Nora Giménez vive en Salta hace más de treinta años. Nació en Santiago del Estero pero se había mudado a Chaco después de que empezaron las persecuciones políticas que antecedieron al golpe de Estado del que hoy se cumplen 39 años.
Tenía 18 años y estaba en la calle con su hijo Alberto, de ocho meses, cuando varios hombres armados le vendaron los ojos y la llevaron con el bebé a la Brigada de Investigaciones.
Cuatro días después, las autoridades policiales permitieron que Alberto se fuera con sus abuelas. "Yo solo pedía que no lo trasladaran a la Casa Cuna porque no sabía qué podía pasar con él. El día que tuve que entregarlo para que lo tuvieran mi madre y mi suegra fue una jueza de menores al lugar donde yo estaba privada de la libertad. Cuando iba camino a encontrarme con ella pasé frente a un espejo... No podía creer que era yo", relató a El Tribuno.
Nora estaría incomunicada durante varios meses. De la Brigada de Investigaciones de Chaco la derivaron a la Alcaidía de Resistencia. Luego fue a la cárcel de Devoto en Buenos Aires, donde alojaban a presas políticas de todo el país y, finalmente, al penal de Ezeiza.
A sus parientes cercanos les permitían visitas esporádicas, pero no siempre podían llevar a su hijo. Su marido, Carlos Valladares, estaba exiliado en Perú. Su contacto con Alberto, en gran medida, se mantuvo por las cartas que él empezó a mandarle desde que aprendió a escribir.
Los sobres llegaban abiertos y los textos eran minuciosamente analizados por funcionarios públicos. Recién después de la revisión, y si eran aprobadas, las cartas se entregaban al destinatario con un sello que decía "censurada" y significaba que ya habían sido leídas.
"Mamá... A mí nadie me dicta y escribo lo que quiero"; "Te mando una foto del parque... Vieras cómo se me subían las palomas"; "Hace mucho que no recibo carta tuya"; "No me gustan las tortugas porque son lerdas"; "Estuve enfermo. Me dieron un remedio que era un asco pero no lo escupía para no desperdiciar plata"; "Te mando de nuevo la carta que me de devolvieron"; "Cuando tenga plata te voy a hacer telagramas", son algunos de los fragmentos de los mensajes de Alberto en esos años.
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Nora Giménez vive en Salta hace más de treinta años. Nació en Santiago del Estero pero se había mudado a Chaco después de que empezaron las persecuciones políticas que antecedieron al golpe de Estado del que hoy se cumplen 39 años.
Tenía 18 años y estaba en la calle con su hijo Alberto, de ocho meses, cuando varios hombres armados le vendaron los ojos y la llevaron con el bebé a la Brigada de Investigaciones.
Cuatro días después, las autoridades policiales permitieron que Alberto se fuera con sus abuelas. "Yo solo pedía que no lo trasladaran a la Casa Cuna porque no sabía qué podía pasar con él. El día que tuve que entregarlo para que lo tuvieran mi madre y mi suegra fue una jueza de menores al lugar donde yo estaba privada de la libertad. Cuando iba camino a encontrarme con ella pasé frente a un espejo... No podía creer que era yo", relató a El Tribuno.
Nora estaría incomunicada durante varios meses. De la Brigada de Investigaciones de Chaco la derivaron a la Alcaidía de Resistencia. Luego fue a la cárcel de Devoto en Buenos Aires, donde alojaban a presas políticas de todo el país y, finalmente, al penal de Ezeiza.
A sus parientes cercanos les permitían visitas esporádicas, pero no siempre podían llevar a su hijo. Su marido, Carlos Valladares, estaba exiliado en Perú. Su contacto con Alberto, en gran medida, se mantuvo por las cartas que él empezó a mandarle desde que aprendió a escribir.
Los sobres llegaban abiertos y los textos eran minuciosamente analizados por funcionarios públicos. Recién después de la revisión, y si eran aprobadas, las cartas se entregaban al destinatario con un sello que decía "censurada" y significaba que ya habían sido leídas.
"Mamá... A mí nadie me dicta y escribo lo que quiero"; "Te mando una foto del parque... Vieras cómo se me subían las palomas"; "Hace mucho que no recibo carta tuya"; "No me gustan las tortugas porque son lerdas"; "Estuve enfermo. Me dieron un remedio que era un asco pero no lo escupía para no desperdiciar plata"; "Te mando de nuevo la carta que me de devolvieron"; "Cuando tenga plata te voy a hacer telagramas", son algunos de los fragmentos de los mensajes de Alberto en esos años.