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Reina la incertidumbre entre más de 4.000 bagayeros de Orán

El movimiento informal de la frontera se convirtió en un contenedor laboral que está hoy con signos de interrogante. Ahora solo se puede ingresar mercancías por el puente internacional y el paso de chalanas. Bermejo acusó el golpe.
Domingo, 07 de abril de 2019 00:03

En San Ramón de la Nueva Orán y Aguas Blancas hay más de 4.000 bagayeros que se ganan la vida como pasadores de las mercancías que ingresan desde la localidad boliviana de Bermejo y se revenden en barrios, ferias y mercados de pulgas de medio país. El variado universo de los cargadores incluye a niños, jóvenes sin estudios, desocupados y jefas de familias que pocas oportunidades de ocupación tienen más allá del comercio informal de la frontera y el contrabando hormiga. Son ellos el eslabón más débil de una cadena con la que sus "patrones", comerciantes con cierto capital, eluden aranceles de importación y prosperan con las reventas en negro.

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En San Ramón de la Nueva Orán y Aguas Blancas hay más de 4.000 bagayeros que se ganan la vida como pasadores de las mercancías que ingresan desde la localidad boliviana de Bermejo y se revenden en barrios, ferias y mercados de pulgas de medio país. El variado universo de los cargadores incluye a niños, jóvenes sin estudios, desocupados y jefas de familias que pocas oportunidades de ocupación tienen más allá del comercio informal de la frontera y el contrabando hormiga. Son ellos el eslabón más débil de una cadena con la que sus "patrones", comerciantes con cierto capital, eluden aranceles de importación y prosperan con las reventas en negro.

El contrabando hormiga es un negocio para los más ricos y una salida para los más pobres. Es, al mismo tiempo, un resquicio del que bandas de narcos suelen aprovecharse también para introducir drogas a cuentagotas. De esta fisura han dando cuenta reiterados informes de Gendarmería e incluso fuentes de la DEA estadounidense en los últimos ocho años.

No por casualidad, el Ministerio de Seguridad de la Nación, con Patricia Bullrich a la cabeza, eligió a la línea de Orán como campo de prueba del nuevo régimen simplificado de importación que espera replicar en los próximos meses en los pasos fronterizos de Salvador Mazza (Salta), La Quiaca (Jujuy), Clorinda (Formosa), Posadas y Puerto Iguazú (Misiones).

El régimen consensuado con la Dirección General de Aduanas (DGA) y la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) chocó en Orán, Aguas Blancas y Bermejo con un frontón. La resistencia a las nuevas condiciones de registro y tributación de impuestos era tan previsible, como la inusual movilización de fuerzas de seguridad y la tensión que crece a la par de la incertidumbre.

Preocupado, el juez federal de Tartagal, Carlos Martínez Frugoni, intercedió el jueves por los bagayeros ante la ministra Bullrich en busca de una regularización flexible y gradual que evite cortes de ruta, respuestas represivas y consecuencias conocidas.

Orán, para bien o mal, tiene al avispero informal de la frontera convertido en un contenedor social y pilar económico del departamento.

Desde comienzos de semana, la casi nula actividad de la frontera se hizo sentir en la mesa de miles de hogares, en el comercio, entre los taxistas, vendedores ambulantes, almacenes, comedores, hospedajes, estacionamientos privados y surtidores. Una estación de servicio, que en un turno de ocho horas recaudaba habitualmente más de $300.000, facturó desde el lunes último menos de $100.000. Al otro lado de la frontera, en Bermejo, las ventas cayeron un 90%. El frente gremial de bagayeros, embaladores y gomoneros amenazó con bloquear todos los tránsitos de la frontera desde mañana.

En las reacciones que despertó el nuevo régimen de importación establecido por resolución 4.430 se refleja una parte de la cadena que está en crisis a ambos lados de la línea fronteriza.

En las últimas horas del jueves, sorpresivamente, la AFIP rechazó el entendimiento que había cerrado este mismo día el juez federal de Tartagal con la ministra Bullrich y tensó la cuerda.

El día de un bagayero

Rafael vive en la ciudad de Orán. Sostiene desde hace más de 20 años a sus hijos con las lonas (bultos) que acarrea desde Bermejo hasta San Ramón de la Nueva Orán. Sus jornadas empiezan a las 4 de la mañana. Él y otros tres bagayeros toman un taxi compartido hasta Aguas Blancas, localidad fronteriza ubicada a 48 kilómetros, sobre el río Bermejo. Al otro lado, sus "patrones" les confían los bultos con textiles, zapatillas, juguetes o artículos de bazar que son luego cruzados al lado argentino en gomones. Se trata de precarias balsas, fabricadas con gomas de neumáticos y maderas, que atraviesan el río Bermejo a unos 300 metros aguas abajo del paso de las chalanas. Los gomoneros cobran $50 por cada bulto, cuando las aguas están crecidas. En épocas de bajante bajan su tarifa hasta los $30.

La introducción de las grandes lonas se realizaba hasta el domingo anterior por un paso sin controles. Desde el lunes solo se permite el ingreso por los dos pasos habilitados (el del puente internacional y el de las chalanas) y con bultos de dimensiones reducidas para posibilitar su revisión por escáner.

Hasta el fin de semana anterior, Rafael hombreaba bultos de más de 70 kilos desde el puerto de los gomones hasta la población de Aguas Blancas. Allí los subía al taxi y volvía a bajarlos unos kilómetros más adelante, sobre la ruta 50, antes del puesto 28 de julio. Otra vez sobre sus hombros, las lonas rodeaban al control de Gendarmería por un camino alternativo de 2 kilómetros y el viaje hasta la ciudad de Orán se completaba en el taxi que aguardaba a Rafael y su pesada lona más adelante del puesto caminero. El "by pass" operaba abiertamente porque era una concesión que se había acordado años antes para descomprimir una incendiaria protesta. El nuevo régimen de importación desactivaría el rodeo permeable al contrabando y el tráfico de drogas.

A Rafael, por cada bulto que cargaba hasta la ciudad de Orán, los dueños de las mercancías les pagaban entre $400 y $500. En un día entero, en el mejor de los casos, completaba dos viajes. Con los gastos de transporte y comida, volvía a su casa con $700. Ahora, para él y otros hombres y mujeres que subsisten con el bagayeo, todo está en veremos.

“No tenemos otra fuente de trabajo”

Bagayeros aclararon que solo son pasadores de mercaderías de otros.

Teodora, una pasadora de Aguas Blancas, afirmó que con el nuevo régimen de frontera esa localidad podría convertirse pronto en “un pueblo muerto”. “No pedimos subsidios, bolsones, sino que nos dejen trabajar. Nosotros solo somos pasadores que apenas comemos con lo que ganamos. No somos importadores, ni tenemos dinero para convertirnos en microimportadores y pagar los impuestos que exige el nuevo régimen”, aseguró.

Carmen, otra pasadora, agregó: “Nos ganamos la vida con mucho sacrificio y no tenemos otra alternativa para llevar el pan a nuestras mesas. Hay chicos que se pagaron los estudios con este trabajo y hoy son docentes, policías y hasta gendarmes. El narcotráfico pasa por detrás de nosotros y si quedamos sin trabajo muchos caerán, sin remedio, en las garras de los traficantes de drogas”, sostuvo.

Edgardo Arancibia, uno de los delegados de los bagayeros de Orán, remarcó que muchos pasadores “quieren seguir trabajando con las lonas al hombro, pero ahora deberán minimizar el tamaño de los bultos, porque tendrán que pasar, sí o sí, por Aduanas. Ya no podrán pasarlos en los gomones”, precisó. 

Marcos Puca, otro vocero del sector, precisó que “por aquí circula mucha mercadería que se vende en todas las zonas pobres del país. No es solo un problema de Orán, Aguas Blancas y Bermejo. Hemos pedido que se prorrogue el régimen por un año, porque cambiaron las condiciones de golpe y estamos todos viviendo horas de mucha incertidumbre. Una buena solución sería crear una zona franca en Orán”, sugirió.

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