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La Guerra de las Galaxias de Donald Trump

Miércoles, 05 de septiembre de 2018 00:00

En la década del 80, Ronald Reagan lanzó un ambicioso programa, bautizado periodísticamente como la "Guerra de las Galaxias", que utilizó la abrumadora superioridad tecnológica de los Estados Unidos sobre la Unión Soviética para crear un escudo antimisilístico que protegía al territorio norteamericano de los cohetes extra-continentales y desequilibraba la relación de fuerzas militares entre ambas superpotencias de una forma tan contundente que obligó a Moscú a renunciar a la disputa por la supremacía mundial.

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En la década del 80, Ronald Reagan lanzó un ambicioso programa, bautizado periodísticamente como la "Guerra de las Galaxias", que utilizó la abrumadora superioridad tecnológica de los Estados Unidos sobre la Unión Soviética para crear un escudo antimisilístico que protegía al territorio norteamericano de los cohetes extra-continentales y desequilibraba la relación de fuerzas militares entre ambas superpotencias de una forma tan contundente que obligó a Moscú a renunciar a la disputa por la supremacía mundial.

Treinta años después, Donald Trump impulsa la creación de una fuerza militar espacial que pretende eliminar la posibilidad de que China y Rusia puedan utilizar el espacio como plataforma bélica, de modo de asegurar el predominio militar global de los Estados Unidos.

La iniciativa de Trump supone la creación de una sexta fuerza armada, que se sumaría a las cinco ya existentes: el Ejército, la Armada, la Fuerza Aérea, la Infantería de Marina y la Guardia Costera. Esta fuerza espacial, que estaría en pleno funcionamiento en 2020, tendría a su cargo una serie de capacidades militares estadounidenses relacionadas con el espacio, que incluyen desde los satélites del Sistema de Posicionamiento Global (GPS) hasta los sensores que ayudan a rastrear lanzamientos de misiles.

El primer paso es la creación de un Comando Espacial de los Estados Unidos, que antes de fin de año tendrá una nueva unidad combatiente con recursos especiales, estará dirigido por un general de cuatro estrellas y tendrá a su cargo la defensa del espacio, del mismo modo que el Comando Pacífico del Pentágono supervisa ese océano. El Pentágono creará también un comité de expertos en el espacio y una oficina de adquisiciones separada para comprar satélites y desarrollar nuevas tecnologías en la materia.

Posteriormente, se avanzará gradualmente en la constitución de esa nueva fuerza espacial, comenzando con la creación de una Subsecretaría de Defensa para el Espacio que, según el vicepresidente Mike Pence, principal defensor del proyecto, dependerá de la Secretaría de Defensa "para supervisar el crecimiento y la expansión de la sexta rama del servicio". A tal efecto, la Casa Blanca solicitó al Congreso autorización para invertir 8.000 millones de dólares adicionales en sistemas espaciales de seguridad nacional.

Apoyos y críticas

Para Pence, "llegó el momento de escribir el siguiente gran capítulo en la historia de nuestras Fuerzas Armadas, de prepararnos para el próximo campo de batalla, donde serán llamados los mejores y más valientes para disuadir y derrotar una nueva generación de amenazas a nuestro pueblo, a nuestra Nación". El vicepresidente subrayó que la creación de esta "sexta rama" tiene como objetivo "enfrentar las amenazas emergentes en este nuevo campo de batalla".

El espacio es vital para las guerras del siglo XXI. El rol del Departamento de Defensa en el espacio está bajo análisis tras el reconocimiento de que Estados Unidos depende cada vez más de satélites que proporcionan comunicación, navegación, información de inteligencia y otros servicios vitales para las Fuerzas Armadas y la economía norteamericanas. Los satélites del Pentágono se emplean también para detectar amenazas de misiles, guiar municiones de precisión.

Los especialistas en temas militares advierten que el espacio ya no es más un santuario pacífico, sino un teatro de guerra que necesita mayor atención y recursos. Existe una creciente preocupación por los ciberataques que podrían tener como blanco la tecnología satelital, lo que potencialmente dejaría a las tropas en combate sin comunicaciones electrónicas ni capacidad de navegación. La protección de estos satélites en el espacio es una prioridad para la estrategia de defensa y seguridad nacional.

La discusión de la iniciativa en el Congreso es más de forma que de fondo. Nadie discrepa sobre la importancia de otorgar una atención prioritaria a la defensa espacial. Lo que algunos objetan es la conveniencia de crear una fuerza armada especial. Paul Scharre, miembro del Centro para la Nueva Seguridad Estadounidense, si bien admitió que el espacio es "el talón de Aquiles estadounidense", calificó a la Fuerza Espacial como "una idea estúpida". Los críticos señalan que las amenazas espaciales no demandan otra rama militar especial sino fortalecer la capacidad operativa de la Fuerza Aérea, que fue creada en 1947 como la "quinta rama" de las Fuerzas Armadas.

La carrera hacia el infinito

La propuesta de la Casa Blanca está asociada con una redefinición integral de las prioridades de la defensa estadounidense, cuyo epicentro no estará ya puesto en la lucha contra el terrorismo transnacional, tal cual quedó determinado por las circunstancias a partir de los atentados de septiembre de 2001.

En ese sentido, un interesante trabajo de la Universidad de Maryland revela que tras el pico de 2014, con 17.000 atentados y 45.000 muertos, hubo tres años consecutivos de descenso de la actividad terrorista. En 2017 hubo 10.600 atentados y 26.400 víctimas, una cifra que incluye a los agresores. Ese descenso obedece principalmente al declive del ISIS. La prioridad estadounidense pasa a ser entonces la capacidad de disuasión frente a las amenazas eventuales de otras potencias, en particular China y Ru sia.

Pence subrayó que "China y Rusia han estado llevado a cabo actividades altamente sofisticadas en órbita que podrían permitirles maniobrar sus satélites muy cerca de los nuestros, presentando peligros sin precedente para nuestros sistemas espaciales".

Las agencias de inteligencia estadounidenses informaron a principios de año que China y Rusia están buscando crear armas antisatélites "destructivas y no destructivas" para su uso en una posible guerra en el futuro.

Pero las amenazas bélicas no son la única razón para que Estados Unidos atienda a este desafío. China ha puesto en la mira la carrera espacial. En 2013 pasó a ser el tercer país en llegar a la Luna y lanzó en mayo pasado un cohete hacia la superficie lunar, donde hasta ahora sólo ondea una bandera estadounidense.

En 2014 una nave espacial china no tripulada volvió a orbitar la superficie lunar, llevando un microchip con una canción de Peng Liyuan, una famosa cantante china casada con el presidente Xi Jinping, quien ya señaló que Beijing se propone enviar un astronauta a la Luna en el 2025.

Rusia, con su acreditada tradición en la materia, no le va a la zaga: para Putin, la competencia espacial también es un asunto estratégico insoslayable, al que su gobierno no escatima recursos económicos.

Ni Estados Unidos ni China ni Rusia ignoran que la conquista del espacio es la gran aventura histórica de la Humanidad del siglo XXI. Quienes se adelanten en ese terreno serán los futuros dueños de la supremacía mun dial.

 

 

 

 

 

 

 

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