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EEUU vs. China, eje geopolítico mundial

A partir de la crisis de Lehman Bross la evolución del gigante asiático modificó las condiciones políticas y comerciales del mundo.
Sabado, 26 de junio de 2021 20:57

El dato fundamental de la economía global en los últimos 5 años ha sido el vuelco de los grandes países del mundo en primer lugar, EEUU y China hacia prácticas de autosuficiencia y de afirmación de la seguridad nacional para garantizar su capacidad innovadora, su estabilidad interna, y sobre todo lo esencial, el mantenimiento de su autonomía político-estratégica, que hace a la esencia de su identidad como pueblos y naciones.

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El dato fundamental de la economía global en los últimos 5 años ha sido el vuelco de los grandes países del mundo en primer lugar, EEUU y China hacia prácticas de autosuficiencia y de afirmación de la seguridad nacional para garantizar su capacidad innovadora, su estabilidad interna, y sobre todo lo esencial, el mantenimiento de su autonomía político-estratégica, que hace a la esencia de su identidad como pueblos y naciones.

Al mismo tiempo, esta tendencia se ha convertido en un instrumento para afirmar su status global, como partícipes crecientemente relevantes del juego del mundo. Esto sucede en un sistema cada vez más integrado que responde a un imperativo tecnológico profundamente determinista, liderado por una digitalización cada vez más vertiginosa que adquiere características de instantaneidad.

En definitiva, la búsqueda de la autosuficiencia tiende a convertirse en la regla y en el imperativo de la época, pero no tiene nada que ver con la autarquía y el aislamiento, transformadas en meras rémoras del pasado.

Lo que sucede es un cambio de las condiciones mundiales, sobre todo en la relación crucial entre China y EEUU; y lo esencial de esta modificación ha ocurrido en los últimos diez años en la República Popular.

En términos estructurales, esto sucedió a partir de 2008/2009, cuando se produjo la crisis financiera internacional con eje en Wall Street (Lehman Bross). En ese momento el eje del proceso de acumulación pasó del Atlántico al Pacífico, de EEUU a China-Asia. Al mismo tiempo, la República Popular comenzó a crecer exclusivamente sobre la base de su demanda doméstica y consumo individual (93% del total en 2020), con una desaparición acelerada del alza sistemática de las exportaciones y del aumento incesante de la tasa de inversión (47% del PBI en 2009), como había ocurrido invariablemente desde 1978, cuando Deng Xiaoping abrió el país al capitalismo en su fase de globalización, guiada por la estrella polar de la inversión directa de las grandes empresas transnacionales.

Entonces, en 2012, surgió en China un factor cualitativo, absolutamente esencial en términos políticos, que fue la aparición de una nueva conducción del partido y el Estado, identificada con Xi Jinping y la Quinta Generación de líderes.

Apertura y depuración

La tarea histórica de Xi Jinping y la Quinta Generación se identifica con dos objetivos. El primero terminar con la corrupción estructural de la República Popular, surgida del hecho de haber sido el Partido Comunista el que actuó como el instrumento de apertura al capitalismo de la sociedad civil, lo que produjo una mezcla prácticamente absoluta de los intereses públicos y privados.

Lo que Xi Jinping advirtió fue que la corrupción era el mayor desafío para el poder político del Partido Comunista, incluso amenazando su subsistencia. La razón es que el poder del PC en China surge exclusivamente de su legitimidad política; y si esta se debilita o desaparece, el sistema arriesga colapsar. 

Esto es el punto central para la comprensión del fenómeno chino en el siglo XXI: todo gira alrededor de su legitimidad, tanto nacional como social.

Cambio de tiempos

Lo segundo que advirtió Xi Jinping fue que en 2008-2009 una época histórica había terminado para la economía china. Entre 1978 y 2008, China creció +9.9% anual acumulativo, en tanto que el ingreso per cápita de su población se duplicó cada 8 años. Fue el período más largo a la tasa más alta en la historia del capitalismo desde la Primera Revolución Industrial (1780/1840).

Pero, y esto es lo esencial, más de 60% de la tecnología que utilizó la República Popular en esta hazaña histórica fue norteamericana (Banco Mundial); y esto ocurrió en un fenomenal ejercicio de adaptación, copia, o compra de dimensiones globales, en aplicación del principio que crece más rápido el que llega último.

Por eso para Xi Jinping fue absolutamente prioritario el desarrollo endógeno de una tecnología avanzada, capaz de competir con EE.UU en el dominio del conocimiento propio de la Cuarta Revolución Industrial: Inteligencia artificial (AI), Internet de las cosas (IoT), y robotización, sobre la premisa de que esto era el núcleo del poder en el mundo del siglo XXI.

Lo asombroso es que en cinco años China logró disputar la primacía con EE.UU en esta cuestión vital (2012- 2017). En solo un lustro, se acercó al primer lugar en el mundo, en desafío a la potencia más avanzada de la historia del capitalismo. El que advirtió lo que esto significaba fue Donald Trump

(“Estrategia de Seguridad Nacional”; 2017). A partir de entonces, la competencia tecnológica con China se transformó para EE.UU en la puja por el poder mundial; y por lo tanto, la cuestión absolutamente primordial en términos geopolíticos.

Esta es la situación actual: la economía global está absolutamente integrada a través de una digitalización que ha adquirido un ritmo casi instantáneo y el poder en el mundo depende del dominio de las tecnologías de avanzada de la Cuarta Revolución Industrial.

Esta es la geopolítica del siglo XXI, fundada en el conocimiento, lo intangible y la instantaneidad. Este es el poder en el mundo en la época que nos toca vivir.

Menos población; más ingresos

La población china se redujo en 2020, pero sus ingresos se multiplicaron y al concluir ese año el PBI per cápita de su población superaría los US$12.000 anuales.

Esto implica que la República Popular se incorporará en 2022 al grupo de países con “ingresos elevados” en la terminología del Banco Mundial. 

Esto sucede cuando China duplica cada diez años los ingresos per cápita de su población, que por eso treparían a US$20.000 anuales en 2030.

La población china alcanzó a 1.412 millones en 2020, desde un piso de 1.400 millones a finales del año previo. Significa que aumentó +5.38% entre 2010 y 2020, mientras que en la década anterior se elevó de 1.260 millones a 1.340 millones (+5.84%).

A este ritmo, el pico de la población china se alcanzaría en 2027, y a partir de allí comenzaría a declinar con una disminución significativa de su fuerza de trabajo. La reciente decisión gubernamental de ampliar a tres el número de hijos que el Estado autoriza a cada familia china apunta a revertir esa tendencia decreciente.

La educación

Pero el dato estratégico central es la mejora cualitativa de sus capacidades y de su nivel de educación, que es verdaderamente extraordinario. Esto sucede con una población que es crecientemente urbana, ya que la población de las ciudades alcanza a 63.89% del total en 2020 y sería más de 80% en 2030.

El fenómeno de la urbanización china no tiene paralelo en la historia del mundo: el 80% de la población era campesina en 1950 (la República Popular fue fundada el 1° de octubre de 1949 al proclamarla Mao TseTung en la plaza Tiananmén). 80 años después sería urbana en más de 80% y alcanzaría a 90% o más en los siguientes 10 años.

El segmento de 60 años o más aumentó en más de 90 millones en una década. En ese mismo periodo, los jóvenes y niños de 14 años o menos ascendieron a 253 millones. 

Por primera vez en la historia china los adultos mayores superan a la población infantil y juvenil. 

La clase media

Más de 440 millones de personas poseen ya niveles de ingreso comparables a los norteamericanos (entre 35 y 45.000 dólares anuales). 

El resultado fue que giró 180° el eje de la demanda global, y se trasladó irreversiblemente al Asia Pacífico y específicamente a China. Todo en la República Popular gira ahora sobre la base de la capacidad de consumo de la nueva clase media de 440 millones de personas, que serían más de 1.000 millones en 2030.

Esta clase media orienta sus ingresos libremente “disponibles” hacia productos cada vez más sofisticados vinculados con el conocimiento y el alto valor agregado, como la educación, la salud (incluyendo la alimentación), y los viajes (el turismo al mundo avanzado).

Todos los años se gradúan 13 millones de estudiantes chinos, universitarios o de educación terciaria, lo que significa que la fuerza de trabajo que tiene este grado de conocimiento ya asciende a 280 millones de integrantes, casi igual que la población norteamericana.

La población china se reduce, pero sus condiciones de vida, no solo económicas, sino también culturales e incluso espirituales, se multiplican. Esto es lo que se denomina un salto cualitativo en la historia del mundo

* El doctor Jorge Castro es abogado, presidente del Instituto de Planeamiento Estratégico y miembro del Centro de Reflexión para la Acción Política Segundo Centenario.

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