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Día del Amigo con una humanidad unida como el 20 de julio de 1969

El argentino Enrique Ernesto Febbraro lo instituyó cuando el hombre ascendió a la Luna. El contexto de pandemia remite a la hermandad, más allá de la ideología y la religión.
Lunes, 20 de julio de 2020 22:11

“Viví el alunizaje del módulo como un gesto de amistad de la humanidad hacia el universo y, al mismo tiempo, me dije que un pueblo de amigos sería una nación imbatible. ¡Ya está, el 20 de Julio es el día elegido!”. En 1969 el odontólogo argentino Enrique Ernesto Febbraro se había tomado la labor de escribir mil cartas, en siete lenguas diferentes y destinadas a cien naciones del mundo, para proponer el Día del Amigo. Había observado, desde Lomas de Zamora, donde residía, “el paso pequeño para el hombre”, más que “el gran salto para la humanidad”. Si el arribo de astronautas estadounidenses y rusos a la Luna era un hito en la exploración espacial, él había elegido posar su atención en las millones de personas absortas ante los televisores de pantalla en blanco y negro que seguían en vivo la transmisión.

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“Viví el alunizaje del módulo como un gesto de amistad de la humanidad hacia el universo y, al mismo tiempo, me dije que un pueblo de amigos sería una nación imbatible. ¡Ya está, el 20 de Julio es el día elegido!”. En 1969 el odontólogo argentino Enrique Ernesto Febbraro se había tomado la labor de escribir mil cartas, en siete lenguas diferentes y destinadas a cien naciones del mundo, para proponer el Día del Amigo. Había observado, desde Lomas de Zamora, donde residía, “el paso pequeño para el hombre”, más que “el gran salto para la humanidad”. Si el arribo de astronautas estadounidenses y rusos a la Luna era un hito en la exploración espacial, él había elegido posar su atención en las millones de personas absortas ante los televisores de pantalla en blanco y negro que seguían en vivo la transmisión.

Así, percibió que un lazo, más fuerte que la ideología y la religión, estaba creado.

Unos años antes de morir, en 2008, Febbraro, también profesor de Psicología, músico y periodista, diría, algo desanimado: “Volvería a hacer lo que hice, pero hoy la amistad está devaluada y eso es a raíz de la pérdida de valores que sufre la sociedad de estos días”. Sin embargo, el dos veces candidato al Premio Nobel de la Paz se equivocaba. Aún hay amistades que son amores, y qué fuerte puede ser el amor cuando bastan unos segundos para renovar su intensidad, su calor.

El 22 de marzo de 2016, por ejemplo, El Tribuno publicaba que Lucía Ramos Frías (30) ofrecía minisesiones de fotos familiares a una tercera parte del valor real de mercado para auxiliar a su amigo Diego Molina (45). Se habían conocido en 2008 en un terciario salteño donde ella estudió gastronomía. Él, chef profesional, era su profesor. Concluido el curso, alumna y docente quedaron amigos y siguieron en contacto incluso cuando él se fue a vivir a Santa Cruz de la Sierra (Bolivia). Allí formó una familia con Alejandra Moreno (30).

El 29 de febrero de 2016 y mediante una cesárea de urgencia, llegaba al mundo Tomás, un mes y medio antes de la fecha estimada de parto, porque una infección bacteriana del líquido amniótico, denominada corioamnionitis, llevó a los médicos a realizarle a su madre una intervención quirúrgica de urgencia. El bebé y la mamá primeriza quedaron internados. Alejandra fue operada de una peritonitis. Luego, por una distensión de su abdomen derivada de la misma infección y superó una neumonitis, además de episodios de alergia. Permaneció tres días internada. Nueve médicos intervinieron en su tratamiento. Alejandra había sido dada de alta, pero el bebé continuaría en una incubadora de la clínica privada Niño Jesús. Como en Bolivia la medicina es privada, el bebé fue alimentado durante 14 días con nutrición parenteral, un preparado especial que tenía un costo altísimo.

El tiempo de internación de Tomás fue extenso y los gastos iban corriendo. Alejandra estaba en aquel momento desempleada y Diego había pedido préstamos, derivado por entero sus salarios de aquellos meses y recibido también dinero que le iban donando y prestando para costear los gastos médicos y de internación.

La situación crediticia y financiera de Diego y Alejandra estaba en el límite cuando Lucía no pudo permanecer indiferente ante estos apremios. Tampoco lo fueron los salteños, que contrataron a Lucía, compartieron su publicación en el Facebook y la nota de este medio. Le llovió trabajo a “precio social” y el milagro de hacer frente a las cuentas fue posible.

Pero lo insospechado es de qué savia se había nutrido esta amistad antes de aquel episodio conmovedor. Y hoy, en esta fecha especial, ambos rememoran cómo se conocieron y reflexionan sobre cómo fue que el destino pudo acercarlos y alejarlos en sus sendas personales, pero nunca desgastar el hilo de empatía y afecto que los une, tal vez para siempre.

Diego y Lucía, paseando por el Hard Rock Café de Santa Cruz de la Sierra.

Si la primera impresión es la que cuenta la de estos amigos por el otro supo ver más allá de la relación asimétrica entre profesor y alumna. “Diego era profe de cocina en el instituto donde estudié gastronomía, entonces le tuve respeto. Claramente yo era su alumna y el un superior, lo vi así. Pero al pasar los días pude conocerlo y sentí que transmitía mucha alegría”, comentó ella. Por su parte él, con esa clarividencia que solo otorga la experiencia docente atisbó “que Lu tenía brillo propio y seguridad plena en ella misma. En ese momento ella no lo sabía y se veía a sí misma como una niña pequeña que no sabía hacia dónde ir o qué hacer de su vida. En realidad, era pequeña, pero destinada a ser grande”.

Según una apreciación de Diego, ellos son más una amistad de seres diferentes que se complementan.

Por ello resulta curioso cómo ambos eligen volver mentes y corazones al mismo peor y mejor momento que pasaron juntos. “Hemos compartido muchas alegrías, en la cocina, en concursos, en eventos, con la fotografía, con amigos en común... pero creo que el mejor y peor momento fueron el nacimiento de Tomás (4) por las complicaciones que tuvo. Lu supo sacar su máxima generosidad, y cuando pudo venir a conocerlo y ver que estaba sano -y mucho de eso fue gracias a su ayuda- fue lo mejor por lejos”, relató Diego. En palabras de ella: “Si bien no estuvimos juntos, porque yo estaba en Cafayate y él en Bolivia, lo peor fue todo lo que sucedió con Tomi, y para mí no poder estar ahí para acompañarlos de cerca fue realmente desesperante. Y el más lindo, haber ido a Bolivia y encontrarme con ellos después de toda la angustia que pasamos. Fue un momento de paz y felicidad absoluta que ansiaba por horas y lo llevo guardado en mi corazón para siempre”. También la amistad verdadera se destaca por los buenos deseos para el otro.

Tomás, el hijo de Diego, en brazos de Lucía, siente que todo es una fiesta. 

“Yo sueño que la vida de Diego siempre sea tan feliz como lo es ahora, que tiene la familia que tanto soñó tener en ese lugar mágico donde todo se vuelve realidad”, afirmó ella.

“La vi completar su carrera de cocina y la vi reinventarse y convertirse en la mejor fotógrafa que hay en Salta. Ahora creo que le queda mucho por cumplir. Seguir viajando y conociendo el mundo, crecer en su profesión, que el verdadero amor la encuentre y que el día de mañana podamos todos ser testigos de ella como madre. Con tanto amor que ella tiene para dar, ‘va a ser un show’”, le deseó él. Así como el de Lucía y Diego, y como el que soñaba Febbraro, se renueva un lazo que volverá a brillar espléndido, si el Día del Amigo de hoy la humanidad toma en sus manos la oportunidad de sentirse una ante la amenaza de la pandemia. Tal vez ya lo esté haciendo y por ello se hizo viral el poema del actor, humorista y presentador cubano Alexis Valdés, titulado “Esperanza”. “Cuando la tormenta pase/ y se amansen los caminos,/ y seamos sobrevivientes/ de un naufragio colectivo./ Con el corazón lloroso/ y el destino bendecido/ nos sentiremos dichosos/ tan solo por estar vivos./ Y le daremos un abrazo/ al primer desconocido/ y alabaremos la suerte/ de conservar un amigo (...)”.

 

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