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Una invitación a recorrer y reflexionar sobre la fuerza y magia del color

Jueves, 23 de enero de 2014 01:10

Envolvente, minuciosa, de líneas y movimientos potentes y perfectos, en definitiva, exquisita. Así es la muestra antológica “María Martorell: la energía del color”, que hasta fines de febrero seguirá abierta en el Museo de Bellas Artes, Belgrano 902. La exposición demandó una preparación cuidada hasta el último detalle, que se nutrió de obras propias del patrimonio del museo, de colecciones privadas, de la familia y otras del Museo de Bellas Artes de Córdoba.

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Envolvente, minuciosa, de líneas y movimientos potentes y perfectos, en definitiva, exquisita. Así es la muestra antológica “María Martorell: la energía del color”, que hasta fines de febrero seguirá abierta en el Museo de Bellas Artes, Belgrano 902. La exposición demandó una preparación cuidada hasta el último detalle, que se nutrió de obras propias del patrimonio del museo, de colecciones privadas, de la familia y otras del Museo de Bellas Artes de Córdoba.

Tapices y alfombras contemporáneos. María Martorell incursionó en el universo del arte textil: una nueva manera de fusionar su actividad pictórica con las figuraciones de su tierra natal, entrecruzadas con la abstracción geométrica. Los hizo con artesanos de Molinos y se conoció en el país. 

 

Un equipo de profesionales y especialistas de Salta y Buenos Aires coordinó con la familia de María Martorell (fallecida en 2010) porque la muestra se complementa con un detallado trabajo de investigación de su obra a través de los años y elementos de su archivo personal. Lo explica la directora del museo, Andrea Elías, quien pone el acento en que “la prolífica producción de la artista la ubica entre las más reconocidas a nivel nacional e internacional. Con la experta de Buenos Aires María José Herrera hicimos una curaduría para marcar los núcleos de trabajo de son la esencia de la obra de Martorell”.

En un total de 70 trabajos de diferentes etapas de la artista, se abordó su obra abstracta desde el último tramo de los "50 hasta finales de los "90, con una integración de pinturas, acrílico tapices y una instalación con luz negra.

Y aquí está una muy pequeña parte de los resultados en una recorrida fotográfica por las salas.

Circuito, 1975. Una innovación de los ‘70. Sobre fondo neutro juegan ondas en distinta posición formando esferas virtuales en los extremos. La tela es un campo de fuerzas donde se desenvuelven formas y colores.

Ekho, 1968. Martorell amplía la paleta de colores e incorpora el díptico y el tríptico como nuevos formatos. En esta obra, realiza un despliegue de bandas de color que se ondulan y se cortan al llegar al extremo del bastidor, pero que dan la sensación de continuar. Adelante, una puerta de acrílico con ondas. 

Sigua, 1976. Plano de color de fondo y una figura resultante de la
superposición de ondas que se cortan a derecha e izquierda sin llegar a tocar los extremos. Con movimiento, ritmo y volumen, las siguas oscilan y, en ese efecto, producen una inestabilidad respecto del plano.

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