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El día que el cuervo volvió a su nido

Viernes, 06 de enero de 2017 23:57
El regreso de Central Norte a su cancha. Fotos Juan Barthe. 
Fueron muchos años de vuelo en cielos ajenos; muchos años de nidos extraños y de un calor poco intenso para su gente. Pero un día el cuervo volvió a su nido, ese mismo que no debió abandonar jamás y que cobijaba a la gran familia del Barrio Norte.
El regreso de Central Norte a su casa, que tiene hace más de 60 años y abandonó en el 2001, marcó una parte de la historia inmemorable para uno de los clubes más poderosos de Salta, que dejó huellas imborrables en los corazones.
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Se veía venir, era incontenible; el pueblo azabache volvía a ponerse de pie. La revolución en el Barrio Norte iba a explotar. El fanatismo y la lealtad por los colores de Central Norte estaba a la vista, la vuelta al Dr. Luis Güemes se magnificaba, era inevitable no percibir la ilusión del hincha.
La previa de aquel histórico 2 de octubre quedará grabada en la mente de muchos, sobre todos de esos jóvenes que tuvieron su primera experiencia, también de lo más fieles, en especial de aquellos que están y supieron estar presentes, a quienes seguramente los recuerdos invadieron su mente desatando innumerables anécdotas con tantos kilómetros recorridos en su adolescencia.
Con el transcurrir de los días la ansiedad crecía a pasos agigantados. La familia azabache se aglomeraba en la sede del club, todos por un carné, por una entrada; todos querían formar parte de una emotiva jornada histórica.
De a poco los murmullos comenzaron a unirse y se trasformaron en voces, voces que retumban en cada rincón del barrio.
El blanco y negro comenzó a multiplicarse, la ornamentación del día festivo más esperado de los últimos años fue notoria. Fue imponente para las personas que residen en la zona escuchar, 24 horas antes, el golpeteo de bombos y los cánticos como una única melodía que anunciaba tremendo desahogo postergado.
Los ecos de una sinfonía futbolera sonaron durante todo el día y algunos hinchas se animaron a recorrer las calles como si fuera un ritual de bienvenida.
Las personas que disfrutan, padecen y maman del mundo Central Norte saben que fue un día especial, una fiesta que desde hace muchos años se esperaba, se requería. La historia de un club grande así lo exigía.
El domingo 2 de octubre del 2016 quedará por siempre en el recuerdo del hincha cuervo. El estadio Dr. Luis Güemes volvió a vibrar como en los viejos tiempos con gente enloquecida y que vestía de negro en cada rincón de Villa 20 de Febrero.
central norte regreso1.jpg

Lejos y casi olvidado quedó aquel último encuentro en el 2001 frente a Sarmiento de Chaco. Luego, la Policía y el Consejo Federal decidieron inhabilitar la cancha y las promesas de las dirigencias de volver a jugar en casa que nunca se cumplían. Hasta que una vez se hizo realidad. De una vez por todas.
Esa tarde soleada albergó la emoción de una nueva generación de fieles que no sabía lo que era ver a su equipo jugar un partido oficial. “Uno se crió en el Martearena y para los jóvenes esto es histórico. Estamos emocionados, seguro nos caerán las lágrimas”, decía uno de los tantos changos que no superaban los veinte años. “No se puede explicar lo que se siente”, acompañó otro.
central norte regreso3.jpg

También fue una sensación de mucha nostalgia para los que pudieron vivir las mejores épocas del fútbol salteño en este mítico estadio. Volver a estar ahí, aunque el regreso fue reservado solo para los socios, debido a la reducida capacidad del estadio. Pero otros hinchas se las ingeniaron esa tarde para ver desde los edificios cercanos, en las terrazas de las casas, en los tanques de agua.
El sueño se había hecho realidad gracias al trabajo mancomunado de los socios que trabajaron durante meses, sacando escombros, limpiando cada rincón del predio, pintando y aportando de sus bolsillos para comprar materiales y pagar la mano de obra. Una verdadera muestra de amor por los colores y un sentido de pertenencia único del cual los dirigentes también fueron partícipes.
Almirante Brown de Lules fue el partenaire. El resultado, un 4-1 anecdótico que pasó a ser lo menos importante de una tarde mágica e inolvidable.
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Con los ojos del alma

En ese día tan especial para los cuervos apareció alguien más especial aún: José Sánchez, el hincha que disfrutó del regreso de Central Norte a su casa de una manera particular, con todos sus sentidos, con el alma.
Con 48 años, Sánchez solo pudo escuchar y olfatear las viejas y remodeladas estructuras del Dr. Luis Güemes ya que es ciego.
Su fidelidad hacia el cuervo hizo que lo siguiera en el Martearena, sin cansancio, alentando y no podía faltar a esa gran cita histórica del club de sus amores.
José comenzó con problemas en la vista y la fue perdiendo progresivamente hasta no poder ver más.
“Me tomé un remise, me bajé en la Alvear y Entre Ríos y empecé a caminar con el bastón. Con la agudeza de mi oído, sentía a la familia caminando hacia la cancha y que la gente se apuraba, que los más chicos corrían, me hacía acordar mucho a lo de antes. Fui solo pero un muchacho se me arrimó y me dijo: ‘Yo te ayudo para entrar’. Entré con él, me dio las gracias y me quedé en la tribuna. El muchacho no tenía entrada y quería entrar a la cancha como sea, y lo entendí, después se fue pero me lo agradeció”, contó José.
Luego explicó por qué no podía quedarse afuera de esta fiesta: “Lo que yo más quería era entrar, sentir a la gente, se me iban las lágrimas, sentía que la cancha tenía vida. Me puse los auriculares, escuchaba el partido, no me hacía falta verlo, sino sentirlo”.
Seguramente con el alma también habrá sufrido la final que Central no pudo ganarle a Huracán Las Heras, el ascenso perdido en los penales. Una lágrima más después de un año de tanta emoción pero que de ninguna manera le quitó a los cuervos la nostalgia y el sentimiento inigualable de volver a su casa.

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Fueron muchos años de vuelo en cielos ajenos; muchos años de nidos extraños y de un calor poco intenso para su gente. Pero un día el cuervo volvió a su nido, ese mismo que no debió abandonar jamás y que cobijaba a la gran familia del Barrio Norte.
El regreso de Central Norte a su casa, que tiene hace más de 60 años y abandonó en el 2001, marcó una parte de la historia inmemorable para uno de los clubes más poderosos de Salta, que dejó huellas imborrables en los corazones.
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Se veía venir, era incontenible; el pueblo azabache volvía a ponerse de pie. La revolución en el Barrio Norte iba a explotar. El fanatismo y la lealtad por los colores de Central Norte estaba a la vista, la vuelta al Dr. Luis Güemes se magnificaba, era inevitable no percibir la ilusión del hincha.
La previa de aquel histórico 2 de octubre quedará grabada en la mente de muchos, sobre todos de esos jóvenes que tuvieron su primera experiencia, también de lo más fieles, en especial de aquellos que están y supieron estar presentes, a quienes seguramente los recuerdos invadieron su mente desatando innumerables anécdotas con tantos kilómetros recorridos en su adolescencia.
Con el transcurrir de los días la ansiedad crecía a pasos agigantados. La familia azabache se aglomeraba en la sede del club, todos por un carné, por una entrada; todos querían formar parte de una emotiva jornada histórica.
De a poco los murmullos comenzaron a unirse y se trasformaron en voces, voces que retumban en cada rincón del barrio.
El blanco y negro comenzó a multiplicarse, la ornamentación del día festivo más esperado de los últimos años fue notoria. Fue imponente para las personas que residen en la zona escuchar, 24 horas antes, el golpeteo de bombos y los cánticos como una única melodía que anunciaba tremendo desahogo postergado.
Los ecos de una sinfonía futbolera sonaron durante todo el día y algunos hinchas se animaron a recorrer las calles como si fuera un ritual de bienvenida.
Las personas que disfrutan, padecen y maman del mundo Central Norte saben que fue un día especial, una fiesta que desde hace muchos años se esperaba, se requería. La historia de un club grande así lo exigía.
El domingo 2 de octubre del 2016 quedará por siempre en el recuerdo del hincha cuervo. El estadio Dr. Luis Güemes volvió a vibrar como en los viejos tiempos con gente enloquecida y que vestía de negro en cada rincón de Villa 20 de Febrero.
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Lejos y casi olvidado quedó aquel último encuentro en el 2001 frente a Sarmiento de Chaco. Luego, la Policía y el Consejo Federal decidieron inhabilitar la cancha y las promesas de las dirigencias de volver a jugar en casa que nunca se cumplían. Hasta que una vez se hizo realidad. De una vez por todas.
Esa tarde soleada albergó la emoción de una nueva generación de fieles que no sabía lo que era ver a su equipo jugar un partido oficial. “Uno se crió en el Martearena y para los jóvenes esto es histórico. Estamos emocionados, seguro nos caerán las lágrimas”, decía uno de los tantos changos que no superaban los veinte años. “No se puede explicar lo que se siente”, acompañó otro.
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También fue una sensación de mucha nostalgia para los que pudieron vivir las mejores épocas del fútbol salteño en este mítico estadio. Volver a estar ahí, aunque el regreso fue reservado solo para los socios, debido a la reducida capacidad del estadio. Pero otros hinchas se las ingeniaron esa tarde para ver desde los edificios cercanos, en las terrazas de las casas, en los tanques de agua.
El sueño se había hecho realidad gracias al trabajo mancomunado de los socios que trabajaron durante meses, sacando escombros, limpiando cada rincón del predio, pintando y aportando de sus bolsillos para comprar materiales y pagar la mano de obra. Una verdadera muestra de amor por los colores y un sentido de pertenencia único del cual los dirigentes también fueron partícipes.
Almirante Brown de Lules fue el partenaire. El resultado, un 4-1 anecdótico que pasó a ser lo menos importante de una tarde mágica e inolvidable.
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Con los ojos del alma

En ese día tan especial para los cuervos apareció alguien más especial aún: José Sánchez, el hincha que disfrutó del regreso de Central Norte a su casa de una manera particular, con todos sus sentidos, con el alma.
Con 48 años, Sánchez solo pudo escuchar y olfatear las viejas y remodeladas estructuras del Dr. Luis Güemes ya que es ciego.
Su fidelidad hacia el cuervo hizo que lo siguiera en el Martearena, sin cansancio, alentando y no podía faltar a esa gran cita histórica del club de sus amores.
José comenzó con problemas en la vista y la fue perdiendo progresivamente hasta no poder ver más.
“Me tomé un remise, me bajé en la Alvear y Entre Ríos y empecé a caminar con el bastón. Con la agudeza de mi oído, sentía a la familia caminando hacia la cancha y que la gente se apuraba, que los más chicos corrían, me hacía acordar mucho a lo de antes. Fui solo pero un muchacho se me arrimó y me dijo: ‘Yo te ayudo para entrar’. Entré con él, me dio las gracias y me quedé en la tribuna. El muchacho no tenía entrada y quería entrar a la cancha como sea, y lo entendí, después se fue pero me lo agradeció”, contó José.
Luego explicó por qué no podía quedarse afuera de esta fiesta: “Lo que yo más quería era entrar, sentir a la gente, se me iban las lágrimas, sentía que la cancha tenía vida. Me puse los auriculares, escuchaba el partido, no me hacía falta verlo, sino sentirlo”.
Seguramente con el alma también habrá sufrido la final que Central no pudo ganarle a Huracán Las Heras, el ascenso perdido en los penales. Una lágrima más después de un año de tanta emoción pero que de ninguna manera le quitó a los cuervos la nostalgia y el sentimiento inigualable de volver a su casa.

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