PUBLICIDAD

Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
21 de Agosto,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Niños sin familia, pero con un hogar de amor: la Casa Cuna necesita de todos

Los pequeños, de entre 0 y 8 años, llegan con historias de dolor, pero también con sueños simples: un juguete propio, un abrazo y, sobre todo, la esperanza de tener una familia. 
Miércoles, 20 de agosto de 2025 16:58
Fotos gentileza de la cooperadora de Casa Cuna
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

En una casona de la calle Belgrano funciona la Casa Cuna de Salta, un lugar donde cada día se escribe una historia de resiliencia. Allí llegan bebés y niños de hasta 7 u 8 años, derivados por el Poder Judicial luego de atravesar situaciones de abandono, violencia o riesgo para sus vidas. Cada uno carga con heridas invisibles, pero también con la esperanza de encontrar un futuro mejor.

Fotos gentileza de la cooperadora de Casa Cuna

En diálogo con El Tribuno, María Fernanda Pfister de López Fleming, presidenta de la Cooperadora del Hogar Cuna, contó con emoción: “Nosotros formamos esta cooperadora hace más de 30 años. Nos dedicamos a la parte recreativa y a cubrir las necesidades que no puede afrontar el Estado”. Luego destacó: “Hicimos con donaciones una casa en La Almudena, con espacio verde, donde los chicos pueden pasar un día o un fin de semana, salir del encierro y disfrutar de la naturaleza. Esa casita la construimos ladrillo a ladrillo, gracias a la solidaridad de la gente”.

Esa casa, levantada exclusivamente con donaciones, es hoy un refugio lleno de juegos, árboles y colores. Allí los niños ríen, corren y aprenden a soñar. Porque aunque muchos de ellos nunca tuvieron un patio propio ni una cama con juguetes personales, encuentran en ese espacio la posibilidad de sentirse en un verdadero hogar.

 

Una familia que los contiene

El número de niños alojados en la Casa Cuna varía con los años. “Llegamos a tener 80 chicos, hoy son alrededor de 20, porque existe un programa de familias cuidadoras que les da otra alternativa. Pero cada niño que está aquí tiene detrás una historia muy dura: abandono, maltrato, pobreza extrema. A todos tratamos de darles lo que necesitan, desde lo más básico hasta lo afectivo”, explicó Pfister.

La cooperadora organiza actividades recreativas, celebra fechas especiales como el Día del Niño y la Navidad, compra ropa, juguetes y elementos escolares, pinta las paredes del hogar cuando es necesario e incluso instaló aires acondicionados para mejorar el bienestar de los pequeños.

“Ellos no tienen pertenencias propias. Por eso, en las fiestas les damos un muñeco, un regalo, algo que sea solo suyo. Te conmueve ver cómo lo abrazan con un cariño inmenso. Son niños muy agradecidos, rezan antes de comer, son cariñosos, y lo único que piden en sus cartitas al Niño Dios es tener una mamá y un papá”, contó con la voz entrecortada.

Historias que duelen y enseñan

Cada niño tiene detrás un relato que impacta. Algunos llegaron tras perderlo todo en un incendio. Otros fueron víctimas de violencia que obligó a la Justicia a apartarlos de sus familias. Y en medio de ese dolor, la inocencia y la capacidad de adaptación de los chicos conmueven a quienes los acompañan.

“Una Navidad, una de las nenas escribió en su cartita al Niño Dios: ‘Quiero que me mande un papá y una mamá’. Eso te parte el alma. Porque más allá de los juguetes o la ropa, lo que ellos sueñan es con una familia que los abrace”, remarcó Pfister.

 

Cómo ayudar

La cooperadora se sostiene gracias a los aportes de socios que colaboran con cuotas mensuales o donaciones únicas. “Tenemos una cuenta con el alias Hogar Cuna, donde la gente deposita lo que puede: desde 5.000 pesos en adelante. Todo sirve y todo suma. Con eso solventamos gastos de recreación, mantenimiento de la casa y necesidades urgentes de los chicos”, detalló su presidenta.

Quienes quieran colaborar pueden hacerlo a través de aportes económicos o acercándose como voluntarios, siempre siguiendo los protocolos de ingreso que el Estado exige para proteger a los niños. “Es un trabajo delicado, por eso todo aquel que quiera sumarse debe pasar por un proceso de selección. Pero las puertas están abiertas para quienes deseen tender una mano solidaria”, aclaró.

Un llamado a la solidaridad

La Casa Cuna no es solo un hogar transitorio. Es un puente hacia una vida mejor para decenas de pequeños que cargan con historias de abandono, pero que aún sueñan con un futuro lleno de amor.

“Para nosotros es muy gratificante verlos sonreír, saber que podemos aliviarles aunque sea un poquito el camino. El esfuerzo vale la pena cuando conseguimos que un chico vuelva a creer en la esperanza”, aseguró Pfister.

Quienes deseen colaborar pueden hacerlo a través del alias bancario Hogar Cuna. Porque cada aporte, por pequeño que sea, significa mucho más que dinero: significa un abrazo, un juguete, una sonrisa y, sobre todo, la posibilidad de que esos niños vuelvan a sentirse queridos.

Temas de la nota

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD