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En Salta, Seaboard Energías Renovables y Alimentos es uno de los principales actores del sector, con producción de bioetanol, bioelectricidad, alcohol y azúcar. Su presidente, el ingeniero Oscar Rojo, sostiene que la industria tiene capacidad de abastecer más volumen que el actual y que la limitación para aumentar el corte con naftas no es técnica, sino política y económica. Rojo será uno de los disertantes hoy en el Centro de Convenciones en el ciclo "Hablemos de lo que viene".
¿Cómo está hoy la situación del bioetanol en Salta y qué participación tiene en el mercado nacional de biocombustibles, en un contexto de presión impositiva y aumentos constantes de los combustibles?
Hoy se está cumpliendo la ley nacional de biocombustibles. Estamos hablando del segmento bioetanol, que es el que nos incumbe a nosotros y que se utiliza para cortar las naftas. La ley establece que el corte tiene que ser del 12%. El 50% de ese volumen, o sea, seis puntos, lo proveen los productores a partir de caña de azúcar y el otro 50% lo proveen los productores a partir de maíz. Eso se viene cumpliendo hace ya varios años y todos los productores estamos firmemente abocados a cumplir nuestros volúmenes, los cupos acordados y lo que se asigna mes a mes. Estamos cubriendo el total de la demanda, que venía mostrando signos de crecimiento, aunque lamentablemente en los últimos meses parece no mantener el mismo ritmo respecto del año anterior.
Siempre existió una disputa por los porcentajes de corte. ¿Por qué no se puede aumentar ese 12%?
Hoy, técnicamente, entendemos nosotros —y cuando digo nosotros me refiero a los productores— que no hay ningún inconveniente. Esto lo probamos hace muchos años. Yo era presidente de la Cámara de Alcoholes, en 2016 y 2017, cuando hicimos estudios, que probó distintas mezclas de bioetanol en nafta. Demostramos que hasta el 15% no había absolutamente ningún inconveniente, ninguna pérdida de performance. Al contrario, mejoraba, porque el alcohol agrega octanaje a la nafta y reduce la necesidad de otro tipo de aditivos, en general todos de origen petrolífero. El resultado es un aire más limpio y con menores emisiones. Técnicamente no debería haber ningún inconveniente. Obviamente, es una lucha de intereses de los distintos sectores, incluso del automotriz, que pone reparos y dice que los autos están preparados para el 10%. Pero está aprobado que podemos operar al 15% sin problemas. Personalmente creo que se podría subir inclusive más. El proyecto de ley de la Liga de Productores Bioenergéticos plantea ir de inmediato al 15% con un programa escalonado y rápido. Y al mismo tiempo homologar motores flex, como en Brasil, donde pasan un corte del 30%. Gran parte de la producción nacional se exporta a Brasil, justamente para esos motores. Aquí todavía no lo tenemos homologado, pero hay un potencial enorme de crecimiento en el uso de biocombustibles.
¿La producción está en condiciones de acompañar ese crecimiento?
Sí. Hay materias primas suficientes y capacidades de producción suficientes, tanto en maíz como en caña. Quizás haya más en maíz, pero la caña tiene potencial para crecer y llevar el corte por encima del 15%, manteniendo el 50% de abastecimiento como establece la ley. Creemos que la limitación es más una decisión política y económica que técnica. Sabemos que algunos funcionarios avalan esta posición, pero hay que cumplir los pasos y hoy está en discusión la ley, con la idea de regular y cambiar muchos puntos. Por eso trabajamos con Salta y otras provincias productoras para proponer una nueva ley.
El Tribuno organiza el ciclo "Hablemos de lo que viene", con la industria como eje central. Seaboard aparece entre las empresas auspiciantes. ¿Qué panorama puede darnos de la industria en general desde la mirada de los biocombustibles?
Nuestra industria está preparada para abastecer más volumen de bioetanol. Todos los ingenios y destilerías tienen capacidades excedentes para absorber una mayor demanda. En particular, algunos productores tenemos más que sobrada capacidad. Incluso ofrecemos volúmenes adicionales si se dan oportunidades de demanda. Hay proyectos de inversión importantes. En nuestro caso, presentamos hace tres o cuatro años un proyecto de unos 20 millones de dólares para expandir la capacidad de producción. Hoy trabajamos al máximo de capacidad y abastecemos 120 millones de litros al programa. La intención es aumentar fuertemente esa cantidad de alcohol. Estamos limitados por cuellos de botella en fermentación, pero con esas inversiones podríamos superar los 200 millones de litros. Eso cubriría la demanda de corte y también abriría potencial de exportación. Pero necesitamos claridad y reglas de juego bien establecidas. Potencialidad hay, caña hay, posibilidades de crecer en superficies y en productividad. Estamos tecnificando el proceso agropecuario para mejorar el rendimiento en toneladas de caña por hectárea. La industria está preparada, pero necesitamos reglas claras, estables y sostenibles en el tiempo. Solo así se justifican inversiones de volumen importante.
¿Cuáles son hoy las principales dificultades macroeconómicas para el sector?
La principal preocupación son las turbulencias financieras. Parecería que no es negocio producir sino quedarse quieto y poner el dinero en operaciones financieras. Sabemos que es circunstancial, pero mientras tanto afecta fuerte al proceso productivo. Nuestro proceso es gestacional: producimos en seis meses lo que vendemos en doce, y financiar ese stock es tremendamente oneroso. Hoy tenemos costos financieros altísimos. Ese es el mayor dolor de cabeza. Después está el tema de precios. Es regulado, lo define el Gobierno, que ata el valor de la nafta como ancla inflacionaria. A veces ajusta, a veces no, y a los biocombustibles los lleva con otra variable. Estamos atados a una supuesta paridad de importación que no siempre ocurre. Venimos con aumentos por debajo de la inflación. El precio no es malo, pero la rentabilidad está acotada porque los costos siguen subiendo. Y la falta de claridad sobre cómo van a evolucionar las variables agrega incertidumbre. Una nueva ley ayudaría a liberar el mercado, a competir y a proyectar a futuro.
¿Cómo incide en todo esto el proceso político y electoral que atraviesa el país?
Lo vemos con preocupación, por los impactos económicos que trae aparejados. Hay un cierto statu quo en definiciones económicas y políticas. Parece que estamos congelados hasta después de octubre. Mientras tanto, la actividad sigue.