El amanecer en la zona de Villa Esmeralda, muy cerca del aeropuerto Martín Miguel de Güemes, encontró a Wally avanzando en silencio por la ruta nacional 51. Solo, con su mochila a cuestas y el rostro marcado por el viento de la Puna, el peregrino encara los últimos kilómetros rumbo a la Catedral Basílica, destino que lo espera tras seis días de marcha desde San Antonio de los Cobres.
Su llegada fue seguida minuto a minuto por vecinos, choferes y fieles que lo vieron cruzar rutas y pueblos camino hacia Salta. Esta mañana, ya casi en la ciudad, dejó ver el cansancio acumulado, especialmente en las plantas de los pies. Sin embargo, mantuvo la calma y la convicción que lo impulsaron desde el inicio.
Consultado sobre el tramo más duro, Wally explicó que las últimas horas exigieron el doble de esfuerzo. El cuerpo acusa el desgaste, la velocidad ya no es la misma y el ritmo solo puede sostenerse a base de voluntad. Aun así, no pierde el objetivo: “Voy despacio, ya no falta nada”, dijo antes de retomar la marcha.
El peregrino espera estar frente al Señor y la Virgen del Milagro alrededor de las 11, aunque sin apuros. Para él, llegar no significa correr, sino cumplir la promesa con la fe como único acompañante.
Cada paso es testimonio de la devoción silenciosa que mantiene viva la tradición peregrina en Salta.