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27 de Agosto,  Salta, Centro, Argentina
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"El vino salteño tiene una página en blanco para escribir su propia historia"

Miércoles, 27 de agosto de 2025 01:35
Thibaut Delmotte, enólogo de Bodega Colomé y viticultor.
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En el marco del ciclo "Hablemos de lo que viene", organizado por El Tribuno, Thibaut Delmotte —enólogo de Bodega Colomé y viticultor radicado desde hace dos décadas en los Valles Calchaquíes— ofrecerá una disertación titulada "Salta en el mundo, viticultura y enoturismo". Antes de su presentación en el Centro de Convenciones, conversó con este medio sobre la evolución de la vitivinicultura salteña, los cambios en el consumo internacional, la identidad cultural de los Valles y el rol protagónico del torrontés como embajador de la región.

¿Cuál será el eje de su disertación en el ciclo Hablemos de lo que Viene?

La idea es plantear un panorama amplio del lugar de Salta en el mundo, tanto en viticultura y enología como en enoturismo. Es decir, repasar de dónde venimos, dónde estamos parados hoy y hacia dónde podemos proyectarnos en los próximos años. La intención es mostrar que Salta tiene todo para consolidarse en el escenario internacional, no solo por la calidad de sus vinos de altura, sino también por la experiencia turística y cultural que ofrece al visitante.

¿Cómo era la realidad del vino salteño hace 20 años, cuando Ud. llegó?

En aquel momento, Salta era muy discreto en el mapa mundial. El vino argentino recién comenzaba a posicionarse afuera, especialmente con los Malbec mendocinos, que representan más del 80% de la producción nacional. Los consumidores internacionales buscaban simplemente un Malbec argentino, sin importar de qué provincia venía. La identidad regional no era un valor diferencial. Con el paso de los años, gracias a la calidad de los vinos, al trabajo de comunicación y al esfuerzo de muchas bodegas, se logró dar visibilidad a otras regiones. Hoy los consumidores están más abiertos a descubrir nuevas propuestas y ahí Salta encontró un espacio de crecimiento, con vinos únicos, distintos y vinculados a la altura. En los últimos años, la marca "Salta" ganó terreno y se consolidó como sinónimo de vinos de calidad y de experiencias enoturísticas particulares.

Hoy el consumidor busca vinos frescos, bebibles, equilibrados, que acompañen mejor distintos momentos de consumo. 

¿Qué lo sorprendió al conocer Colomé, una bodega histórica de Salta?

Yo venía de Francia, donde solemos tener cierto prejuicio hacia los vinos que no son franceses. Me sorprendió, primero, la calidad de los vinos: realmente no esperaba encontrar vinos tan bien logrados en este rincón del mundo. Y también la historia: Colomé es la bodega más antigua del país en actividad, con casi 190 años. Yo pensaba encontrar proyectos de apenas 50 años, y en cambio descubrí una tradición impresionante. Además, me impactó la altura. Llegué con la idea de comprobar si era posible cultivar viñedos a semejante altitud, algo que parecía casi increíble. Esa particularidad hace que Salta sea única. Y hay otro aspecto que valoro mucho: la libertad creativa. En Francia, con 2.000 años de historia vitivinícola, casi todo está escrito y regulado. Aquí todavía queda un camino enorme por recorrer y Salta tiene una página en blanco donde escribir su propia historia, con espacio para innovar, probar varietales y estilos distintos. Eso es muy motivador para cualquier enólogo.

¿Qué lugar ocupa la cultura local en su trabajo como viticultor?

Tiene un papel fundamental. Desde el inicio nos apoyamos en los conocimientos ancestrales de la gente del lugar y en las tradiciones que todavía se mantienen vivas. En agosto, por ejemplo, nunca dejamos de hacer la corpachada a la Pachamama, porque sentimos que forma parte del respeto al terruño. Una vez no lo hice en mi finca personal y fue mi peor año de cultivo: lo tomé como una enseñanza.

Hoy la viticultura es mucho más moderna, con tecnología y técnicas avanzadas, pero si hablamos de vinos de terruño no podemos dejar de lado la cultura. Integrar lo local, escuchar las creencias y valorar esas costumbres nos permite expresar con mayor autenticidad la identidad de los vinos salteños.

¿Cómo ve al torrontés dentro de esta identidad?

El torrontés tiene un lugar central. Es la única cepa nacida en Argentina, producto del cruce de dos variedades españolas, lo que la hace única en el mundo. Es un vino blanco muy particular: combina un perfil aromático intenso con frescura y elegancia, algo que lo diferencia de otras variedades.

Cuando empezamos a exportar, costaba mucho que la gente lo entendiera: algunos pensaban que era dulce por su aroma. Sin embargo, en los últimos años el consumo de vinos blancos creció en Argentina y en el mundo, y eso le abrió nuevas oportunidades al torrontés. Hubo un tiempo en que incluso se arrancaban viñedos de torrontés, lo que era una lástima. Hoy, por suerte, está volviendo a ocupar el lugar que merece y se lo reconoce como uno de los grandes embajadores de Salta.

La modernización de estilos no significa perder identidad, sino mantenerla viva en diálogo con las nuevas tendencias.

¿Qué buscan los consumidores internacionales en un vino de Salta?

El vino siempre va de la mano de la gastronomía, y en ese sentido los vinos salteños ofrecen algo único. La altura les da concentración, pero al mismo tiempo frescura, lo que permite maridajes muy interesantes. Durante muchos años se decía que eran vinos demasiado fuertes. Hoy buscamos elaborar vinos más fáciles de tomar, más frescos, pero sin renunciar a la identidad que nos da el Valle Calchaquí. La tendencia global es hacia vinos más bebibles, y la clave está en adaptarnos a esas demandas sin perder lo que nos distingue: la fuerza de la altura, la concentración y la autenticidad del terruño.

¿Eso significa bajar la graduación alcohólica?

Si. Recuerdo haber elaborado vinos con más del 16% de alcohol, como el Colomé Reserva de etiqueta negra, con mucha madera, que exigían más del consumidor. Marcaron una época, pero los tiempos cambiaron.

Hoy el consumidor busca vinos frescos, equilibrados, que acompañen mejor distintos momentos de consumo. La modernización de estilos no significa perder identidad, sino mantenerla viva en diálogo con las nuevas tendencias.

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