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La imprudencia verbal solo genera agravios

Domingo, 13 de junio de 2021 02:10

La imprudencia verbal es indicio claro de falta de formación política. La prudencia, en cambio, es una de las condiciones esenciales para el buen gobierno.

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La imprudencia verbal es indicio claro de falta de formación política. La prudencia, en cambio, es una de las condiciones esenciales para el buen gobierno.

El funcionario debe ser coherente con sus valores en sus expresiones y en sus decisiones. Estas virtudes no abundan en nuestra vida política.

La semana que pasó, el presidente Alberto Fernández protagonizó un hecho que agravia a otros países y grupos sociales argentinos y que quedará como una marca indeleble en su imagen pública.

En una reunión con el presidente español Pedro Sánchez, tratando de poner de relieve la afinidad cultural de Argentina con España, Fernández dijo: "Escribió alguna vez Octavio Paz (Premio Nobel de Literatura 1990) que los mexicanos salieron de los indios, los brasileros salieron de la selva, pero nosotros los argentinos llegamos de los barcos. Eran barcos que venían de Europa".

Más allá de que, con tal frase, el presidente argentino agravió México y a Brasil, lo cierto es el escritor mexicano nunca dijo eso. Al parecer, alguna vez, Octavio Paz habría dicho: "Los mexicanos descendemos de los aztecas, los peruanos de los incas y los argentinos de los barcos". Una ironía crítica hacia los argentinos. Algo parecido escribió su compatriota Carlos Fuentes. Pero, queda la impresión de que el Presidente solo conocía una versión sobre el tema por una canción deLito Nebbia. El jefe de Estado utilizó la palabra "indios", término que hoy resulta absolutamente peyorativo hacia los pueblos originarios, desconoce la presencia de miles de comunidades nativas en el actual territorio argentino a la llegada de los españoles y arroja por tierra toda la retórica oficial acerca de la diversidad y la inclusión cultural. Por otra parte, suponer que los brasileños vienen de la selva evidencia un profundo desconocimiento de la presencia de pueblos originarios en todo el territorio de ese país, la enorme migración europea y asiática que recibió y la población afroamericana cuyo origen se remonta a la vergüenza de la esclavitud. El año anterior, queriendo congraciarse con Evo Morales, lo había definido como "el primer presidente de Bolivia que se parece a los bolivianos".

La presidenta del Inadi, Victoria Donda, quien debió iniciar un procedimiento formal por discriminación, intentó justificar a Fernández diciendo: "Muchas veces nos podemos equivocar, porque somos resultado de una educación racista". Es cierto que en todas partes existen conductas xenófobas, pero también lo es que la impronta educativa argentina desde los años 30, definió a nuestro país como "crisol de razas" y la enseñanza pública no utilizaba el término "indios", que proviene de cuando los conquistadores hablaban de las Indias Occidentales, sino "indígenas", ( sinónimo de originarios, según la Real Academia); además, en las escuelas se los denominaba por el nombre de cada comunidad.

El racismo en Argentina no es cultural, sino ideológico, con lo que el argumento de la funcionaria agrava mucho más el desatino.

Hace poco, luego de interrumpir las clases presenciales, Fernández aseguró: "Todo este tiempo he hablado con maestras de escuela de chicos con capacidades diferentes, de lo difícil que se les hace trabajar con esos chicos, que no entienden la dimensión del problema sanitario que enfrentan". Esas palabras causaron fuerte rechazo de asociaciones y expertos, porque demuestran la falta de conocimiento sobre la realidad de quienes, en realidad, son "personas con discapacidad" y que comprenden mucho más de lo que el Presidente cree.

En los mismos días, Fernández habló de "relajamiento de las actividades médicas durante la pandemia", lo que le valió el enojo y el repudio de médicos, enfermeros, profesionales de la salud en general, Colegios, Asociaciones y Sociedades científicas.

Un presidente debe medir sus palabras, aún en un país donde los discursos políticos se vuelven cada vez más grotescos y desencajados.

Es probable que estos reiterados errores se deban, en parte, a la falta de homogeneidad y diálogo en la coalición oficialista, a la carencia de asesoramiento y a la mala práctica de gobernar sin reuniones de Gabinete.

 

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