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5 de Octubre,  Salta, Centro, Argentina
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Huayra: 32 años de cultura carnavalera e identidad popular

La agrupación del barrio 20 de Febrero sostiene su espíritu comunitario pese a las dificultades económicas.
Domingo, 05 de octubre de 2025 02:04
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Javier López, director de la Agrupación Cultural Huayra, ubicada en el barrio 20 de Febrero, representa la historia y la pasión de un tambor que lleva 32 años resonando en los carnavales salteños. Para él, Huayra es mucho más que una comparsa: es identidad, memoria y comunidad. Cada compás que resuena en los corsos encierra el eco de generaciones que encontraron en la música una forma de pertenencia, una manera de celebrar la vida.

La agrupación nació en 1993 impulsada por vecinos del barrio como Jesús Ramón Vera, Óscar Tarifa y Daniel Cardozo. López recuerda que aquel primer año ingresó como cajero, sin imaginar que ese sería el inicio de un camino que lo marcaría para siempre. Con el tiempo, aprendió el recorrido de los grandes directores y caciques que mantuvieron viva la llama de Huayra, un fuego colectivo que, más que apagarse, se fortaleció con cada carnaval y con cada nueva generación que se sumó al grupo.

A lo largo de más de tres décadas, la agrupación atravesó transformaciones significativas. Cambió de nombre en distintas etapas: primero se llamó Civilización Huayra, luego Huayra Calpay y finalmente adoptó el nombre actual de Agrupación Cultural Huayra. Este proceso marcó una evolución que fue más allá del carnaval, incorporando no solo música y danzas, sino también artesanías, charlas y actividades culturales en toda Salta y el norte argentino.

El logo es la esencia

El logo resume la esencia de la agrupación: una lechuza, los cuatro elementos, la serpiente, el sapo, el suri y la chacana en el centro. Cada símbolo representa la conexión con la naturaleza, la sabiduría, la educación cultural y el sello distintivo que caracteriza a Huayra.

Salir a la calle durante los carnavales no es solo una cuestión de pasión, sino también un desafío económico. López explica que un gorro puede necesitar hasta tres kilos de plumas, cuyo precio ronda los 200 mil pesos por kilo, sin contar el costo de las telas —que oscilan entre 3 mil y 10 mil pesos— y de las tumbadoras, que pueden valer entre 30 mil y 50 mil pesos. Ante estas dificultades, la solución en los últimos años ha sido improvisar, reciclar y buscar alternativas para que todos los chicos puedan participar. Según López, cada detalle tiene una justificación: cada elemento se adapta al presupuesto sin perder la identidad que los distingue.

Detrás de cada desfile, hay meses de trabajo silencioso, de manos que cosen, pintan, limpian y preparan con dedicación los trajes que darán color a las calles. Ese esfuerzo colectivo, muchas veces invisible, es el que mantiene viva la esencia del carnaval y convierte a Huayra en una verdadera familia. Allí, cada integrante aporta lo que puede: tiempo, talento o energía, con la convicción de que el espíritu de la comparsa es mucho más grande que las dificultades materiales.

Para Javier López, Huayra es parte inseparable de su vida. Desde niño creció dentro de la agrupación, aprendiendo música, danzas y compartiendo una comunidad que lo acompañó en cada etapa de su camino. A pesar de los altibajos, la pasión por los tambores y por su gente siempre lo llama de vuelta. En sus palabras, el sonido del bombo no es solo ritmo: es un latido que le recuerda de dónde viene y hacia dónde va.

 

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