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10 de Diciembre,  Salta, Centro, Argentina
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Cambiar el calendario escolar en la Quebrada del Toro: una necesidad que no admite demoras

Tormentas, caminos cortados, transporte escaso y docentes que deben arriesgarse para llegar a las escuelas de montaña. Con 18 primarias y un secundario distribuidos en 25 comunidades, asistir hasta casi fines de diciembre y regresar a mediados de febrero, en plena época de lluvias, exige adaptar el calendario escolar como una medida urgente de protección.
Miércoles, 10 de diciembre de 2025 09:05

Llegar a dar clases en la Quebrada del Toro nunca fue sencillo, pero en los últimos años se transformó en una verdadera travesía que combina barro, ríos crecidos, derrumbes, soledad y kilómetros de ripio sin respiro. A las puertas del verano, esa odisea vuelve a poner en foco una discusión que el Ministerio de Educación viene postergando: la necesidad de modificar el calendario escolar de las instituciones emplazadas en esta extensa cadena montañosa.

El escenario es tan concreto como recurrente. Las lluvias intensas comienzan a mediados de noviembre y se extienden hasta los primeros días marzo, inclusive. Justo, exactamente, en las dos fechas clave donde los docentes y el personal deben transitar la zona. Tienen que concurrir hasta el 22 de diciembre, y regresar a mediados de febrero.

Mientras en la capital la finalización del año escolar implica ceremonias, carpetas y balances, en la Quebrada significa, literalmente, cruzar arroyos desbordados, maniobrar entre aludes en la ruta nacional 51 y rezar para que la ruta siga existiendo al día siguiente.

Son 18 escuelas primarias y un secundario de Montaña las que sostienen el derecho educativo de 25 comunidades dispersas, cuyos alumnos dependen no solo del docente que llega, sino también del docente que logra volver a su casa.

Los testimonios, en ese contexto, se vuelven casi un retrato de supervivencia. María, docente de la zona, lo resume con resignación y cansancio: “Tengo que ir en mi auto porque es la única forma de ahorrar tiempo, pero eso implica arreglarlo constantemente. No solo el tren delantero y los amortiguadores. Una vez pasé un arroyo que me arrancó el paragolpes y solo pude ver cómo se lo llevaba el agua”. La escena no es excepcional ni exagerada. Es rutina y riesgo.

El transporte público, ese salvavidas, solo tiene una frecuencia de tres veces por semana. Cuando no coincide con el horario escolar, no hay mucho para decidir. Tomar un remis, además, es un lujo: “Se pasan con los precios”, dicen los maestros. "Un viaje desde la zona Tastil a Campo Quijano puede costar unos 130.000 pesos". 

Al final, la única alternativa vuelve a ser el vehículo particular, siempre expuesto, siempre dañado, siempre con un gasto nuevo por afrontar.

A esto se suma un problema conocido, diagnosticado, estudiado, prometido y pocas veces solucionado de raíz, el histórico deterioro de la ruta nacional 51. La traza se deshace y recompone como plastilina, según la intensidad de las tormentas. Aunque Vialidad ponte todo su esfuerzo, las reparaciones son parciales. Cuando cae agua, la ruta deja de ser ruta y se convierte en cauce, tobogán, barranco o lo que las montañas quieran que sea ese día.

Vale aclarar que algunos docentes, sobre todo de escuelas albergue manifestaron que están conformes con la situación actual, puesto que no deben trasladarse con tanta frecuencia y de acortarse el calendario en el período de lluvias implicaría trabajar, por ejemplo, los feriados.

Modificar el calendario no solucionará los derrumbes ni secará los ríos. Pero sí puede evitar exponer a docentes, al personal y los alumnos en el momento más crítico del año. Adelantar el cierre, postergar el regreso o diseñar un esquema diferenciado no es privilegio ni excepción, es sentido común.

La Quebrada del Toro no pide favores. Pide ser comprendida en su geografía y que la educación no dependa de la suerte climática ni de la resistencia de los amortiguadores. Las montañas no negocian plazos, el calendario, en cambio, sí puede hacerlo.

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