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Violaron a una turista japonesa en Cafayate

Miércoles, 29 de febrero de 2012 22:24

Una turista japonesa de 23 años, oriunda de Kobe, fue salvajemente violada por un integrante de la comunidad diaguita-calchaquí de la zona cafayateña de El Divisadero, luego de que esta lo contratara como guía para realizar la conocida y hermosa excursión de las siete cascadas del río Colorado, un cauce cordillerano de aguas cristalinas.
El hecho viene a sumarse a una sucesión de violentos ataques a turistas extranjeras, siendo el más terrible de todos el que tuvo como víctimas a Cassandre Bouvier y Houria Moumni, torturadas, violadas y ultimadas a tiros en julio de 2011, en Villa San Lorenzo.
La joven víctima asiática y hasta ahora la última de la serie, identificada como Uchiki Risako, radicó la denuncia del suceso el 27 pasado, al mediodía, aunque el suceso ocurrió la jornada anterior. Lo hizo luego de que le contara su amarga y traumática experiencia a la directora Municipal de Turismo, Miriam de Abajo, quien al escuchar su relato la condujo hasta la comisaría local.
La comunidad diaguita-calchaquí se ha instalado en el área de acceso a El Divisadero, a 10 kilómetros al oeste de la ciudad de las vides. Ocupó y explota comercialmente el camping que funciona en el área desde hace dos décadas, controla el acceso a la quebrada del río, anota a cada uno de los visitantes y decide quiénes son los guías autorizados para llevar a los excursionistas al paseo de la siete cascadas. Aducen ser propietarios ancestrales de esas tierras.
Confiada en la organización, Uchiki Risako contrató los servicios de Franco Magno, de 37 años, para que la condujera.
El paseo tiene algún grado de riesgo y es necesario hacerlo con alguien que conozca el trayecto y sus peligros.
Magno, antes de iniciar el viaje, por el que le cobró $150 -la joven nipona era su única cliente-, realizó una especie de oración, que la estudiante observó fascinada al ser informada por el guía de que se trataba de un ritual propio de su pueblo antes de entregarse a la naturaleza.
No anduvieron mucho por la orilla del río Colorado, en una ascensión que no tiene pausas, cuando Magno le informó que debían cruzar hasta la banda opuesta para seguir el camino. Sin embargo y apelando a “la diosa Pachamama” y a las imposiciones de su cultura, le comunicó a la joven que por razones de “pureza” debería cruzar el río sin pantalones.
Uchiki Risako dudó un instante, pero luego, en la creencia que lo lógico sería respetar las costumbres ancestrales del pueblo diaguita-calchaquí, accedió a hacer lo que el sujeto le pedía.
Por su parte, Magno hizo lo propio y con el agua hasta la cintura vadearon el torrente.
Sin embargo, ya en la otra orilla, el indígena se sacó la careta, dejó de lado la bonhomía de su cultura y del significado pacífico de la wipala, la bandera arcoiris de los pueblos autóctonos, y se abalanzó sobre la inocente japonesa, quien comenzaba a colocarse los pantalones.
El sujeto, un tipo bajo, morocho, robusto y con un tatuaje en sus brazos (así lo describió su víctima en la Policía), la arrojó al piso, la inmovilizó y la ultrajó, pese a la férrea defensa que presentó la mujer, quien logró zafarse del abrazo a la que era sometida y se lanzó corriendo, aguas abajo.
Al día siguiente y luego de una noche en vela, fue a la Dirección Municipal y le contó todo lo sucedido a Miriam de Abajo.
El depravado fue detenido por la Brigada de Investigaciones y trasladado ayer a la Alcaidía Judicial, donde fue indagado por el juez de Instrucción Formal 1, Martín Pérez.
 

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Una turista japonesa de 23 años, oriunda de Kobe, fue salvajemente violada por un integrante de la comunidad diaguita-calchaquí de la zona cafayateña de El Divisadero, luego de que esta lo contratara como guía para realizar la conocida y hermosa excursión de las siete cascadas del río Colorado, un cauce cordillerano de aguas cristalinas.
El hecho viene a sumarse a una sucesión de violentos ataques a turistas extranjeras, siendo el más terrible de todos el que tuvo como víctimas a Cassandre Bouvier y Houria Moumni, torturadas, violadas y ultimadas a tiros en julio de 2011, en Villa San Lorenzo.
La joven víctima asiática y hasta ahora la última de la serie, identificada como Uchiki Risako, radicó la denuncia del suceso el 27 pasado, al mediodía, aunque el suceso ocurrió la jornada anterior. Lo hizo luego de que le contara su amarga y traumática experiencia a la directora Municipal de Turismo, Miriam de Abajo, quien al escuchar su relato la condujo hasta la comisaría local.
La comunidad diaguita-calchaquí se ha instalado en el área de acceso a El Divisadero, a 10 kilómetros al oeste de la ciudad de las vides. Ocupó y explota comercialmente el camping que funciona en el área desde hace dos décadas, controla el acceso a la quebrada del río, anota a cada uno de los visitantes y decide quiénes son los guías autorizados para llevar a los excursionistas al paseo de la siete cascadas. Aducen ser propietarios ancestrales de esas tierras.
Confiada en la organización, Uchiki Risako contrató los servicios de Franco Magno, de 37 años, para que la condujera.
El paseo tiene algún grado de riesgo y es necesario hacerlo con alguien que conozca el trayecto y sus peligros.
Magno, antes de iniciar el viaje, por el que le cobró $150 -la joven nipona era su única cliente-, realizó una especie de oración, que la estudiante observó fascinada al ser informada por el guía de que se trataba de un ritual propio de su pueblo antes de entregarse a la naturaleza.
No anduvieron mucho por la orilla del río Colorado, en una ascensión que no tiene pausas, cuando Magno le informó que debían cruzar hasta la banda opuesta para seguir el camino. Sin embargo y apelando a “la diosa Pachamama” y a las imposiciones de su cultura, le comunicó a la joven que por razones de “pureza” debería cruzar el río sin pantalones.
Uchiki Risako dudó un instante, pero luego, en la creencia que lo lógico sería respetar las costumbres ancestrales del pueblo diaguita-calchaquí, accedió a hacer lo que el sujeto le pedía.
Por su parte, Magno hizo lo propio y con el agua hasta la cintura vadearon el torrente.
Sin embargo, ya en la otra orilla, el indígena se sacó la careta, dejó de lado la bonhomía de su cultura y del significado pacífico de la wipala, la bandera arcoiris de los pueblos autóctonos, y se abalanzó sobre la inocente japonesa, quien comenzaba a colocarse los pantalones.
El sujeto, un tipo bajo, morocho, robusto y con un tatuaje en sus brazos (así lo describió su víctima en la Policía), la arrojó al piso, la inmovilizó y la ultrajó, pese a la férrea defensa que presentó la mujer, quien logró zafarse del abrazo a la que era sometida y se lanzó corriendo, aguas abajo.
Al día siguiente y luego de una noche en vela, fue a la Dirección Municipal y le contó todo lo sucedido a Miriam de Abajo.
El depravado fue detenido por la Brigada de Investigaciones y trasladado ayer a la Alcaidía Judicial, donde fue indagado por el juez de Instrucción Formal 1, Martín Pérez.
 

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