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Era una noche única, pero de repente se desató el horror más estremecedor 

24 de agosto de 1948: el día llegaba a su fin con un concierto y una obra de teatro increíbles.  
Domingo, 22 de septiembre de 2019 00:07

La noche del 24 de agosto de 1948 fue realmente excepcional para la cultura de Salta. En un salón del Hotel Salta, la eximia violinista francesa Michele Auclair, brindó su único concierto dado en Salta. El recital fue auspiciado y organizado por el club Amigos del Arte, entidad cuyo presidente vitalicio era Guillermo “Pajarito” Velarde Mors, un infatigable organizador de este tipo de expresiones culturales. 
Pero además, esa misma noche, el Teatro Victoria, con su auditorio completo, recibía a la compañía teatral de la renombrada actriz rusa-argentina Berta Singerman. Otra versión dice que era su hermana Paulina. 

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La noche del 24 de agosto de 1948 fue realmente excepcional para la cultura de Salta. En un salón del Hotel Salta, la eximia violinista francesa Michele Auclair, brindó su único concierto dado en Salta. El recital fue auspiciado y organizado por el club Amigos del Arte, entidad cuyo presidente vitalicio era Guillermo “Pajarito” Velarde Mors, un infatigable organizador de este tipo de expresiones culturales. 
Pero además, esa misma noche, el Teatro Victoria, con su auditorio completo, recibía a la compañía teatral de la renombrada actriz rusa-argentina Berta Singerman. Otra versión dice que era su hermana Paulina. 

La violinista
Para el caso del concierto ofrecido por el club Amigos del Arte, la violinista francesa Michele Auclair se presentó acompañada por un pianista, cuyo nombre lamentablemente se extravió. Este recital que se realizó en el Hotel Salta resultó un éxito, aunque quizá no como habían previsto sus organizadores. Es que seguramente la presentación de la Singerman, en el Victoria, le debe haber restado harta concurrencia.
Lo cierto es que concluido el concierto de la famosa violinista, “Pajarito” Velarde, como era su costumbre, invitó a la artista y a su anónimo pianista, a pasar un rato en su tradicional residencia de Peyrredón 106 (hoy Museo “Pajarito” Velarde de El Tribuno). 
Como era de esperar, la celebrada artista no podía pasar por Salta sin conocer ese rincón de la bohemia salteña y mucho menos, sin hacer un brindis bajo tan acogedor techo.
Fue así que concluido el concierto, los Amigos del Arte y los dos intérpretes se fueron caminando hasta la casa de “Pajarito” Velarde. 
“No bien ingresó a la residencia -cuenta Luis D’Jallad- la artista francesa quedó fascinada con la casona. Se deleitó con los objetos que ya poseía por aquel entonces “Pajarito” Velarde, especialmente con aquellas que se relacionaban con nuestra cultura aborigen: flechas, arcos e instrumentos musicales autóctonos. El anfitrión, diligente, atento, sonriente y presuroso como siempre iba de un lado para el otro preparando sus “poderosos” cocteles, mientras se daba tiempo para ilustrar a las visitas sobre detalles de la casa, de los cuadros y de los artistas que lo habían visitado, exhibiendo orgulloso, sus “cuadernos de visitas”.

La velada se alarga
Y así fue que las horas fueron transcurriendo plácidas y alegres. El pianista francés interpretó numerosas piezas clásicas en el piano de “Pajarito”, acompañado por la afamada violinista francesa. Se levantó la copa en reiteradas oportunidades, hasta que cerca de las dos de la madrugada, los visitantes manifestaron sus deseos de retirarse a descansar. Algunos Amigos del Arte los acompañaron hasta el Hotel Salta donde se alojaban. Cuando regresaron a Pueyrredón 106, se dedicaron realizar entonces el “bordereaux”, para saber como les había ido. Y también para pasar el tiempo conversando mientras apuraban el saldo de bebidas y comentaban aspectos de tan exitosa velada. 

Los gatos en el tejado
Luego de aproximadamente una hora de amena charla, los contertulios fueron sorprendidos por un fuerte cimbronazo que la mayoría localizó en el techo de la casa. Al levantar sus miradas, todos vieron que desde lo alto caía como si fuese una leve nevada, la cal que blanqueaba el techo.

 

 

Temblor! gritó uno. 
Son los gatos! respondió sonriente “Pajarito” como tratando de aquietar los ánimos, mientras que con el saldo llenaba las copas y, alzando la suya, exclamó: “Tomen, a la salud del temblorcito...”.
Pero el brindis se congeló en la boca de ”Pajarito”. Un segundo y tremendo remezón, sacudió a todos de pies a cabeza. Ninguno dejó de sentir el tremendo impacto y los ruidos de derrumbes. De pronto, las luces se apagaron y las piernas comenzaron a flaquear. Para colmo, nadie atinaba a encontrar la cerradura de la puerta para ganar la calle. En tanto, “Pajarito”, más sereno, desde la oscuridad llamaba: “No salgan, no salgan, afuera es peor...”. Pero ya nadie respondía; el instinto se habían apoderado de todos y cuando por fin lograron ganar la calle, recién vieron el peligro. Al salir, se dieron con el muro del Colegio del Huerto. Y al ver que “Pajarito” tenía razón, regresaron a la casa que, baja y antigua, parecía más segura. Adentro, Velarde ya había encendido los candelabros, pero como los temblores seguían, resolvieron ir a la plaza, único lugar seguro. La calle estaba oscura y llena de escombros pues los parapetos habían caído. Al llegar, la plaza 9 de Julio ya estaba colmada de gente que imploraba al Santocristo que haga cesar los temblores. Luego de un trecho, dieron con la violinista y el pianista, envueltos con una frazada del Hotel Salta. Más allá, Berta Singerman en salto de cama y cobijas del Plaza Hotel. A poco, las imágenes del Milagro salieron al atrio y la gente se calmó.
 

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