismo y la anti política, que proponen acuerdos entre dirigentes y no entre partidos políticos y nos aferremos como Ulises en su odisea al palo de los consensos políticos, los acuerdos entre partidos y la amistad cívica.
.