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Doña Bety, la reina del queso del mercado San Miguel

Domingo, 28 de octubre de 2012 01:40

La mujer no quiere dar el nombre que figura en su Documento Nacional de Identidad. Para todos, ella se llama “doña Bety, la reina del queso”. No hace falta nada más para reconocerla.

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La mujer no quiere dar el nombre que figura en su Documento Nacional de Identidad. Para todos, ella se llama “doña Bety, la reina del queso”. No hace falta nada más para reconocerla.

Y es que ya suman 40 los años que hacen que la mujer vende sus exquisitos productos en el mercado San Miguel.

Es, sin dudas, la historia viva detrás del mostrador.

“La reina” tiene 60 años y cuenta que desde que tiene memoria trabaja en el mercado.

Cuando era muy pequeña salía corriendo de la escuela para ir a ayudar a sus mamá; pues ella fue la que comenzó con la tradición de vender queso.

Se apostaba sobre la vereda de la avenida San Martín y era Bety la que la ayudaba a sacar las proporciones de lo que costaba lo que le pedía la gente a su mamá.

Aunque confiesa que nunca supo cómo, pero su mamá de alguna forma obtenía el precio justo sin que nadie le haya enseñado alguna vez matemáticas.

Siendo ya adolescente recuerda un juramento que hizo totalmente desencajada por una discusión con su madre. Le dijo: “No pienses que yo me voy a pasar la vida vendiendo quesos”.

Ahora, con las lágrimas de los recuerdos comprende su impericia y agradece a su “mamita” porque fue ella quien le enseñó no sólo la venta, sino cómo afrontar la vida.

 Por esos años, el Mercado tenía otro ritmo. El San Miguel manejaba la economía de la ciudad y había que levantarse muy temprano para ir a trabajar.

A las 6 de la mañana, tres días a la semana, salía el tren a San Antonio de los Cobres y Bety (siendo todavía una niña) junto a su mamá llevaban la mercadería hasta la estación del Ferrocarril.

Todo tipo de frutas y verduras vendían sobre el andén, para lo cual se levantaban a las 4 de la madrugada. Luego volvían a seguir trabajando en el mercado.

El “viejo Quintana”

A los 13 años su mamá la “acomodó” en una porotera que estaba ubicada en Mitre y Entre Ríos. De allí, el recuerdo significativo se lo llevó el “viejo Quintana”.

El hombre se encargaba de controlar que las empleadas separen los porotos de manera óptima. Siendo Bety una nena, era lenta pero ya estaba ducha para hacer el trabajo más fácil.

Sí, fue fácil hasta que Quintana la descubrió pasando todo tipo de porotos sin clasificar. Hoy lo recuerda como una travesura.

Luego, obtuvo su primer puesto a los 20 años sobre el primer piso, en el lado que da a San Martín e Ituzaingó.

Más tarde se mudó abajo, sobre San Martín. De ahí pasó al subsuelo. Y desde hace 10 años que está en un local con vista a la calle sobre Urquiza.

Se puede decir que trabajó y conoce todas las partes del famoso mercado San Miguel.

“Yo vengo hasta los feriados porque yo no sé qué hacer en mi casa. El Mercado es mi vida, mi segundo hogar y la gente que aquí trabaja también forma parte de mi familia”, dice Bety.

Hoy, la reina del queso hace un balance y ve a su esposo con el que lleva 34 años de estar juntos. Ve a sus tres hijos; los varones trabajando independientes y a la nena que le regaló una nieta.

Aparte de quesos, vende nueces, miel, estevia, quinoa, todos tipo de infusiones y hasta viagra andino.

Bety es una de las pocas que van quedando de aquellas personas que conocieron el viejo mercado.

Mientras tanto, todos sus clientes la saludan como a una madre, atrae la curiosidad de los turistas y es una referente para sus compañeros de vereda de la calle Urquiza.
 

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