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Un respiro que no debe encandilar a nadie

Viernes, 26 de septiembre de 2025 01:38
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Donald Trump le dio a Javier Milei un espaldarazo sorprendente con palabras cargadas de elogios y con un salvataje financiero de circunstancia, destinado a sobrellevar la crisis de desconfianza que estalló luego de la derrota electoral en la provincia de Buenos Aires.

Materialmente, se trataría de un swap de US$ 20.000 millones con la Argentina y la compra de bonos locales en dólares. El secretario del Tesoro norteamericano Scott Bessent anunció que "EE. UU. está listo para comprar bonos argentinos en dólares y lo hará según las condiciones lo exijan. También estamos preparados para otorgar un importante crédito stand-by a través del Fondo de Estabilización Cambiaria".

Pero más allá de los logros reales en materia de equilibrio fiscal y de un formidable frenazo a la inflación, que destaca el gobierno de los Estados Unidos, toda esta asistencia está condicionada a sostener la disciplina fiscal. Y Milei debe observar el pragmatismo de Trump, que privilegia la producción local y no tiene reparos en cerrar la economía. Es decir, dejar de lado la ortodoxia mística de las Fuerzas del Cielo y el "principio de revelación".

La ayuda llega en un momento crucial para la presidencia de Javier Milei; es una bocanada de oxígeno, pero no es gratuita. A partir de ahora, todos sus funcionarios deben dejar de lado la "política del videojuego", mirando al mercado y sin tomar el pulso de la realidad social. Y si no lo hacen, el presidente deberá reemplazarlos por personas más idóneas y pragmáticas.

Lo insinuaron Trump y sus funcionarios: construir alianzas políticas. Quieren que el electorado no esté obligado a decidir entre los restos fósiles del sueño bolivariano y la utopía decadente del anarcocapitalismo. En definitiva, esperan que Milei cumpla los compromisos y siga por el rumbo del saneamiento del Estado, pero sin caerse en el camino.

Las alianzas – y no la ayuda externa- brindarán la posibilidad de garantizar gobernabilidad en los dos años que restan hasta 2027, al aportar votos indispensables en el Congreso, donde ahora necesita asegurarse una mayoría de votos para sus proyectos de ley. Claro, bajando un poco la cabeza, ahorrando agravios y cediendo para avanzar. Es un cambio demasiado grande para el estilo de Milei, pero él sabe que "a la oportunidad la pintan calva, pero con una trenza". Y no hay que dejarla pasar.

El país necesita una política económica que no depende solo del gobierno nacional, sino que debe acordarla con los gobernadores, los legisladores y el sector empresario: la reforma drástica del régimen tributario nacional, provincial y municipal, para generar sustentabilidad del Estado y del aparato productivo. Y comenzar a salir de la economía informal, que crece desde hace décadas y está destruyendo el trabajo y la calidad de vida.

Una jugada fugaz y extraña

El gobierno dejó de lado la ortodoxia y eliminó las retenciones a las exportaciones agropecuarias hasta el 31 de octubre, o hasta sumar liquidaciones por US$ 7.000 millones de dólares. Lo logró en 72 horas. Ahora llueven las sospechas acerca que quiénes son los que se beneficiaron con una medida de tan corto tiempo, y cómo lo consiguieron.

Desde hace dos décadas, el campo reclama la eliminación definitiva de las retenciones, un impuesto fácil, pero corrosivo: el sentido común nos dice que para dinamizar la economía y estimular el ingreso de capitales (de origen nacional o externo) y generar industrialización y modernización es necesario fortalecer la actividad agroganadera de todo el país, así como aprovechar el enorme capital energético y minero.

A pesar de las admoniciones de las organizaciones ambientalistas y los acuerdos internacionales, la guerra de Rusia en Ucrania demostró que el gas y el petróleo siguen formando parte del aparato circulatorio del mundo, y que la energía atómica termina siendo una de las más ecológicas, económicas e indispensables. Es decir, es hora de reactivar nuestro proyecto nuclear.

Algunos opositores advirtieron sobre el costo de semejante ayuda. Depende de cómo se la use. Ni EE. UU., ni China, ni Rusia ni nadie hacen beneficencia. La coyuntura hizo posible esta asistencia: Trump necesita un aliado en el sur y Milei necesita dólares para poder seguir.

No es cuestión de exhumar la retórica antimperialista inspirada en el pensamiento de Valdimir Lenin, la figura central de la Revolución Rusa y fallecido en 1924. Retórica del siglo pasado.

Lo cierto es que, en las relaciones internacionales, nada es gratis. Estamos atravesando una transición muy traumática en el reacomodamiento del poder mundial.

Si el acuerdo de Milei con Estados Unidos va más allá de un financiamiento circunstancial; es decir, si la relación con aquel país supone un mimetismo político y diplomático con el proyecto del presidente republicano, a cambio de asistencia, la Argentina se va a sumergir en compromisos, ingenuos o irresponsables, que van a salir mal.

Estados Unidos muestra una relación cambiante con la ONU y con Europa. Y la promesa de Trump de convertirse en el gran pacificador del mundo demostró sus propias limitaciones en la política internacional.

La invasión rusa en Ucrania entra en su tercer año sin resolución clara. Además, las aspiraciones de Vladimir Putin se extienden sobre Polonia, los países bálticos y Escandinavia. Y hacen temblar al continente.

La guerra de Israel contra Hamás (e Irán) en Gaza está aniquilando a la población palestina y sumerge en la incertidumbre a todo Medio Oriente y Asia central.

El recrudecimiento del crimen organizado afecta a todo el Caribe, pero Trump lo ha tomado como pretexto para una avanzada militar sobre Venezuela que amenaza a todo el continente.

Entre tanto, Ji Yinping convoca a Pekín a los líderes de Rusia, Corea del Norte e India, en un acercamiento que supera ancestrales rivalidades y recelos.

En este escenario, la Argentina debe defender sus intereses y hacer valer sus recursos. La predisposición de Milei para aferrarse a un liderazgo impredecible como es el de Donald Trump, entraña un riesgo para la Nación que ningún salvavidas financiero justificaría.

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