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Aire fresco

Lunes, 20 de noviembre de 2023 04:23

Javier Milei es el nuevo presidente de Argentina. Su triunfo, entre otras muchas y plurales motivaciones, hay que atribuirlo a la creciente fatiga que experimentan grandes sectores de nuestra sociedad por las consecuencias -cotidianas y de futuro- de una crisis económica larga y profunda.

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Javier Milei es el nuevo presidente de Argentina. Su triunfo, entre otras muchas y plurales motivaciones, hay que atribuirlo a la creciente fatiga que experimentan grandes sectores de nuestra sociedad por las consecuencias -cotidianas y de futuro- de una crisis económica larga y profunda.

Podría interpretarse, además, que el voto a Milei implica un reclamo republicano (hay una mayoría que demanda independencia de la Justicia, transparencia y despolitización de los servicios de inteligencia), y que apuesta por la paz cívica. Ya está bien esto de dividir para reinar, de alentar odios creyendo que la patria es propiedad de un sector homogéneo y audaz cuya "misión" es aniquilar a los divergentes y diversos.

Llevamos demasiado tiempo sobreviviendo en una selva de cepos y restricciones arbitrarias que favorecen a unos y dañan a otros. Más allá de las múltiples acepciones que tiene la palabra libertad, ha quedado en claro que hay una gran mayoría de argentinos que ansiamos nuevas y antiguas libertades. Por supuesto, son legión los argentinos que desean progresar en la construcción de una sociedad libre que, simultáneamente, sea capaz de mantener los objetivos de la igualdad, la fraternidad y la solidaridad.

  • En la campaña, los candidatos presidenciales se han dicho muchas cosas inapropiadas, imprudentes, que deslucen la condición de hombres de Estado que cabe atribuir a cada uno de ellos, por encima de preferencias ideológicas.

Los resultados han constituido al Poder Ejecutivo y conformado el Congreso de la Nación. Pero también han sentado las bases para la reconfiguración de nuestro precario y superficial sistema de representación política.

En este sentido es de esperar que tanto Javier Milei como Sergio Massa afirmen sus liderazgos dentro de las corrientes que integran sus respectivos frentes políticos. Tenemos evidencias múltiples de que no funcionan los vicariatos (eso de "uno al gobierno y el otro al poder") porque diluyen responsabilidades y defraudan al electorado.

Entramos en una etapa en donde nadie -salvo la Constitución- puede intentar condicionar al presidente. De esta emergencia se sale dialogando (entre políticos representativos pero también con los demás actores sociales y con la ciudadanía), buscando acuerdos y construyendo soluciones equitativas.

  • Es cierto que hay una "casta" que se apropió del poder y lucró con él. Pero sería un inmenso error deducir de ello que todo el intrincado sistema representativo de argentinas y argentinos debe ser abatido o ignorado. Sin perjuicio de legítimos reclamos de democratización de estas organizaciones, son actores imprescindibles en el empeño de reformas justas y equilibradas.

El nuevo gobierno tendrá que avanzar sobre privilegios corporativos y llevar a cabo reformas estructurales largamente postergadas. Tendrá que hacerlo renunciando a dogmas ideológicos, priorizando la eficacia, apegándose a la Constitución Nacional y a los tratados internacionales sobre derechos humanos.

Pienso, además, que el nuevo presidente y su equipo deberán asumir -rápidamente- que en determinadas cuestiones estratégicas (la política exterior, por ejemplo) una mayoría no puede imponer sus criterios ni gobernar siguiendo a pie juntillas su "programa máximo".

Dicho en otros términos: ha de reconocer que hay áreas que solo pueden gobernarse (democrática, racional y eficazmente) construyendo lo que se denomina políticas de Estado.

Se trata de aplicar aquello que expresó Deng Xiao Ping: "No importa si es el gato es blanco o negro; lo importante es que cace ratones". En la Argentina cabemos todos. Necesitamos gobernar mirando hacia adelante, sin perjuicio de respetar y tener presente nuestra historia.

 

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