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Cada tanto, los sistemas educativos enfrentan desafíos que los obligan a repensarse desde sus raíces. Estamos transitando uno de esos momentos. El ingreso de la inteligencia artificial (IA) en el aula y en la gestión curricular está generando un verdadero cambio de paradigma en la forma en que enseñamos, aprendemos y administramos los procesos educativos.
Hoy, las instituciones de todos los niveles deben preguntarse: ¿qué lugar tendrá el docente en un mundo donde las máquinas sean capaces de corregir trabajos, armar programas de estudio o responder consultas estudiantiles en segundos? ¿Cómo formar a estudiantes que convivirán y trabajarán con IA en casi todos los ámbitos de su vida? ¿Y qué tipo de liderazgo educativo necesitamos para acompañar este cambio?
Lejos de los discursos apocalípticos o excesivamente optimistas, lo cierto es que la IA ya está transformando la educación. Y lo hace desde adentro: no como una amenaza, sino como una poderosa herramienta para liberar tiempo, personalizar procesos y fomentar el pensamiento crítico y creativo. Pero para que ese potencial se concrete, es necesario repensar el modelo de enseñanza tradicional, que sigue atado a lógicas del siglo XX, con alta carga burocrática para el docente y un currículo rígido, poco sensible a las necesidades del siglo XXI.
El modelo y el asistente
En el trabajo que fue seleccionado por la Academia Internacional y presentado en la 17ª Conferencia Internacional de Educación Superior, Tecnología e Innovación, celebrada en Palma, España, propusimos el modelo AGCIA, una sigla que sintetiza un enfoque para repensar la gestión curricular apoyada en inteligencia artificial. Este modelo se sustenta en cinco pilares:
1. Automatización de tareas repetitivas
2. Gestión inteligente de datos curriculares
3. Colaboración docente-asistida por IA
4. Innovación pedagógica personalizada
5. Alineación con competencias transversales y específicas
Para ponerlo en práctica, diseñamos un asistente virtual llamado PROFE, capaz de asistir a los docentes en múltiples tareas: desde la redacción de programas hasta la verificación del cumplimiento de estándares, o la propuesta de actividades que respondan a competencias del plan de estudios. Este asistente permite que los profesores puedan concentrarse en lo que realmente importa: pensar cómo enseñar mejor, cómo innovar, cómo llegar de forma más efectiva a sus estudiantes.
La experiencia en UCASAL nos permitió observar resultados alentadores (experimentación a pequeña escala): reducción de la carga administrativa, mejora en la calidad de los programas educativos, y una mayor coherencia con los perfiles de egreso propuestos. Además, el uso de IA como apoyo al desarrollo docente fomenta la apropiación crítica de la tecnología: no como sustituto, sino como ampliación de las capacidades profesionales.
Un cambio de paradigma
El verdadero cambio no es solo tecnológico. Es cultural y pedagógico. La IA nos obliga a preguntarnos: ¿Qué es lo que hace valioso el rol docente? ¿Qué podemos enseñar que las máquinas no pueden? Y la respuesta tiene que ver con habilidades profundamente humanas tales como: la empatía, la ética, la capacidad de inspirar, de generar comunidad y pensamiento divergente.
Ser humano, en esta era, es cultivar lo que no puede automatizarse: la curiosidad, la creatividad, la reflexión crítica.
La IA puede automatizar procesos, pero no puede reemplazar la conexión humana que se produce cuando un docente transforma la vida de un estudiante con una pregunta desafiante, una mirada alentadora o una propuesta innovadora.
Por eso, la incorporación de IA en la educación no puede ser pensada como una mera cuestión técnica, sino como una oportunidad para redefinir lo que entendemos por enseñanza de calidad. Debemos pasar de modelos de reproducción de contenidos a modelos que fomenten el aprendizaje activo, la resolución de problemas, la colaboración y la autonomía. La IA, bien utilizada, puede ayudarnos a hacer ese salto.
Escuela, universidad y futuro
La escuela y la universidad del futuro no serán espacios donde se memoricen datos que la IA puede proveer en segundos. Serán, o deberían ser, entornos donde se forme a los estudiantes para dialogar con las máquinas, pero también para cuestionarlas, interpretarlas y ponerlas al servicio del bien común.
Esto implica nuevas responsabilidades para los educadores, los directivos y los responsables de las políticas públicas. Necesitamos formación docente continua que integre el uso ético y pedagógico de la IA, inversión en infraestructura tecnológica, y marcos normativos que promuevan la transparencia, la privacidad y la equidad en el uso de estas herramientas.
Y, sobre todo, necesitamos recuperar el sentido profundo de educar: formar personas que no solo sepan cosas, sino que sepan pensar, decidir y convivir. En un mundo saturado de datos e inteligencia artificial, la inteligencia humana, emocional y ética será más necesaria que nunca.
Menos burocracia, más innovación
El futuro de la educación no está escrito, pero se está escribiendo ahora. Y como educadores, investigadores y ciudadanos, tenemos la oportunidad –y la responsabilidad– de intervenir en esa escritura.
Modelos como el AGCIA y herramientas como PROFE son solo una muestra de lo que se puede lograr cuando combinamos el poder de la IA con una visión pedagógica clara, orientada a potenciar lo humano. Si liberamos a los docentes de tareas administrativas, si usamos la tecnología para personalizar el aprendizaje y si formamos a nuestros estudiantes para ser creativos, críticos y éticos, entonces estaremos dando un paso decisivo hacia una educación más justa, dinámica y significativa.
No se trata de temer a la IA, sino de ponerla al servicio de una educación que nos prepare para un mundo que cambia cada día más rápido.
* Silvia Álvarez es economista y doctora en Educación. Es secretaria general de UCASAL. Recientemente participó como ponente en la 17ª Conferencia Internacional de Educación Superior, Tecnología e Innovación, EDULEARN25, celebrada en Palma, España, donde presentó el trabajo "Curriculum Management and Artificial Intelligence" realizado en coautoría con la magister Neli Sarmiento y el técnico en sistemas Ricardo Jiménez, la Universidad Católica de Salta (UCASAL) y que fue seleccionado por la Academia Internacional de Educación para tal ocasión.