Alejandrina (29) y Constanza (27) son amigas y durante seis años habían buscado a los wiccanos. Como resabio de períodos históricos en que las brujas fueron perseguidas y llevadas a la hoguera, ellas, para sortear el prejuicio, prefieren no proporcionar sus apellidos para este reportaje. Constanza es protesista dental, soltera y sin hijos. Estudia wicca hace un año y ahora se está preparando para su tercera iniciación. "Cada tres meses se van activando los elementos. Ya pasé por dos iniciaciones: un fundamento emocional y ahora espero el 14 por el espiritual", relató. En wicca existen tres grados de iniciación. El primero para convertirse en brujo/a y entrar a formar parte del coven (grupo). El segundo implica avanzar en conocimientos y estar capacitado para ser sacerdote/sacerdotisa. Al llegar al tercero, el practicante cuenta con los conocimientos y experiencia para formar su propio coven. "Aunque con mi amiga veníamos estudiando con libros y páginas de internet, queríamos experimentarlo. Por ejemplo, pedí plata un lunes para cancelar mis deudas y me llegó el viernes", dijo Constanza. Alejandrina, por su parte, pudo darle un marco a experiencias sensoriales que le sobrevenían y de las cuales no lograba cabal comprensión: "Me ayudó mucho a entender que no estoy loca, como decía la gente. También que no por leer una runa o trazar un círculo de protección significa que tengo poder. A ese poder lo tuve siempre como hacedora de situaciones. Era muy obstinada y aprendí a manejar mi ego".

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