Todos hemos sentido decir que estamos viviendo en la “era de las comunicaciones”. Y, en los hechos, ¿esto qué significa?
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Todos hemos sentido decir que estamos viviendo en la “era de las comunicaciones”. Y, en los hechos, ¿esto qué significa?
Que estamos transitando una realidad digital donde nuestras vidas en relación, nuestras finanzas, nuestro transitar laboral, estudiantil o nuestra jubilación, o si se quiere desde el nacimiento hasta el fallecimiento de una persona, hoy se registra en un entorno digital
La pregunta que se impone es: ¿estamos preparados?
Para responderla basta con leer las noticias de las últimas semanas, que dan cuenta, entre otras cosas, de la estafa al procurador mediante la utilización de su tarjeta de crédito; del hackeo del sistema digital de Saeta; de la agitada carrera contra la delincuencia digital por parte de la Fiscalía especializada en ciberdelitos en Salta, de algún mensaje publicado en las redes que informan que hackearon el celular de una persona conocida; o noticias más inocuas como las que les llega a las personas jubiladas por parte de PAMI, en la que avisan del ahorro en la compra realizada en medicamentos al mismo tiempo que comunican que si no se realizó la misma lo comunique a una línea telefónica determinada...
Son numerosos los ejemplos cotidianos que permiten afirmar que debemos prepararnos para esta era que estamos transitando, donde las TIC (Tecnologías de la Información y Comunicaciones) forman parte de nuestra vida cotidiana y aún no nos hemos dado cuenta lo suficiente.
Y en este contexto, me preocupa uno de los eslabones más vulnerables de nuestra sociedad: nuestros niños, niñas y adolescentes (NNyA) ¿Quiénes velan por ellos en esta realidad en la que aún quienes debemos protegerlos no entendemos? Me podrán decir que nuestros NNyA al ser nativos digitales tienen en claro el manejo de los dispositivos tecnológicos mejor que nadie y que no requieren más que una u otra recomendación en especial vinculada al tiempo de su uso.
Permítanme, de nuevo, cuestionarnos estas afirmaciones que no son una verdad consagrada. El uso de las TIC en la primera infancia ya ha sido sentenciado como contraindicado por pediatras, neurólogos y docentes y, aun así, vemos a personas a cargo del cuidado que ante el primer llanto utilizan el celular -ahora la nueva caja boba potenciada- para evitarlo. Después nos preguntamos ¿Por qué los niños y niñas de ahora no juegan, no tienen tolerancia a la espera, no dibujan o no se comunican? Si profundizamos, advertimos infancias de entre 9 a 12 años que por el lenguaje utilizado; la vestimenta o la actitud entre pares se traducen en nuevas adolescencias. Ni qué hablar de las adolescencias en sí mismas, presionadas por pertenecer al grupo, donde el bullying trasciende de la interacción humana y la de WhatsApp, se acostumbran a lidiar con haters en Instagram o son atraídos por un falso perfil con intenciones de ciberacoso o grooming.
¿Y ahí dónde quedamos nosotros? ¿Quiénes debemos velar por nuestros NNyA al estar a cargo de su cuidado amoroso y desarrollo integral? ¿Cómo acompañamos adecuadamente su crecimiento integral? El desafío que se nos impone como adultos referentes a cargo del cuidado de manera permanente, temporal o provisoria de nuestros NNyA, llámese mamá, papá, tío, tía, abuelo, abuela, madrina, padrino docente, profe, pediatra, psicólogo/a, etc. es empezar a educarnos en una nueva ciudadanía digital porque nuestros NNyA ya son ciudadanos digitales que transitan esta realidad en las que están expuestos a nuevos peligros, desafíos, exigencias y nuevas oportunidades.
La solución no es prohibir o castigar con el no uso de la tecnología sino promover el buen uso de las redes para que niñas, niños y adolescentes puedan experimentar su participación en los entornos digitales con responsabilidad y el cuidado de sus derechos.
La clave para ello, está en co-construir una ciudadanía digital como referentes de cuidado, interesándonos en internet y en las tecnologías como puentes que construyen información, participación, opinión y comunidad, siempre y cuando utilicemos los contenidos en entornos digitales de manera crítica, ética, limitada y respetuosa de mis derechos y los del resto.