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La mesa navideña tuvo un ausente que desgarró el alma de una familia entera. Mientras el resto del país celebraba, en el hogar de los Mendoza, el silencio frente a la silla vacía resonó como un estruendo. Tiago tenía apenas 14 años cuando su vida fue apagada de cinco puñaladas. Hoy, ese vacío se transformó en un grito de guerra digital y social: su familia, movida por la desesperación y lo que consideran una traición de la justicia salteña, decidió publicar el video del momento exacto del asesinato.
La tarde en que Tiago Mendoza murió no terminó cuando se apagaron las luces del hospital. Para su familia, el tiempo quedó suspendido en ese instante y desde entonces cada decisión judicial volvió a abrir una herida que nunca cerró. La reciente libertad del menor acusado de haberlo atacado fue el punto de quiebre que los llevó a tomar una decisión límite: hacer público el video del asesinato.
Las imágenes, registradas por cámaras de seguridad, muestran el momento en que Tiago es atacado con cinco puñaladas. El material es breve, pero suficiente para reconstruir una secuencia que la familia considera clave: la agresión, la presencia de otras personas en el lugar y un corte en la grabación durante los minutos en que el adolescente es trasladado al hospital. El video se viralizó rápidamente en redes sociales y generó una fuerte conmoción.
En el posteo que acompañó la difusión, los familiares fueron contundentes: “No fue un accidente ni un juego. Fue un asesinato cometido con conciencia”. También explicaron que la publicación no responde al morbo, sino a la necesidad de que “se entienda la verdad” y de sostener un reclamo que, aseguran, la Justicia no atendió. “La edad no borra la responsabilidad. Tiago fue asesinado”, afirmaron.
El trasfondo de la decisión está ligado al sobreseimiento del adolescente imputado, una resolución que dejó al presunto agresor en libertad y que fue recibida por la familia como una traición. En un video posterior, grabado tras salir de tribunales, una de las abuelas de Tiago expresó su decepción con la Justicia, apuntó contra el juez interviniente y relató el impacto que la causa tuvo en la vida cotidiana del entorno familiar.
“Marchamos con frío y con calor, pedimos una justicia justa, y hoy volvemos a casa con una silla vacía”, relató entre lágrimas. En su testimonio, rechazó versiones que circularon sobre la víctima y defendió la imagen de su nieto: “Tiago no era un delincuente”. También cuestionó lo que consideró un uso político del caso y denunció que, a su entender, no se valoró la vida del adolescente.
La familia insiste en que la difusión del video es una forma de protesta y de pedido público de esclarecimiento, no solo para el caso de Tiago, sino para otras familias que atraviesan situaciones similares. “Que mi hijo no sea uno más en una lista”, repiten, mientras advierten que continuarán visibilizando el hecho hasta obtener una respuesta judicial distinta.
El caso volvió a instalar un debate incómodo y profundo: el alcance de la responsabilidad penal juvenil, los límites de las decisiones judiciales y el lugar de las víctimas en los procesos. En Salta, el nombre de Tiago Mendoza quedó asociado a una pregunta que todavía no tiene respuesta: cómo se construye justicia cuando una familia siente que todo ya fue decidido sin escucharla.