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El salteño Mario Emilio Córdoba está orgulloso de su presente en el fin del mundo. En febrero cumplirá un año viviendo en la Base Belgrano II de la Antártida, como parte de la misión que cumplen las Fuerzas Armadas Argentinas de habitar el área más austral e inhóspita del país, haciendo patria, honrando la soberanía. De hecho, desde 1949, la Fuerza Aérea Argentina mantiene una presencia ininterrumpida en el continente austral.
Ahí solo se puede vivir temporalmente y la estadía se limita tareas logísticas y científicas en las 13 bases instaladas en el continente blanco. La experiencia implica cumplir requisitos estrictos de aptitud física y psicológica, una adaptación a condiciones extremas como el aislamiento y el frío, y la aceptación de una rutina comunitaria altamente regulada.
El cabo principal Córdoba, de la Fuerza Aérea Argentina, le contó a El Tribuno lo complejo que es postularse para llegar a transitar esta increíble experiencia de resistencia, desafío personal y profundo amor por la patria. "Soy de Salta capital, estaba en una unidad en Paraná, Entre Ríos, y me postulé para estar en el área de Comunicaciones e Informática en la Antártida. Después de pasar pruebas para estar en el Comando Conjunto Antártico (COCOANTAR), aprobé el curso C-10, del que participan las tres fuerzas armadas y se desarrolla en diferentes etapas. Aprendemos historia, leyes y todo lo que compete a la Antártida. Después nos capacitan por especialidades y nos separan por bases. Desde ese momento, en unos depósitos recibimos todo el material con el que vamos a contar durante el año. Todo lo que necesitamos para un año se carga antes de partir, herramientas y efectos personales, lo que no se llevó, no se puede tener después", resumió.
La Argentina cuenta en la Antártida con 13 bases, siete son permanentes y seis son de verano. Las permanentes son Orcadas, Carlini, Esperanza, Petrel, Marambio, San Martín y Belgrano 2, donde se encuentra el cabo principal Córdoba, y es la más austral de todas. Viven a 3.076 kilómetros de las Islas Malvinas.
"Acá convivo con 20 personas más. Somos 18 militares entre los que hay tres mujeres y son tres civiles pertenecientes a la Dirección Nacional del Antártico, quienes llevan a cabo estudios científicos, específicamente acá se estudia la evolución del agujero de la capa de ozono que está justo sobre nosotros. Además también está el sismógrafo más austral del mundo en esta base", relató y agregó: "Yo soy electrónico aeronáutico y siempre estuve en en el área de Comunicaciones. En la Antártida me desempeño como encargado del centro de Comunicaciones e Informática y cuento con un auxiliar con quien nos encargamos de que el sistema radioeléctrico funcione correctamente. Tiene mucha importancia para el ánimo de la gente de las bases, ya que hace el aislamiento más llevadero porque permite el contacto con familiares y amigos".
Sobre los días y las noches en el sur del sur, Emilio contó que "el año tiene 4 meses de día, después 2 meses de penumbras, en los que tenemos un ciclo casi normal de día y noche. Cada vez se van haciendo más cortos los días y más largas las noches hasta que finalmente no vemos más el sol y eso dura 4 meses que llamamos la noche polar, que es cuando se observan las auroras australes con una vista impresionante del cielo. Y después de eso pasamos 2 meses más de penumbra".
Y de las temperaturas, dijo: "En invierno, la temperatura media es aproximadamente -20 grados, pero puede variar. La mínima que tuvimos fue -36. Durante el verano, que es esta época, son -15 grados y más adelante llegaremos a los -10 aproximadamente".
En febrero, el salteño cumplirá un año en la base Belgrano II. "Nosotros llegamos el 12 de febrero pasado y nos buscarán durante el mes de febrero, o marzo del año que viene".
Además de la familia y los amigos, lo que más extrañan los que viven en el sur del sur, es comer una fruta fresca, ya que casi todo lo que tienen es enlatado y congelado. "Si bien tenemos algo de verdura fresca en el módulo de hidroponia, del que también estoy a cargo junto con la teniente González de la Armada; no es lo mismo comerse un tomate o una fruta fresquita".
Las auroras australes, los meses en penumbras, el eterno blanco del paisaje, la distancia inquebrantable, la soledad, el silencio que se rompe con el viento frío de todas las horas, son solo postales de un continente habitado por quienes son capaces de desafiarse a sí mismos, personas definidas por el altruismo, con una fortaleza interior difícil de describir.