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4 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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El meteorito del Chaco y una búsqueda de siglos

Sabado, 21 de julio de 2012 22:11
Carbono 14 El estudio sitúa la caída del meteorito entre los años 2080 y 1910 a. Cristo.
Descubrimiento Lo encontró Raúl Gómez en 1969, y la excavación hasta 1972, la hizo el Dr William Cassidy.

A mediados de 1962, El Tribuno informó sobre el arribo a nuestro país del científico William Cassidy de la Universidad de Pittsburg, Estados Unidos. Venía a buscar en el Chaco Gualamba el meteorito caído unos 2.000 años a.C, y perdido a fines del siglo XVIII.

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Carbono 14 El estudio sitúa la caída del meteorito entre los años 2080 y 1910 a. Cristo.
Descubrimiento Lo encontró Raúl Gómez en 1969, y la excavación hasta 1972, la hizo el Dr William Cassidy.

A mediados de 1962, El Tribuno informó sobre el arribo a nuestro país del científico William Cassidy de la Universidad de Pittsburg, Estados Unidos. Venía a buscar en el Chaco Gualamba el meteorito caído unos 2.000 años a.C, y perdido a fines del siglo XVIII.

No bien se publicó la noticia, la historiadora Olga Chiericotti envió una nota a El Tribuno historiando la búsqueda del aerolito por parte de España.

Decía la profesional: “La labor realizada por España con respecto al meteorito, comenzó cuando el ministro de las Indias, don José Gálvez, pidió al virrey del Río de la Plata, Juan José de Vertiz, hiciera reconocer la mina de hierro del Gran Chaco Gualamba”.

Hasta aquí, digamos que España creía que se trataba de un aerolito totalmente de hierro y del tamaño de un cerro.

“Ante el pedido -continua Chiericotti-, el virrey designó para esa misión, al teniente de fragata don Miguel Rubín de Celis, quien salió de Santiago del Estero en 1783, con rumbo este. Caminó hasta encontrar, gracias a los nativos, un modesto bloque de metal, de forma irregular. De Celis lo dibujó y anotó su tamaño en un plano del cual existe una copia en Salta”, afirmó la historiadora.

“Las dimensiones aproximadas del meteorito -continúa Chiericotti- eran: 3 metros de largo, 2 de ancho y 1 de alto”.

Aunque la profesora Chiericotti no consignó dónde estaba la copia del plano de Celis, lo cierto es que Salta algo tuvo que ver con aquella expedición.

El explorador Celis

El teniente de fragata Miguel Rubín de Celis era miembro de la Orden de Santiago y de la Academia de Historia de España.

Cuando llegó a la localidad de Otumpa -lugar donde se encontraba el meteorito, actualmente dentro de la jurisdicción de Santiago del Estero-, el 25 de febrero de 1783, ubicó en seguida la masa de hierro.

“Se halla enterrada en pura greda y ceniza”, describió el militar enviado por la máxima autoridad en el virreinato, poco después de ver el enorme aerolito.

Más tarde, Celis cuenta sobre las dudas que lo asaltaron cuando se preguntaba sobre la procedencia de la roca.

Se dijo, “o esta masa se crió aquí, o fue traída o arrojada. Criarse aquí no es posible -reflexionó-, según el conocido proceder de la naturaleza...”. El hecho es que luego de mucho cavilar, Celis desechó el origen cósmico de la mole y planteó su tesis: “ha debido ser arrojada por un volcán”.

Cavó luego a su alrededor para encontrarle las “raíces” (vetas). Lo movió con palancas y explosivos hasta que sin querer, casi lo sepultó para siempre.

Pero Celis, como buen navegante, logró determinar su latitud: 27º 28 sur, dato que sirvió para encontrarlo recién 221 años después.

De hecho, después de Celis, muchas expediciones deambularon por el Chaco Gualamba tratando de dar con el gran meteorito.

Y así fue hasta 1969, cuando un vecino de Gancedo, Raúl Gómez, descubrió a 12 kilómetros de la localidad santiagueña, el cráter del meteorito enterrado por Celis en 1783, ahora “El Chaco”.

El reclamo de Güemes por los planos

Luego de su expedición para buscar el meteorito en lo que hoy son tierras santiagueñas, el teniente de fragata Miguel Rubín de Celis regresó a España. Allí vivió contando y escribiendo sobre sus pasos por la selva del Chaco Gualamba.

Mientras tanto, desde 1782, aquí, en la Intendencia de Salta, los tesoreros reales Gabriel de Güemes Montero, (padre del general Martín Miguel), y González de Prada, pedían a su colega santiagueño, Ignacio Urrejola, “les informe sobre el destino de enseres, utensilios, armas y hacienda entregadas al teniente de fragata Rubín de Celis, en calidad de depósito y de los que no se tiene noticias hasta la fecha”.

Este reclamo confirma lo sostenido por la historiadora Olga Chiericotti en 1962. Si desde Salta se financió la expedición de Celis, es obvio que aquí haya quedado un plano de la exploración.

El meteorito

Según expertos, el meteorito del Chaco Gualamba cayó unos 2.000 años antes de Cristo, y comenzó a ser rastreado por los españoles en el siglo XVI, solo unas pocas décadas después del descubrimiento de América y la incursión de los adelantados en esta región.

El primero fue Gonzalo de Abreu y Figueroa en 1576. Pero le siguieron otros hasta que en 1744, el vizcaíno Francisco de Maguna, lo descubrió en Otumpa.

A ojo de buen cubero, Maguna calculó que pesaba 500 quintales (27 toneladas). Luego extrajo fragmentos y los remitió a España.

En Madrid, el rey Carlos III los hizo analizar y se dijo que tenía “una quinta parte de plata de la mejor calidad y el resto fierro de extraordinaria pureza”.

Tan favorable resultado repercutió tanto en América que Pedro de Cevallos, virrey del Río de la Plata, pidió permiso al rey para expedicionar a Otumpa. Con el visto bueno, Cevallos envió en 1777 al sargento Francisco de Ibarra para que “traiga de Otumpa todo el hierro que se pudiera”.

El militar partió a las tierras santiagueñas con Melchor Costas para que llevara el diario de expedición.

En Otumpa, Costas describió por primera vez el “mesón del hierro” y lo midió: “de este a oeste 3.52 m; de norte a sur 1.85 m; en el oeste y sur 0,84; y en el norte 1.36 m”. Al final, separó 3 kilos para ser enviados y estudiados en Madrid por el doctor O'Gorman. 
 

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