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El intervencionismo económico de Trump

Jueves, 21 de agosto de 2025 02:29
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El segundo mandato de Donald Trump no deja de sorprender a los más avezados observadores internacionales. La controversia entre el primer mandatario y el "Wall Street Journal", sin duda el medio periodístico más respetado en la comunidad financiera, permite inducir una pauta que habrá de signar la evolución de la política mundial en los próximos años: la reaparición de una dimensión geopolítica en el escenario de la economía global.

Si bien es cierto que las sanciones económicas y el empleo de la política arancelaria como instrumentos de la política exterior estadounidense no constituyen ninguna novedad histórica, su utilización sistemática como una herramienta coercitiva sobre aliados y adversarios representa una innovación característica de esta era "Trump 2", marcadamente diferente a la anterior y signada por una discrecionalidad que puede graficarse en la disparidad de su criterio de aplicación en los distintos países y regiones.

Los países beneficiarios de la "tarifa base" del 10% pueden clasificarse en tres grupos, cuya configuración no se corresponde con la alegada pretensión de reducir el déficit comercial estadounidense. El primero está formado por tradicionales aliados militares de Estados Unidos: Gran Bretaña, con la que Estados Unidos tiene déficit comercial, y Australia, con la que tiene superávit. La segunda lista está integrada por algunos países árabes con los que Washington tiene buena relación: Arabia Saudita, con quien mantiene una balanza equilibrada, y Emiratos Árabes Unidos, Qatar y Egipto, con quienes tiene superávit. El tercer pelotón son cinco países sudamericanos con gobiernos de distinto signo pero distantes del eje Caracas-La Habana: Argentina, Chile, Colombia, Uruguay y Paraguay.

La tarifa del 15% correspondió a antiguos socios de Washington en la guerra fría: la Unión Europea, Japón, Corea del Sur e Israel. Estados Unidos tiene una balanza equilibrada con la Unión Europea y déficit comercial con Japón, Corea del Sur e Israel. La tasa del 19%, luego de una amenaza de imponer una carga del 40%, fue aplicada a cinco de los países del sudeste asiático integrados en la ASEAN (Vietnam, Malasia, Filipinas, Tailandia y Camboya) y la tasa del 20% para el sexto de sus miembros: Indonesia.

Las tarifas más altas fueron aplicadas a los países fundadores del BRICS: el 50% para Brasil e India, el 30% para China y Sudáfrica y el 25% a Rusia, sobre la que rigen otras represalias económicas originadas en la invasión a Ucrania. Pero cada uno de estos casos tiene características políticas muy distintas. Con China e India, Estados Unidos tiene un déficit comercial pero negociaciones en curso. Con Brasil, con quien Estados Unidos tiene en cambio superávit, y Sudáfrica existen sendos conflictos políticos con sus respectivos gobiernos. Con Rusia está todavía pendiente la materialización de un acuerdo definitivo que ponga fin a la guerra en curso.

Tres casos especiales, donde parecen haber predominado los intereses específicamente comerciales, son Canadá, con una tarifa del 35%, y México, con una tasa del 25%, que comparten con Estados Unidos un tratado de integración económica, y Suiza, con un sorprendente 39%. En relación a Canadá y México influye el diferendo sobre la protección de las fronteras comunes para el combate del narcotráfico.

¿Capitalismo de estado?

Las bruscas alteraciones que las constantes idas y vueltas de esa política, derivadas de la evolución de las negociaciones bilaterales con los países afectados, provocan en el mercado accionario de Nueva York obligan a los directivos de las corporaciones multinacionales a introducir un factor disruptivo en el análisis de sus estrategias empresarias que genera una cuota adicional de incertidumbre sobre el resultado de sus decisiones.

Pero en ese ambicioso juego internacional, enmarcado en una tendencia proteccionista orientada a promover la reindustrialización de Estados Unidos, Trump incorporó un elemento de política económica doméstica: la apertura de un inédito sistema de negociaciones entre la Casa Blanca y las grandes empresas, orientado a viabilizar los objetivos de la administración republicana.

En esa categoría entran los casos emblemáticos de la asociación con Nvidia, la empresa de alta tecnología más importante del mundo por su valor accionario, para destrabar la exportación de microchips a China, las conversaciones en marcha para acordar una participación estatal en Intel, otra de las firmas tecnológicas más relevantes de Silicon Valley y la adquisición de la "acción de oro", que destrabó la compra de la siderúrgica U.S. Steel por la japonesa Nippon Steel y otorga a la administración el poder de veto sobre las decisiones de la compañía.

El ejemplo de Nvidia causó asombro en Wall Street porque para Estados Unidos la provisión de microchips a China, en el marco de la disputa entre ambas superpotencias por el liderazgo tecnológico mundial, centrada hoy en la competencia por el predominio en el campo de la inteligencia artificial, más que un tema comercial es una cuestión de seguridad nacional.

El asunto es una parte sustancial del diálogo abierto entre Trump y su colega chino Xi Jinping. Después de una prohibición absoluta para esas exportaciones, sobrevino una autorización que implicaba la venta de productos de la penúltima generación y la precisión de que el Tesoro norteamericano embolsaría el 15% del valor de esas exportaciones, una retribución que lo convierte en un virtual socio de la empresa.

Quejas del establishment

Una nota editorial de Wall Street Journal contra la política económica de Trump denuncia que "hace una generación, la creencia popular sostenía que a medida que en China se liberalizara la economía se parecería a la estadounidense. En lugar de ello, el capitalismo de Estados Unidos está empezando a parecerse a China". Agrega que esa convergencia no empezó con Trump sino que ya mostró sus primeros síntomas durante el gobierno demócrata de Joe Biden.

En alusión a lo sucedido con Nvidia y United Steel, el editorial aclara: "Esto no es socialismo, en que el Estado posee los medios de producción. Se asemeja más al capitalismo de Estado, un híbrido entre capitalismo y socialismo en que el Estado guía las decisiones de firmas presuntamente privadas. China llama a su híbrido "socialismo con características chinas". Estados Unidos no ha llegado tan lejos como China o incluso como practicantes más moderados del capitalismo de Estado, como Brasil, India y, en ocasiones, Francia. Así que llamemos a esta variante "capitalismo de Estado con características estadounidenses". Sigue siendo un parteaguas respecto al espíritu de libre mercado que Estados Unidos encarnó antes".

Tras un subtítulo expresivo que reza "Cómo aprendimos a amar al capitalismo de Estado", la nota indaga las causas del fenómeno: "no estaríamos incursionando en el capitalismo de Estado si no fuera por la creencia, tanto del público como de ambos partidos, de que el capitalismo de libre mercado no estaba funcionando. Ese sistema incentivó a los directores ejecutivos, que buscaban maximizar sus ganancias, a trasladar la producción al extranjero. El resultado fue una reducción en la fuerza laboral manufacturera, la dependencia de China para productos vitales como minerales críticos y una inversión insuficiente en las industrias del futuro, como las energías limpias y los semiconductores".

Este ataque a Trump del diario predilecto del "establishment" financiero revela hasta qué punto el gobierno republicano está guiado por una concepción eminentemente geopolítica, fundada en la consigna de "America First", que muchas veces choca con los intereses de la banca neoyorquina. En esta pulseada arancelaria, la discusión económica aparece subordinada al antagonismo entre "patriotas y globalistas", una consigna siempre presente en la inflamada retórica de Trump.

Lejos del modelo de "capitalismo de Estado" que le atribuye el "Wall Street Journal", la dimensión geopolítica de su estrategia lleva a Trump a implementar un intervencionismo económico alejado del dogma del "lassez faire", reflejado en sus ácidas críticas al titular de la Reserva Federal, Jerome Powell, con invectivas jamás pronunciadas por un mandatario estadounidense

En este punto cabe la analogía del matutino neoyorquino: así como China adaptó el sistema de libre empresa para protagonizar un milagro económico sin antecedentes en la historia económica mundial, Estados Unidos parece encaminarse hacia un intervencionismo estatal selectivo, propio de las "economías de guerra", para no perder su amenazada condición de primera superpotencia.

* Vicepresidente del Instituto de Planeamiento Estratégico

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