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Bombas de estruendo, fuegos de alto poder explosivo y detonaciones secas volvieron a escucharse en distintos barrios de Salta Capital y en localidades del área metropolitana, a pesar de que la pirotecnia sonora está prohibida. Además de los controles que realizaron la Municipalidad de la Ciudad y la Provincia.
No es un fenómeno nuevo, pero sí persistente. Si bien durante los últimos años, el tiempo durante el cual se escuchan los ruidos se fue acotando; es decir ya no son horas interminables de explosiones como ocurría hace unos cinco o seis años, en muchos lugares los estruendos se concentran en un tramo más corto. Sin embargo, eso no alcanza para quienes padecen sus consecuencias.
"Entre ocho y diez minutos"
Luis González, referente de TGD Padres TEA en Salta aseguró que "hubo una merma muy importante en el macrocentro. Prácticamente duró entre ocho y 10 minutos la duración de la pirotecnia. Sabemos que con un minuto o una bomba de estruendo o con un petardo fuerte, ya varias familias la pasan mal. Sin embargo, queremos quedar con el vaso medio lleno y queremos agradecer a todas aquellas familias y a todos los salteños que tuvieron empatía por nuestras familias. Lo que sí se vio es la pirotecnia de alto impacto. Tenemos un grupo de WhatsApp de seiscientas familias, y nos llegaban muchas imágenes del zona norte. Desde de las 16, 17 horas, por las avenidas y calles de Ciudad del Milagro, de Castañares, mostraban la venta ambulante; fue impresionante. La venta callejera hizo la diferencia".
"Muchas personas la pasan mal"
González agradeció, en diálogo con Radio Salta, al personal de la Policía de Salta, a los Bomberos Voluntarios y a los trabajadores municipales. "Se realizaron los controles, pero no fueron suficiente. Entonces, más allá de que tengamos ley y ordenanza, y que la gente sabe que hace mal a muchas personas, tenemos mucha gente que igual compra. Y ahí es donde tenemos que afianzar la campaña de concientización en conjunto, no es porque le moleste al vecino, no es porque le moleste el ruido fuerte, sino porque hay muchas personas que la pasan mal, realmente les hacen daño; que se lastiman, se autoagreden", dijo el padre.
La normativa está. Las campañas de concientización también. Se repite todos los diciembres el pedido de pensar en los demás, de evitar el ruido, de elegir alternativas sin sonido. Aun así, cada fiesta deja el mismo saldo de personas mayores alteradas, bebés que no pueden dormir, mascotas desorientadas, niños con trastorno del espectro autista atravesando momentos de angustia; hasta la queja de los excombatientes de Malvinas. Todos preguntándose por qué cuesta tanto entender algo tan simple.
Un problema cultural
Porque el problema, en el fondo, no es solo legal; es cultural. La pirotecnia sonora sigue apareciendo como una forma de celebración para algunos, aunque implique incomodar o dañar a otros. Y ahí es donde la ley empieza a quedarse corta. Se puede prohibir, sancionar, decomisar. Pero no se puede obligar a alguien a ponerse en el lugar del otro.
Ser empático no cuesta nada, es gratis. No requiere comprar algo distinto ni hacer un esfuerzo extraordinario. Solo implica pensar, por un momento, que al lado hay alguien que no vive la fiesta de la misma manera. Que no todos disfrutan del estruendo. Que hay realidades distintas conviviendo en la misma cuadra.
"Se trata de un cambio cultural. Tenemos leyes y ordenanzas, pero nosotros pretendemos como sector, y como muchos otros sectores, que la gente no use pirotecnia de alto impacto sonoro porque sabe que al otro le hace daño, no porque esté prohibido por una ley o por una ordenanza. Nosotros pedimos inclusión, respeto, y también entendemos que hay familias que les gustan los juegos artificiales", dijo González.