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“La esencia tiene un gran valor que no se compra en ningún lado

Entrevista, Mariana Carrizo.
Lunes, 16 de diciembre de 2019 00:19

La cantante de los Valles Calchaquíes, Mariana Carrizo, acaba de llegar de una gira europea donde dio conciertos en varias ciudades de Francia, España, Portugal y Bélgica, además de haber participado como representante del canto latinoamericano en el festival suizo Les Nuits du Monde.
Coplas de los valles, zambas, vidalas y chacareras compusieron el repertorio que la Carrizo como representante latinoamericana llevó a Ginebra, donde compartió escenarios y experiencias con exponentes del canto sudafricano, mongol, persa, francés y de la India.
Al mismo tiempo se prepara para la temporada de festivales de verano, aun cuando por tercer año seguido esté excluida del escenario principal de Cosquín, donde en 2017 ofreció junto al pianista argentino radicado en Nueva York Leo Genovese un memorable concierto que unió la rudeza simple y verdadera de la copla con la ensoñación jazzística, en una de esas audacias conceptuales y musicales que Cosquín se permite solo muy de vez en cuando y que luego sanciona.
“Después de ese concierto ya no tuve lugar en Cosquín lo cual me crea cierta desazón, por un lado porque Cosquín es un patrimonio cultural del pueblo, algo que queda manifiesto en cada evento, que no debe ser confundido con una cartelera comercial”, cuenta.
“La sensibilidad de ciertos programadores a veces es muy complicada, yo reniego de no estar en Cosquín no solo por mí sino porque represento una cultura viva que es el canto de la copla y mi pena es que la copla no esté en ese escenario. Tengo una tozudez de insistir porque soy parte de una cultura”, dice Carrizo.
Sobre la situación actual de la copla, comenta: “Es una expresión cultural que viene a ser como las montañas, especialmente está en la gente mayor y en los pueblos muy adentro, tengo la esperanza de que los jóvenes de esos pueblos la continúen; no veo peligro de que se pierda pero lo que me duele es que no hay conocimiento y por ende no hay respeto a la parte cultural de ese pueblo de los cerros, y entonces la gente que canta coplas no tiene a veces espacio social para expresar su cultura más allá de los carnavales y de los lugares autogestionados por ellos mismos”.
“A ese canto -agrega Carrizo- se lo tiene que cuidar y querer y no dejar que se pierda”.

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La cantante de los Valles Calchaquíes, Mariana Carrizo, acaba de llegar de una gira europea donde dio conciertos en varias ciudades de Francia, España, Portugal y Bélgica, además de haber participado como representante del canto latinoamericano en el festival suizo Les Nuits du Monde.
Coplas de los valles, zambas, vidalas y chacareras compusieron el repertorio que la Carrizo como representante latinoamericana llevó a Ginebra, donde compartió escenarios y experiencias con exponentes del canto sudafricano, mongol, persa, francés y de la India.
Al mismo tiempo se prepara para la temporada de festivales de verano, aun cuando por tercer año seguido esté excluida del escenario principal de Cosquín, donde en 2017 ofreció junto al pianista argentino radicado en Nueva York Leo Genovese un memorable concierto que unió la rudeza simple y verdadera de la copla con la ensoñación jazzística, en una de esas audacias conceptuales y musicales que Cosquín se permite solo muy de vez en cuando y que luego sanciona.
“Después de ese concierto ya no tuve lugar en Cosquín lo cual me crea cierta desazón, por un lado porque Cosquín es un patrimonio cultural del pueblo, algo que queda manifiesto en cada evento, que no debe ser confundido con una cartelera comercial”, cuenta.
“La sensibilidad de ciertos programadores a veces es muy complicada, yo reniego de no estar en Cosquín no solo por mí sino porque represento una cultura viva que es el canto de la copla y mi pena es que la copla no esté en ese escenario. Tengo una tozudez de insistir porque soy parte de una cultura”, dice Carrizo.
Sobre la situación actual de la copla, comenta: “Es una expresión cultural que viene a ser como las montañas, especialmente está en la gente mayor y en los pueblos muy adentro, tengo la esperanza de que los jóvenes de esos pueblos la continúen; no veo peligro de que se pierda pero lo que me duele es que no hay conocimiento y por ende no hay respeto a la parte cultural de ese pueblo de los cerros, y entonces la gente que canta coplas no tiene a veces espacio social para expresar su cultura más allá de los carnavales y de los lugares autogestionados por ellos mismos”.
“A ese canto -agrega Carrizo- se lo tiene que cuidar y querer y no dejar que se pierda”.

¿Cómo fue la decisión que te llevó al festival de Ginebra como representante del canto de Latinoamérica?

Es un festival que hace una selección de la música del mundo, este año era la aventura de las voces, donde ellos consideran el registro, la amplitud de las voces, los usos y gustos que le da cada cantante como tal y también culturalmente, la voz como instrumento musical y como instrumento social, hacen una curaduría entre cantantes de diferentes lugares y seleccionan alguno por cada continente, yo fui como representante de Latinoamérica, hubo conciertos, se hicieron conferencias, fue fuerte ir como mujer y también en nombre de un continente que está atravesando estos cimbronazos que estamos viviendo.

¿Qué repertorio llevaste?

Hice coplas, canciones criollas del Norte, zambas, llevamos el ritmo de la región, hicimos improvisaciones con Eloy Zúñiga que es un guitarrista y cantor mexicano (huasteco) con el que giré mucho por su país y con el que estoy trabajando en un nuevo proyecto y también fui con Clavo Riera en bandoneón, yo con mi caja y mi canto.

Tu unión con Leo Genovese, un músico de la avant garde del jazz neoyorquino, en Cosquín fue maravillosa, ¿cómo se pueden unir esos mundos?

Con Leo vamos a volver a hacer gira juntos, la estamos planeando. Yo soy aventurera, soy muy libre y no encuentro motivos para no abrazarme con otras culturas y otros tiempos sino todo lo contrario, el hecho de estar vivos nos hacer ser de diferentes maneras y lugares y eso nos enriquece a todos y no por eso uno tiene que perder la esencia, ahí está el detalle.

¿En la esencia?

Sí, uno la lleva adonde vaya, puede haber quien la pierda en el camino sin darse cuenta pero para mí tiene un valor inmenso que no se compra en ningún lado, lo maravilloso es la pertenencia del espíritu, que es eso que está un poco más afuera del alma, el intermediario entre cuerpo y alma donde todos, que somos iguales, somos distintos.
 

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