Ablomé todavía no es área protegida para sus recursos ambientales y su patrimonio arqueológico que cada día es depredado por manos inescrupulosas y la falta de control del Estado. Esas tierras están dentro de la enorme propiedad privada de un extranjero que posé alrededor de 15 mil hectáreas en la zona de la costa este del dique Cabra Corral. Allí está la bahía, unas islas y una hermosa quebrada en donde surge la más variada flora y fauna. Lobitos de río, tortugas, zorros, pumas, carpinchos, chajás y los infaltables señores de los cielos andinos: los cóndores.
Crear una reserva natural educativa provincial con 200 hectáreas en esa zona del embalse fue y sigue siendo el sueño de Raúl Mahr. Su idea de gestionar un espacio de conservación en Ablomé figura desde el 2007 cuando formalizó el expediente 227-0119/08 ante el Gobierno de la Provincia de Salta para una futura expropiación de estas tierras inexploradas aún en su totalidad.
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"Comencé hace 12 años con esta idea de proteger estas tierras que cuentan con inagotable valor arqueológico. Tiene en sus laderas alrededor de 600 pinturas rupestres, muchas de ellas hoy están cinceladas y estropeadas por la mano del hombre. A pesar del tiempo transcurrido, estoy insistiendo. El Gobierno debe aplicar bajo cualquier mecanismo del Estado el funcionamiento urgente de una reserva protegida", dijo.
Mahr tiene 45 años recorriendo los estrechos del Cabra Corral de 12 mil hectáreas de superficie acuática. Conoce cada recoveco. "Hubo un movimiento mediático y político hace unos años atrás, cuando yo salí a denunciar los daños en las pinturas de los aleros de rocas. Se interpuso hasta una orden judicial como protección inmediata. Pasó el tiempo y el daño sigue ocurriendo, nadie protege nada. Todo sigue igual. Hasta cazadores furtivos hacen de las suyas por esas tierras, poniendo en peligro de exterminio la fauna de la zona", dijo.
Mil años de antigedad
Las pinturas rupestres de Ablomé, de alrededor de 1.000 años, están relacionadas con los artistas de las Cuevas Pintadas de Guachipas, el otro sitio que funcionó como epicentro social y religioso de los originarios de esta parte sur del Valle de Lerma. Las piezas del sitio no protegido de Ablomé siguen siendo igualmente presas del pillaje.
"Mi expediente fue cajoneado en Recursos Naturales en la calle Santiago del Estero; de allí no se ha movido vaya a saber por qué. En estos meses me puse a trabajar en este proyecto de reserva buscando repercusión mundial a través de internet. A través de la plataforma Chango.org sobrepase las 10.000 firmas que apoyan la creación de esta reserva", resalta el hombre que sueña con esta área protegida. Desde su propio espacio en el dique, la conocida Punta Mahr, quedan 8 kilómetros hacia la bahía de Ablomé, navegando alrededor de 30 minutos se llega en un catamarán a buen ritmo.
Reserva Los Cóndores
Raúl Mahr señala que el área protegida de Ablomé debe llamarse reserva Los Cóndores, no solo porque allí habitan de manera natural, sino porque es también un topónimo que atrae a los visitantes.
“No hay demasiados lugares en el país en donde puedan ser avistados con tanta facilidad”, asegura Mahr, quien está acostumbrado a identificar claramente la fauna del lugar.
También está enmarcado en el proyecto el cuidado pronto de los vestigios arqueológicos de la zona.
“Las pinturas de la quebrada de Ablomé y Las Juntas, al norte y sur de Guachipas, respectivamente, corresponden al período tardío, entre 1.000 y 1.500, pertenecientes a la cultura santamariana”, explicó Mahr para demostrar el valor patrimonial del lugar.
Solo en una de las cuevas de Las Juntas, que son varias, se encontraron 160 motivos. En Ablomé, más de 500. Es necesario frenar la depredación en este tesoro provincial.