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Nacional y popular (e inútil...)

Jueves, 18 de agosto de 2022 00:00

Somos los mejores del mundo... Aunque, sin duda, resulta antipático, es imprescindible sincerarnos respecto a enormes "metidas de pata" que hemos cometido a lo largo de, por lo menos, 80 años, una de cuyas manifestaciones más explícitas fue la creación, junto con la inflación, de la "industria argentina", supuestamente originada a partir de las políticas de Perón.

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Somos los mejores del mundo... Aunque, sin duda, resulta antipático, es imprescindible sincerarnos respecto a enormes "metidas de pata" que hemos cometido a lo largo de, por lo menos, 80 años, una de cuyas manifestaciones más explícitas fue la creación, junto con la inflación, de la "industria argentina", supuestamente originada a partir de las políticas de Perón.

Por cierto, la industria argentina existía desde mucho tiempo atrás; surgida en consonancia con la "odiada" producción agropecuaria y conectada a esta, tuvo un importante despegue en la Gran Guerra o Primera Guerra Mundial (1914 -1918), debido al cierre de las fuentes de aprovisionamiento de productos industriales de nuestros proveedores externos, que redireccionaron internamente su producción a los bienes de guerra y a su propio consumo.

Sin perjuicio de estos antecedentes, es cierto que Perón, dentro de su visión política e ideológica refractaria al capitalismo tradicional ("combatiendo al capital") representado por Gran Bretaña y especialmente por Estados Unidos y que emergía, después de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) como potencia hegemónica, consideraba que la Argentina debía blindarse al comercio exterior, produciendo internamente lo que antes importaba, porque de esa manera "se independizaba" de la opresión capitalista, lo que nos transformaba en "los mejores del mundo": ya producíamos la mejor carne, y ahora también planchas, junto con autos y aviones, si bien, la fábrica de aviones, creada en Córdoba, existía mucho antes de la llegada de Perón al poder tras el golpe de estado de junio de 1943.

El modelo hace agua...

Como se ha señalado en otras notas, el "modelo" de autarquía concebido por Perón tenía gruesos errores. Para empezar, la "autarquía" no era tal: es cierto que producíamos planchas y cocinas; pero carecíamos de desarrollo tecnológico aún para hacer cocinas, y no digamos para fabricar aviones, ya que debemos recordar que el "orgullo" aeronáutico N&P, el Pulqui II, nunca pasó las pruebas de prototipo, y con riesgo del piloto, a la vez que el diseño se debía a los ingenieros nazis que Perón cobijó durante su gobierno. Desafortunadamente, y como se decía, la carencia de tecnología se proyectaba también a la industria más básica, de la que no sólo carecíamos del "know how", sino también de los equipos y muchos suministros que debían importarse.

Claro que la Argentina tenía su "fábrica de dólares", que era la producción agropecuaria. Desafortunadamente, sin embargo, Perón consideraba no sólo que los productores agropecuarios eran "oligarcas", sino que era innecesario exportar carne y cereales; obvio, ¿si ya no había que importar, para qué exportar, "y no poder dar de comer así a tres millones de peronistas..." (ex Secretario Moreno dixit)?

Lamentablemente, tampoco... Los productores agropecuarios, al frenárseles los mercados de exportación y no poder acceder a los precios internacionales, practicaron la rotación de la producción, concentrándose en otras actividades distintas a las ganaderas, y enviando a la faena, no sólo a los novillos, sino también a las hembras reproductoras, con lo que la carne vacuna en una primera etapa bajó de precio, pero cuando el stock ganadero se redujo, su precio se elevó o se generó faltante para el consumo.

El resultado fue una fenomenal crisis externa, o sea, faltante de dólares, para horror del gobierno peronista que había encontrado la "piedra filosofal" para abatir las crisis externas que su "modelo" de inspiración fascista debía corregir.

Peor aún: su política económica, basada en una formidable expansión monetaria y generosas subas de salarios no asociadas a aumentos en la productividad del trabajo, produjo una fenomenal inflación, que había trepado a valores inéditos para entonces, aunque, conforme lo que experimentaríamos luego, esos registros, de presentarse en la actualidad, resultarían envidiables.

Del modelo N&P, a la ortodoxia, con garrote...

Ante el fracaso del "modelo", Perón llamó a un "ortodoxo", Alfredo Gómez Morales, que con medidas más en sintonía con la Economía tradicional y abundantes "palos" y "alambre de fardo", logró abatir la inflación, a la vez que del "combate al capital" se pasó a los convenios con capitales extranjeros, como la Mercedes Benz, o el fabricante Kaiser, además de buscar la colaboración también con empresas petroleras, como la Standard Oil, procurando cerrar la sangría de la importación de combustible.

Perón no pudo ver el resultado de su cambio de paradigma económico, porque fue derrocado por otro golpe de estado, en 1955, pero sus ideas prístinas, estatistas, calaron muy hondo en sus seguidores, aferrados a su diagnóstico original, pese a los catastróficos resultados cosechados, resultados que, como, se decía, el propio Perón advirtió y procuró corregir en la última etapa de sus dos primeros gobiernos.

¿Qué salió mal?

El error de Perón, que sus seguidores (con excepciones, claro está) siguen a pies juntillas, es el mismo en el que han incurrido los socialismos, reales o imaginarios, y populismos diversos. Se pretende reemplazar un sistema que asigna recursos, precios y bienes de manera natural, que es el de la economía de mercado, imperfecto pero perfectible, por un diseño arbitrario y necesariamente autoritario, donde el burócrata, “sabe” cuál es el precio del dólar y demás, y qué actividades deben fomentarse y cuáles otras omitirse, imponiendo abultados aranceles y prohibiciones diversas que, antes o después, atentan con las libertades a secas.

Debería ser claro que la Argentina “no es buena para todo”, y que sus pretendidos “orgullos”, llámense Falcon, Pampa (el eterno “caza polivalente” que ningún país quiere comprar) Pulqui, Torino, etc. no son tales porque no se pueden exportar, al igual que una extensa gama de productos industriales, caros, de mala calidad y obsoletos, existentes solamente porque estamos obligados a comprarlos internamente, pagando fletes de 10.000 km, en las provincias del norte, en el caso de la industria blanca, porque los camiones, en ausencia del ferrocarril, deben traer esos productos del extremo sur sin poder llevar de vuelta a esas latitudes más que unas bolsitas de coca para el viaje, y tal vez algunas cajas de nuestro emblemático Torrontés.
 
¿Y la inflación?... 

Como “frutilla del postre” del “modelo” que tozudamente nos empeñamos en mantener, la producción industrial es, en buena medida, generadora de insumos de la propia industria (se producen camiones para generar fletes, que se necesitan para producir camiones...); de este modo, al estar sobreprotegida y poder imponer sus propios precios en muchos rubros al margen de la competencia internacional, una suba en alguno de los productos encarece otros, lo que reduce las ganancias del primero, que eleva sus precios para compensar la caída, y así sucesivamente. En esta espiral, se potencia el fenómeno cuando se percibe que la inflación no va a ser controlada. Para su freno, es necesario, además de reducir el insostenible gasto público, bajar aranceles y prohibiciones a la importación para hacer nuestra industria más competitiva. Aunque no todas ellas puedan mantenerse si sus condiciones no lo permiten, se habilitarán otras actividades que el esquema actual inhibe.

¿Hacen falta más pruebas para que entendamos que el “modelo N&P, mantenido tercamente desde hace 80 años, es inútil e inviable?...
 

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