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Lizy Tagliani: "La fama es la que me devolvió mi historia biológica"

Entrevista a la humorista y conductora Lizy Tagliani.
Domingo, 14 de abril de 2019 12:30

Tras su arrasador debut como conductora de “El precio justo”, Lizy Tagliani celebra el cariño del público y habla de todo con su característico buen humor. Luego de participar en diferentes ciclos de Telefé y de su rol como panelista de “Cortá por Lozano”, el canal de las pelotas le dio su voto de confianza, y no se equivocó: “En este programa me divierto y la paso muy bien. Es la primera vez que se hace en vivo y que lo conduce una mujer trans”, explica la artista que, en otros tiempos, supo cortarle el pelo a Roberto Galán y su mujer y, paso a paso, logró convertirse en una de las figuras más queridas del ambiente. “Ya repartimos más de dos millones de pesos, como Susana. Pero Susana es la número uno”, acota.
¿Qué pensaste cuando te propusieron comandar “El Precio Justo”?
Yo no pienso nada. Yo me mando con todo. La verdad es que cuando me dijeron de hacer juegos me encantó, porque si bien con Vero Lozano aprendí a opinar, eso no es lo mío. Sí lo es hacer chistes y bromas y conducir: eso viene de mi casa, una familia donde éramos todos iguales y no nos victimizamos. Vengo de la pobreza extrema y siempre hicimos todo desde el humor.
¿Cómo viviste esa situación?
Nunca lo vivimos ni como una desgracia ni con tristeza. Vengo de un hogar que era una pieza con techo de chapa, una madre trabajadora que a veces tenía que caminar un montón porque no había para el colectivo y que a la cena nos hacía dos panes con grasa y un poquito de carne, que era lo que
había, pero que jamás nos hizo sentir que no teníamos para comer. Esa era la cena y punto. Yo a ella le debo todo lo que soy, esta forma de enfrentar la vida. Le debo haber llegado hasta acá, porque ella me dio esa seguridad. Éramos muy pobres, pero no crecí sintiendo que me faltaba algo o que yo no podía.
Vos saliste de esa situación, pero aún hay muchas personas que no lo han hecho ¿cómo te sentís al respecto?
Obviamente es muy triste. Uno no quiere ver a la gente sufrir, de ninguna manera, ni por tener poco ni por tener mucho. Cuando empecé con la peluquería me vinculé con gente de clase alta que también tiene mucho sufrimiento espiritual. Todo lo que haga mal al alma es horrible. He visto gente rica pasarla mal teniendo todo... todo lo que uno cree que te puede hacer feliz. No juzgo a nadie desde ese lugar. Yo tengo prejuicios de creer, a veces, que soy una tarada porque ahora no me falta plata.
Pero no aplico prejuicios sobre los demás, o los que fueron ricos toda su vida: hay unos que son unos chetos tarados y otros no.
¿Este espacio te ayuda a vincularte también con los más pequeños?
A mí me emociona que me miren los chicos con sus padres, que se diviertan y tengan empatía. Los nenes mandan dibujos de “Súper Lizy” con la capa y mi perrito que rescaté de la calle. Soy una mujer travesti, que pasó por una infancia en la que esto era imposible. Con mis amigas lo debatimos: esto tiene que ver con cambiar la cultura y la educación de las personas. El hecho de que yo esté en la tele tal vez pueda modificar la mirada, ojalá... Y no es solo para mí. De todas maneras, yo peleo para que las mujeres trans sean auténticas, libres, o como yo que hago chistes de que soy Luisito, que tengo la pata grande, que me crecen los pelos... Porque cada mujer travesti o trans transita su vida diferente y otras no hacen chistes. Hay que entender que cada vida amerita su oportunidad con su propia historia, no con la mía. Y nadie tiene por qué hacer chistes con ellas o con su vida o con su cuerpo.
Tenés millones de seguidores en las redes. ¿Cómo convivís con eso?
Yo me siento “el putito más famoso de mi barrio”. Siempre fui así, desde chiquita: iba a lo de María a comer el sándwich de la tarde mientras me metía a la pileta; a Doña Delia le hacía los mandados; a los pibes les prestaba la pelota que me habían regalado y los miraba en el potrero porque a mí no me gustaba. Así, siempre fui popular y esto es como eso que yo viví siempre, pero ampliado.
Liderás el rating, ¿estás pendiente de los números?
Para nada, no soy competitiva. Es más, en el canal me dijeron que no me preocupe porque se me va a notar en la cara. Entonces, no estoy pendiente de la parte administrativa. Lo dejo en manos de ellos.
¿Te gustaría que tu mamá te viera hoy , en medio de este éxito y con el cariño de la gente?
Me hubiera encantado, por todo lo que significaba. Eso es lo que más me gustaría en la vida. Yo a mi mamá le di todo lo que pude siendo peluquera: desde cambiar los picaportes de la casa, hasta levantar la pared, comprar un auto... Pero claro, me hubiera encantado que me viera y poder darle
más. Yo siempre vivía pensando en que tenía que trabajar mucho para después llevar a mi mamá de viaje a conocer Mar del Plata, llevarla a comer y hacer esto y lo otro. Trabajaba todo el día para juntar dinero, planificaba y pasaba meses sin ir a verla, aunque la llamaba todos los días a las 8 de la mañana y a las 5 de la tarde. Y se murió en cinco meses y no me dio tiempo a nada. Así que todo lo que planifiqué no me sirvió de nada. Con su muerte me di cuenta de que nunca más le quiero ganar al tiempo.

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Tras su arrasador debut como conductora de “El precio justo”, Lizy Tagliani celebra el cariño del público y habla de todo con su característico buen humor. Luego de participar en diferentes ciclos de Telefé y de su rol como panelista de “Cortá por Lozano”, el canal de las pelotas le dio su voto de confianza, y no se equivocó: “En este programa me divierto y la paso muy bien. Es la primera vez que se hace en vivo y que lo conduce una mujer trans”, explica la artista que, en otros tiempos, supo cortarle el pelo a Roberto Galán y su mujer y, paso a paso, logró convertirse en una de las figuras más queridas del ambiente. “Ya repartimos más de dos millones de pesos, como Susana. Pero Susana es la número uno”, acota.
¿Qué pensaste cuando te propusieron comandar “El Precio Justo”?
Yo no pienso nada. Yo me mando con todo. La verdad es que cuando me dijeron de hacer juegos me encantó, porque si bien con Vero Lozano aprendí a opinar, eso no es lo mío. Sí lo es hacer chistes y bromas y conducir: eso viene de mi casa, una familia donde éramos todos iguales y no nos victimizamos. Vengo de la pobreza extrema y siempre hicimos todo desde el humor.
¿Cómo viviste esa situación?
Nunca lo vivimos ni como una desgracia ni con tristeza. Vengo de un hogar que era una pieza con techo de chapa, una madre trabajadora que a veces tenía que caminar un montón porque no había para el colectivo y que a la cena nos hacía dos panes con grasa y un poquito de carne, que era lo que
había, pero que jamás nos hizo sentir que no teníamos para comer. Esa era la cena y punto. Yo a ella le debo todo lo que soy, esta forma de enfrentar la vida. Le debo haber llegado hasta acá, porque ella me dio esa seguridad. Éramos muy pobres, pero no crecí sintiendo que me faltaba algo o que yo no podía.
Vos saliste de esa situación, pero aún hay muchas personas que no lo han hecho ¿cómo te sentís al respecto?
Obviamente es muy triste. Uno no quiere ver a la gente sufrir, de ninguna manera, ni por tener poco ni por tener mucho. Cuando empecé con la peluquería me vinculé con gente de clase alta que también tiene mucho sufrimiento espiritual. Todo lo que haga mal al alma es horrible. He visto gente rica pasarla mal teniendo todo... todo lo que uno cree que te puede hacer feliz. No juzgo a nadie desde ese lugar. Yo tengo prejuicios de creer, a veces, que soy una tarada porque ahora no me falta plata.
Pero no aplico prejuicios sobre los demás, o los que fueron ricos toda su vida: hay unos que son unos chetos tarados y otros no.
¿Este espacio te ayuda a vincularte también con los más pequeños?
A mí me emociona que me miren los chicos con sus padres, que se diviertan y tengan empatía. Los nenes mandan dibujos de “Súper Lizy” con la capa y mi perrito que rescaté de la calle. Soy una mujer travesti, que pasó por una infancia en la que esto era imposible. Con mis amigas lo debatimos: esto tiene que ver con cambiar la cultura y la educación de las personas. El hecho de que yo esté en la tele tal vez pueda modificar la mirada, ojalá... Y no es solo para mí. De todas maneras, yo peleo para que las mujeres trans sean auténticas, libres, o como yo que hago chistes de que soy Luisito, que tengo la pata grande, que me crecen los pelos... Porque cada mujer travesti o trans transita su vida diferente y otras no hacen chistes. Hay que entender que cada vida amerita su oportunidad con su propia historia, no con la mía. Y nadie tiene por qué hacer chistes con ellas o con su vida o con su cuerpo.
Tenés millones de seguidores en las redes. ¿Cómo convivís con eso?
Yo me siento “el putito más famoso de mi barrio”. Siempre fui así, desde chiquita: iba a lo de María a comer el sándwich de la tarde mientras me metía a la pileta; a Doña Delia le hacía los mandados; a los pibes les prestaba la pelota que me habían regalado y los miraba en el potrero porque a mí no me gustaba. Así, siempre fui popular y esto es como eso que yo viví siempre, pero ampliado.
Liderás el rating, ¿estás pendiente de los números?
Para nada, no soy competitiva. Es más, en el canal me dijeron que no me preocupe porque se me va a notar en la cara. Entonces, no estoy pendiente de la parte administrativa. Lo dejo en manos de ellos.
¿Te gustaría que tu mamá te viera hoy , en medio de este éxito y con el cariño de la gente?
Me hubiera encantado, por todo lo que significaba. Eso es lo que más me gustaría en la vida. Yo a mi mamá le di todo lo que pude siendo peluquera: desde cambiar los picaportes de la casa, hasta levantar la pared, comprar un auto... Pero claro, me hubiera encantado que me viera y poder darle
más. Yo siempre vivía pensando en que tenía que trabajar mucho para después llevar a mi mamá de viaje a conocer Mar del Plata, llevarla a comer y hacer esto y lo otro. Trabajaba todo el día para juntar dinero, planificaba y pasaba meses sin ir a verla, aunque la llamaba todos los días a las 8 de la mañana y a las 5 de la tarde. Y se murió en cinco meses y no me dio tiempo a nada. Así que todo lo que planifiqué no me sirvió de nada. Con su muerte me di cuenta de que nunca más le quiero ganar al tiempo.


A partir de la fama encontraste la familia de tu padre biológico ¿Cómo describirías ese momento?
Cuando era chica soñaba con ser modelo, como Teresa Calandra y Carmen Yazalde. A mí me encanta la fama, que hablen de mí y me hagan notas, pero lo más extraordinario de todo esto es que gracias a ser famosa y a una foto que yo publiqué de cuando era Luisito en una revista, mi familia en el Chaco me encontró. Toda una familia de la que yo no tenía ni idea. Hasta me enteré que mi mamá tenía 9 hermanos y no 3 como yo creía. La fama me devolvió mi historia biológica y estoy muy agradecida por eso. Si no fuera por los medios, eso nunca hubiera sido posible.
Y descubriste que tenés una hermana...
Ay, imaginate, una hermana de mi edad. Ya viajé a conocer a toda la familia, pero mi hermana fue la última que apareció. Todavía no nos pudimos encontrar, pero estoy muy conmovida. Además tiene mi edad, una semana de diferencia... Por eso el escándalo también, ¿no? Ella fue la última a la que esa familia contactó, porque ella sí que no tenía ni idea de esa doble vida de nuestro padre. Yo sí, yo sabía que tenía una historia que estaba en algún lado.
Muchas personas se dicen abiertas, pero en realidad no lo son ¿Te preocupan los prejuicios?
Creo que el prejuicio es parte del ser humano y me parece que tiene que ver con el miedo. Y muchas personas traducen ese temor en discriminación. Supongamos: yo nunca pude viajar a Disney y no tengo prejuicios con las personas de plata que sí lo hicieron, no pienso que son malos por eso. Uno puede vincularse con personas con las que tiene diferencias, conocerlos. El secreto está en poder compartir con el otro sin prejuicios y ser tolerantes.

 

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