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El gusto por la ruta del vino

Viernes, 22 de diciembre de 2017 01:57

Los imponentes Valles Calchaquíes se convierten en el escenario ideal para degustar los más exquisitos vinos. Al oeste de la provincia y a lo largo de la mítica ruta nacional 40, se encuentra la Ruta del Vino tucumana. El microclima de esta región se caracteriza por una gran amplitud térmica, con jornadas diáfanas y de escasa humedad, producto de su imponente altura que alcanza los 3.000 metros sobre el nivel del mar en algunas zonas. Todas estas características, además de impactar directamente en las cualidades de los vinos, ofrecen un hábitat de sosiego con gran valoración por parte de los visitantes. También se pueden disfrutar recorridos por tesoros arqueológicos heredados de las culturas precolombina y jesuita: El Pichao, Ruinas de Cóndor Huasi, Talapazo y la Ciudad Sagrada de Quilmes. Todos estos testimonios históricos conviven en armonía con la tradicional pero evolucionada industria vitivinícola de la región. Es por esto que las visitas a los productores de la zona son una experiencia completa, que trasciende el concepto clásico de parcelas aisladas en pos de un paisaje armónico y unificado. Sea en agosto o febrero, cuando se hace el entierro y desentierro de la Pachamama, o el resto del año, los valles son un refugio. Desde Tafí con sus cabalgatas y pesca (de noviembre a marzo) para disfrutar en el verano norteño en un microclima único, hasta Amaicha con sus ocres y el cielo diá- fano que se ve con mayor precisión desde el observatorio Ampimpa, todo invita a dejarse llevar por el viento. En Amaicha existe la única bodega comunitaria de Sudamérica, manejada por el pueblo originario del lugar. Los Amaichas eligieron un diseño de bodega comunitaria representativo de las unidades habitacionales propias del período prehispánico arraigadas en el inconsciente colectivo. Este estilo de construcción indígena está fuertemente caracterizado por la relación con la naturaleza, proveedora de las materias primas utilizadas. El proyecto y la implementación de viñedos se enmarca en el buen vivir de los Amaichas, una concepción para restablecer la relación de equilibrio entre lo humano y la Pachamama. En la actualidad, la bodega posee dos etiquetas, ambas con nombre en lengua Cacán. Una de ellas “SumajKawsay” (el buen vivir), que hace referencia al sentido de llevar una vida digna estando en armonía con la naturaleza, con el prójimo, con uno mismo y con la Pachamama o Madre Tierra. La segunda se denomina “KusillaKusilla” (ayúdame, sé generosa), que es expresión habitual en la invocación a la Pachamama.

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Los imponentes Valles Calchaquíes se convierten en el escenario ideal para degustar los más exquisitos vinos. Al oeste de la provincia y a lo largo de la mítica ruta nacional 40, se encuentra la Ruta del Vino tucumana. El microclima de esta región se caracteriza por una gran amplitud térmica, con jornadas diáfanas y de escasa humedad, producto de su imponente altura que alcanza los 3.000 metros sobre el nivel del mar en algunas zonas. Todas estas características, además de impactar directamente en las cualidades de los vinos, ofrecen un hábitat de sosiego con gran valoración por parte de los visitantes. También se pueden disfrutar recorridos por tesoros arqueológicos heredados de las culturas precolombina y jesuita: El Pichao, Ruinas de Cóndor Huasi, Talapazo y la Ciudad Sagrada de Quilmes. Todos estos testimonios históricos conviven en armonía con la tradicional pero evolucionada industria vitivinícola de la región. Es por esto que las visitas a los productores de la zona son una experiencia completa, que trasciende el concepto clásico de parcelas aisladas en pos de un paisaje armónico y unificado. Sea en agosto o febrero, cuando se hace el entierro y desentierro de la Pachamama, o el resto del año, los valles son un refugio. Desde Tafí con sus cabalgatas y pesca (de noviembre a marzo) para disfrutar en el verano norteño en un microclima único, hasta Amaicha con sus ocres y el cielo diá- fano que se ve con mayor precisión desde el observatorio Ampimpa, todo invita a dejarse llevar por el viento. En Amaicha existe la única bodega comunitaria de Sudamérica, manejada por el pueblo originario del lugar. Los Amaichas eligieron un diseño de bodega comunitaria representativo de las unidades habitacionales propias del período prehispánico arraigadas en el inconsciente colectivo. Este estilo de construcción indígena está fuertemente caracterizado por la relación con la naturaleza, proveedora de las materias primas utilizadas. El proyecto y la implementación de viñedos se enmarca en el buen vivir de los Amaichas, una concepción para restablecer la relación de equilibrio entre lo humano y la Pachamama. En la actualidad, la bodega posee dos etiquetas, ambas con nombre en lengua Cacán. Una de ellas “SumajKawsay” (el buen vivir), que hace referencia al sentido de llevar una vida digna estando en armonía con la naturaleza, con el prójimo, con uno mismo y con la Pachamama o Madre Tierra. La segunda se denomina “KusillaKusilla” (ayúdame, sé generosa), que es expresión habitual en la invocación a la Pachamama.

A lo largo de los 100 km por los cuales se extiende la zona vitivinícola, entre Tafí del Valle y Colalao del Valle, las bodegas y productores ofrecen degustaciones maridadas con gastronomía típica de la región, alojamiento de alto nivel y actividades especiales que combinan el mundo gourmet con eventos culturales, deportivos y recreativos.

Ciudad Sagrada de Quilmes

Para revivir la historia del último bastión de la resistencia aborigen ante el avance español hay que recorrer 20 kilómetros desde Amaicha del Valle hasta la Ciudad Sagrada de Quilmes. El sitio arqueológico, de relevancia internacional, cuenta con una variedad de servicios para los turistas y es considerado uno de los asentamientos indígenas más importantes del país.

Amaicha del Valle está a 176 km de San Miguel de Tucumán. Ruinas de Quilmes está a 198 km de la capital tucumana. Tafí del Valle se encuentra a 111 km de San Miguel de Tucumán.

 

 

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