¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

15°
19 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

A 50 años de la gloriosa jornada del Intocable Locche

El 12 de diciembre de 1968 el boxeador mendocino se consagraba campeón del mundo supeligero de la AMB venciendo por nocaut técnico a Paul Fuji.
Miércoles, 12 de diciembre de 2018 02:09

El Intocable esquivó una vez, otra vez y por enésima vez. Ese movimiento natural volvió locos a todos. Aquellos que lo seguían disfrutaban de los amagues aprendidos en Las Heras (Mendoza) su ciudad natal. Para su rivales era un desperdicio de energía, porque los golpes no llegaban, no hacían daño y la frustración aumentaba. Así fue esa noche del 12 de diciembre de 1968 en Tokio, en la que Nicolino Locche se convirtió en campeón del mundo superligero de la Asociación Mundial de Boxeo venciendo por nocaut técnico en el décimo round a Paul Takeshi Fuji. Fue la noche en la que se convirtió en inmortal. 
En la cabeza de los memoriosos está todavía latente aquella exhibición de boxeo que dio el argentino frente a quien llegaba con los laureles de ser campeón del mundo. Fue la pelea perfecta, una obra maestra de precisión, técnica y castigo que sufrió Fuji, boxeador que nació en Honolulu (Hawai), pero con ascendencia japonesa. 
En una época sin satélites ni internet y con canales abiertos de TV que solo transmitían en blanco y negro después de las 17, solo la radio fue el medio que hizo posible conocer a la distancia lo que sucedía en la nación del sol naciente. 
Tal era la confianza que se tenía Nicolino que esa noche le daría una sorpresa a sus acompañantes: tras una sesión de masajes se quedó plácidamente dormido en una camilla de los vestuarios del estadio mientras en el ring se desarrollaban las peleas preliminares.
Ninguno de los que formaban parte de su pequeño entorno lo podía creer. Ese grupo estuvo formado por el entrenador Francisco “Paco” Bermúdez, el promotor Juan Carlos “Tito” Lectoure, el sparring Juan Aguilar y el anunciador del Luna Park, Roberto Fiorentino. No solo se quedó con la siestita pevia, sino que también se hizo conocida la historia de que se fumó un cigarrillo a escondidas de su entrenador. 
La confianza que impregnaba era un presagio de lo que sucedería después. Era su noche, la que venía buscando hacía un largo rato. Había realizado más de 100 peleas desde su debut en 1958 hasta la jornada consagratoria; incluso una de ellas fue en Salta el 22 de febrero de 1963 frente a Gregorio Cinta que terminó en empate. En su conteo sumaba algunas derrotas previas a pelear contra Fuji, pero nunca fue noqueado. 
Su estilo era particular, parecía que le gustaba más defenderse que tirar golpes, pero con esa herramienta llegó al momento que estaba buscando. Ese 12 de diciembre le agregó algo más a su habitual técnica sobre el ring; sus golpes fueron certeros y de a poco minaron las resistencia del campeón del mundo, apoyado por miles de espectadores en la capital japonesa. Fuji había servido como infante de la marina estadounidense, tenía todo lo que un campeón necesitaba desde la fortaleza mental hasta la física. Sin embargo nada de eso prevaleció ante la picardía del mendocino. 
Fuji terminó quebrado en sus reservas, con los ojos prácticamente cerrados y con el rostro todo hinchado. Su espíritu se rindió ente la maestría de Loche y para su bien decidió quedarse sentado en su banquito y no salir a pelear el décimo round. 
Nicolino fue el primero que notó que ya era campeón del mundo, interrumpió las instrucciones de Paco Bermúdez diciendo: “No, maestro, no hace falta... no sale... ¡No sale!”. Fue su gloriosa noche, se convirtió en campeón del mundo superligero castigando como nunca y esquivando los golpes como siempre.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

El Intocable esquivó una vez, otra vez y por enésima vez. Ese movimiento natural volvió locos a todos. Aquellos que lo seguían disfrutaban de los amagues aprendidos en Las Heras (Mendoza) su ciudad natal. Para su rivales era un desperdicio de energía, porque los golpes no llegaban, no hacían daño y la frustración aumentaba. Así fue esa noche del 12 de diciembre de 1968 en Tokio, en la que Nicolino Locche se convirtió en campeón del mundo superligero de la Asociación Mundial de Boxeo venciendo por nocaut técnico en el décimo round a Paul Takeshi Fuji. Fue la noche en la que se convirtió en inmortal. 
En la cabeza de los memoriosos está todavía latente aquella exhibición de boxeo que dio el argentino frente a quien llegaba con los laureles de ser campeón del mundo. Fue la pelea perfecta, una obra maestra de precisión, técnica y castigo que sufrió Fuji, boxeador que nació en Honolulu (Hawai), pero con ascendencia japonesa. 
En una época sin satélites ni internet y con canales abiertos de TV que solo transmitían en blanco y negro después de las 17, solo la radio fue el medio que hizo posible conocer a la distancia lo que sucedía en la nación del sol naciente. 
Tal era la confianza que se tenía Nicolino que esa noche le daría una sorpresa a sus acompañantes: tras una sesión de masajes se quedó plácidamente dormido en una camilla de los vestuarios del estadio mientras en el ring se desarrollaban las peleas preliminares.
Ninguno de los que formaban parte de su pequeño entorno lo podía creer. Ese grupo estuvo formado por el entrenador Francisco “Paco” Bermúdez, el promotor Juan Carlos “Tito” Lectoure, el sparring Juan Aguilar y el anunciador del Luna Park, Roberto Fiorentino. No solo se quedó con la siestita pevia, sino que también se hizo conocida la historia de que se fumó un cigarrillo a escondidas de su entrenador. 
La confianza que impregnaba era un presagio de lo que sucedería después. Era su noche, la que venía buscando hacía un largo rato. Había realizado más de 100 peleas desde su debut en 1958 hasta la jornada consagratoria; incluso una de ellas fue en Salta el 22 de febrero de 1963 frente a Gregorio Cinta que terminó en empate. En su conteo sumaba algunas derrotas previas a pelear contra Fuji, pero nunca fue noqueado. 
Su estilo era particular, parecía que le gustaba más defenderse que tirar golpes, pero con esa herramienta llegó al momento que estaba buscando. Ese 12 de diciembre le agregó algo más a su habitual técnica sobre el ring; sus golpes fueron certeros y de a poco minaron las resistencia del campeón del mundo, apoyado por miles de espectadores en la capital japonesa. Fuji había servido como infante de la marina estadounidense, tenía todo lo que un campeón necesitaba desde la fortaleza mental hasta la física. Sin embargo nada de eso prevaleció ante la picardía del mendocino. 
Fuji terminó quebrado en sus reservas, con los ojos prácticamente cerrados y con el rostro todo hinchado. Su espíritu se rindió ente la maestría de Loche y para su bien decidió quedarse sentado en su banquito y no salir a pelear el décimo round. 
Nicolino fue el primero que notó que ya era campeón del mundo, interrumpió las instrucciones de Paco Bermúdez diciendo: “No, maestro, no hace falta... no sale... ¡No sale!”. Fue su gloriosa noche, se convirtió en campeón del mundo superligero castigando como nunca y esquivando los golpes como siempre.

El camino hacia el retiro

Pese a su desapego al gimnasio, Nicolino Locche defendió el título mundial con éxito ante Morocho Hernández, Joao Enrique, Adolph Pruitt, Domingo Barrera Corpas y Kid Pambelé.
El 10 de marzo de 1972, y por una bolsa de 80.000 dólares, se encerró en un ring de Panamá con Alfonso “Peppermint” Frazer. Pero Nicolino era una sombra. Tuvo que bajar cuatro kilos en dos días. Y así perdió el título mundial en su sexta defensa. Fue el comienzo del fin. 
En marzo de 1973, en Maracay, tuvo una nueva oportunidad ante Kid Pambelé, pero una fiera herida obligó a Tito Lectoure y a Osvaldo Cavillón a tirar la toalla. De puro guapo, Nicolino quiso seguir igual, pero era imposible. Ese mismo año ingresó al Salón Internacional de la Fama del Boxeo, junto al estadounidense George Foreman y al jamaiquino Mike McCallum.
Después, reapareció, colgó los guantes y volvió a reaparecer. El 7 de agosto de 1976 hizo su última pelea oficial en el hotel Llao Llao de San Carlos de Bariloche, ganándole por puntos al chileno Ricardo Ortiz. Intentó luego un regreso con exhibiciones en todo el país, pero fue inútil. 
Su última aparición pública fue el 24 de agosto de 2004. El gran Nicolino Locche murió en Las Heras, Mendoza, el miércoles 7 de septiembre de 2005. Hoy será recordado en su ciudad natal una vez más, homenajes que se repetirán porque su leyenda es inmortal entre los amantes del boxeo. 

Temas de la nota

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD

Temas de la nota

PUBLICIDAD