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"La Unión de los Amigos" y las bromas con "Pajarito" Velarde

"La Casa de Güemes" clausurada por falta de higiene el 5 de septiembre de 1975.
Domingo, 05 de octubre de 2025 02:04
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El ya desaparecido negocio conocido como "La Unión de los Amigos" que estaba en España 730 de nuestra ciudad, fue clausurado –según memoriosos- en dos oportunidades. La primera fue a principios de los años '50, sanción que motivó una recordada broma que "Pajarito" Velarde gastó a sus amigos. La segunda clausura ocurrió en 1975 y ella sirvió para que El Tribuno difundiera la rica historia de esa casona.

Recordemos que "La Unión de los Amigos" era un negocio que al momento de su última clausura (1975) figuraba bajo el rubro de "Pizzería" pero en realidad y desde hacía varios años, era mucho más que eso e incluso, hay quienes dicen que nunca vieron por ese lugar una pizza aunque admiten que uno de sus dueños era un italiano. Casi todos los consultados coinciden que se trataba de un negocio gastronómico que con el paso del tiempo se había transformado en uno de los más populares bodegones de la ciudad. Para ello, había contribuido por una parte su privilegiada ubicación en la "city salteña" ya que sus principales clientes fueron los bancarios, empleados que solían hacer un alto en sus tareas luego de las 11 de la mañana para recalar en La Unión de los Amigos. Recordemos que por entonces las entidades bancarias cerraban a esa hora la atención al público. Y otro elemento que contribuyó a la popularidad del negocio fue su cocina, variada, rápida y económica. El hecho es que estas pocas condiciones del boliche sirvieron para convocar en forma espontanea a otros personajes de la Salta del siglo pasado: la grey de los bohemios Allí se reunían para platicar, compartir picadas o empanadas y vino suelto, poetas, escritores, músicos y hombres de distintas inclinaciones artísticas. La poetisa Sara San Martín de Dávalos solía recordar un encuentro que tuvo en este negocio su esposo con el poeta Manuel J. Castilla. "Manuel –cuenta- se acercó a saludar y, dándole unas palmaditas en el hombro a Arturo, le dijo: ¿Así que vos ahora también haces zambitas? Manuel acababa de enterarse que mi esposo había registrado –bajo amenaza- su zamba 'La Salamanca'. Yo ya le había dicho: 'Arturo, o vos de ahora en más registras tus zambas o nos separamos'. Y así fue, desde aquel entonces aprendió a escribir música y a registrar sus creaciones", remató doña Sara.

El hecho es que con el tiempo y de una u otra forma "La Unión de los Amigos" se transformó en el "caidero" de bancarios y bohemios entre cuyos habitué estaban, además de nuestros reconocidos poetas -los Dávalos, Castilla, Leguizamón, Ríos y tantos otros- Guillermo "Pajarito" Velarde Mors y Gustavo "Poncho" Marrupe. El primero, dueño de la "casa de puertas abiertas", Pueyrredon 106, y el "Poncho" Marrupe, propietario de la celebérrima finca "La Candelaria" en La Isla, casona solariega y de la que don Juan Carlos Dávalos decía que era peor que la isla Martín García: "Cuando se cae ahí, no se sabe cuando se sale". Lo diría quizá, por las interminables cacharpayas como la ofrecida al conjunto "Los Fronterizos", ahijado artístico de "Pajarito" Velarde.

Clausura y broma

Según se sabe, la primera clausura de "La Unión de los Amigos" ocurrió allá por los años '50, cuando la temida repartición de "Agio y Especulación" le aplicó una sanción por el precio del vino suelto que vendía al copeo. Como la clausura fue por la mañana, cuando los habitúes de la casa comenzaron a llegar cerca del mediodía, se dieron con la mala noticia: una horrorosa faja oblicua que cruzaba el portalón decía con letras rojas: "CLAUSURADO". De a poco los recién llegados se fueron juntando en la vereda donde desorientados no sabían qué hacer, hasta que uno de los del gremio de los bohemios tuvo la brillante idea de hacer un asado en lo de "Pajarito" Velarde, en "la casa de puertas abiertas". Como era de suponer, nadie se opuso, por el contrario, la sugerencia fue aceptada por unanimidad total y absoluta, incluso con la anuencia de dos letrados que portaban sendos portafolios con gruesos expedientes judiciales. Y así fue que en menos que canta un gallo, en tropel se encaminó el grupo por España, como peregrinos del Milagro, deteniéndose de tanto en tanto solo para ir adquiriendo la vitualla necesaria para el asado. "No éramos más de diez – recordaba el "Poncho"- los que llegamos a lo del "Pájaro –como solían llamarle- con carne, pan, algo de verdura y vino. Leña y carbón no porque siempre tenía reserva, gracias al leñero que bajaba del portezuelo".

Y ya instalados en Pueyrredón 106, todos se dieron a la tarea depreparar el gran asado sin tener en cuenta al dueño de casa que aun permanecía en el banco donde trabajaba y de donde saldría después de las dos de la tarde. "Le daremos – decían-una buena sorpresa al "Pájaro". Pero todos estaban largo a largo equivocados, pues aun estando en su trabajo, "Pajarito" ya estaba al tanto de la supuesta sorpresa que sus amigos preparaban en su propia casa. Algún comedido, de los que nunca faltan, ya lo había puesto al tanto. Fue entonces que Velarde tramó hacerles una broma de esas que nunca olvidarían: llamó por teléfono al jefe de la Policía de la Provincia de quien además era pariente. Lo puso al tanto del asunto y acordaron enviar a Pueyrredón 106 una patrulla policial con la orden de detener a los que allí se encontraban o que al menos los tenga acorralados hasta que llegue el dueño de casa.

Y así fue que bien pasado el mediodía, arribó a la casa de "Pajarito" la patrulla policial. Uno de los agentes accionó el llamador y como nadie acudía se largó a aplaudir con fuerza por el pasadizo. En seguida, uno de los "intrusos" salió a atender creyendo que se trataba de un comensal más pero grande fue su sorpresa cuando pecho a pecho se dio con casi media docena de vigilantes. Uno de ellos, al parecer el jefe de la patrulla, respetuosamente le impuso el motivo de la visita, mientras papel en mano intentaba notificarlo del procedimiento. Así fue que le comunicó que todos los que se encontraban en ese domicilio estaban detenidos por orden del Jefe de Policía. El comedido, que solo había acudido a atender la puerta, no sabía qué decir ni que hacer.

Desorientado, solo atinó a balbucear que era la casa de Velarde y que ellos eran sus amigos. Sobre el pucho, otro de los agentes le exigió que muestre una autorización del dueño para permanecer en el lugar. Y así siguió la conversa, con los de la fuerza que no admitían razón ni explicación alguna, y el comedido que ya muy confundido resolvió pedir ayuda gritando desde la puerta "Che, que venga uno de los abogados a explicar la situación a la policía; dicen que como somos intrusos estamos detenidos…". Del fondo, uno de los letrados que ya sospechaba que algo raro había en el procedimiento, le respondió: "no les des bola ya se van a ir…". Pero no ocurrió eso, por el contrario los policías estaban emperrados y no se iban y más aún, por momentos amenazaban con ingresar por la fuerza y detener a todos. Así estuvieron al tira y afloja como media hora hasta que de improviso estacionó un auto encapotado del cual bajó el mismísimo Jefe de Policía, quien a voz de cuello y desde la puerta dijo: ¡Que pasa aquí! Y dando un sonoro golpe en el postigón ingresó taconeando al domicilio usurpado. Y a poco, hizo lo mismo "Pajarito" que iba por atrás hecho una risa, pero con una muy buena carga de "combustible" que se ocuparon de quemar esa misma tarde con la asistencia del jefe de policía y de cuyo nombre hacemos reserva.

La venganza

Quizás los reiterados brindis, la buena comida y especialmente la habitual cordialidad del grupo, abonó la creencia de que la broma policial de "Pajarito" había pasado al olvido. No fue así. Pasaron los días, no muchos y una noche, cuando "Pajarito" ya se encontraba entregado al reposo nocturno, aproximadamente como a las tres de la mañana, se despertó sobresaltado por el estridente ulular de la sirena de los bomberos. Aturdido, pensó que se estaba incendiando algún domicilio cercano o quizá el Colegio del Huerto. Dudó en levantarse para curiosear cuando en eso sintió que le cajoneaban la puerta y las ventanas y que unos hombres gritaban ¡Incendio! ¡Incendio! No lo pensó dos veces y tan rápido como pudo se dirigió hacia la puerta de calle mientras al paso iba husmeando para tratar de percibir algún atisbo de quemazón. Miró a su alrededor, encendió su velero de noche pero nada. Todo estaba en orden. Y como los golpes en puerta y ventanas continuaban se dirigió rápidamente para atender. Cuando por fin abrió una hoja del postigo, dos bomberos lo urgieron salir a la calle pues "su casa se está quemando", dijeron De nuevo echó un rápido vistazo y les dijo : "Muchachos, aquí no se quema nada, deben están equivocados, quizá sea algún vecino". "No señor-respondió uno de los bombero- el hombre que dio la alerta dijo que se estaba quemando el inmueble de Pueyrredon 106 propiedad del señor Guillermo Velarde Mors, alias Pajarito, ¿es usted?". "Si señor, yo soy" respondió Velarde ya molesto y agregó: "Mire señor bombero, esto es seguramente una broma de unos amigotes que tengo. Si quiere pasar a revisar pase usted mismo para que vea que aquí no se quema nada. Eso solo ocurre cuando vienen algunos de "La Unión de los Amigos". Finalmente, como un caballero que era, aun en paños menores y gorro de dormir, saludó cortésmente, agradeció al bombero su aflicción y cerrando la puerta, se encaminó lentamente a su lecho. Por supuesto, caballero y todo, seguro que se iba balbuceando epítetos de grueso calibre para sus amigos.

Como dijimos al principio, la segunda clausura de "La Unión de los Amigos" ocurrió el viernes 5 de septiembre de 1975 (Foto). La Municipalidad capitalina adujo que había tomado esa drástica medida porque "la falta de higiene podía perjudicar a la ocasional clientela"(El Tribuno 7/9.75, pag. 18 ).

Con tal motivo, el domingo 7 de septiembre El Tribuno dio a conocer la sanción en una nota titulada: "De casa del Tesorero Real a negocio clausurado por falta de higiene". Luego de explicar detalladamente las razones de la clausura, el diario aprovecho la oportunidad para dar difusión a la casi desconocida historia -hasta entonces- que guardaba la Casa de la Tesorería Real, tomando como base las escritos e investigaciones de los historiadores salteños Bernardo Frías y Atilio Cornejo.

Sin dudas, fue un hecho insólito puesto que el inmueble era desde 1971, Monumento Histórico Nacional, según Decreto 4.114/71 del Poder Ejecutivo Nacional. Norma surgida con motivo de la conmemoración del Sesquicentenario de la Muerte del General Güemes.

 

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