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Chisporroteos en un polvorín

Martes, 06 de junio de 2023 02:27

El conflicto en el seno del PRO es una radiografía de la realidad política del país. La inflación, la inseguridad y el deterioro del empleo y de la calidad de vida generan un humor social que los dirigentes conocen, aunque actúan como si no se dieran cuenta. En el oficialismo, pero mucho más en la oposición, los intereses en juego pesan tanto que ponen en riesgo la propia supervivencia.

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El conflicto en el seno del PRO es una radiografía de la realidad política del país. La inflación, la inseguridad y el deterioro del empleo y de la calidad de vida generan un humor social que los dirigentes conocen, aunque actúan como si no se dieran cuenta. En el oficialismo, pero mucho más en la oposición, los intereses en juego pesan tanto que ponen en riesgo la propia supervivencia.

Las peleas internas, por su virulencia, erosionan día a día la confianza en la política y alimentan los sueños del candidato de la antipolítica: Javier Milei.

Ayer, los presidentes de los partidos de Juntos por el Cambio iban a tratar la posible incorporación de José Luis Espert y del gobernador cordobés Juan Schiaretti a la coalición. Todo se frustró por la irrupción del candidato a gobernador cordobés Luis Juez, quien llegó sin invitación para bloquear el ingreso de su comprovinciano. El alboroto hizo imposible seguir deliberando.

El problema -así lo insinuó ayer Gerardo Morales- es que la interna entre Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta, ambos precandidatos del PRO, está alterando a todos; un problema que debe ser resuelto primero entre los protagonistas. Y no está resuelto porque las diferencias en las encuestas son exiguas y los propósitos son antagónicos.

La aparatosa llegada de Juez a la sede radical se explica en la paridad que arrojan las encuestas entre el senador y el candidato peronista Martín Llaryora en la pelea por la gobernación cordobesa. Juez, Bullrich, Mario Negri, Ricardo López Murphy creen que Rodríguez Larreta impulsa la incorporación de Schiaretti como una forma de inclinar la balanza en la interna macrista. Los cordobeses, además, están seguros de que de esa manera aumentan las chances de Llaryora. Pero la UCR no es unánime en este punto: ambos candidatos completan la fórmula con un radical. La amistad de Macri con Schiaretti incrementa las dudas, a despecho del apoyo del expresidente a Bullrich.

El argumento de Larreta para convocar al mandatario cordobés es su independencia manifiesta del kirchnerismo y su prestigio como dirigente mesurado del peronismo; tal criterio es compartido por Miguel Pichetto, Gerardo Morales, Elisa Carrió, Martín Lousteau. Pero la otra cuestión es: ¿Por qué no lo debatió puertas adentro antes de ponerlo en el debate público? La respuesta es simple: la interna del PRO y un conflicto duro y difícil de saldar.

Las divergencias también existen en el seno de la UCR. La moderación de tono socialdemócrata del jefe de Gobierno porteño no seduce a todos los radicales, en especial, los cordobeses y mendocinos.

El estilo drástico de Patricia Bullrich parece mostrar una firmeza que será necesaria si Juntos por el Cambio vuelve a la presidencia. Firmeza no es lo mismo que capacidad para presidir un país con minoría en el Congreso.

Es mucho lo que está en juego y estas escaramuzas siembran dudas sobre los resultados electorales y sobre la gobernabilidad futura.

La fragmentación del voto no es conjetura sino certeza.

Larreta y Bullrich actúan como si pensaran que quien gane el 13 de agosto ya puede sentirse presidente. Pero este año el voto va a dividirse en tercios y nadie sabe quiénes serán los competidores del seguro ballotaje: Milei, sin estructura nacional, crece más rápido de lo que sus adversarios quisieran. Con un oficialismo que ofrece candidatos endebles y con un enfrentamiento tan duro en la principal oposición, es imposible asegurar si el ganador de las PASO va a contar en las generales con los votos del que pierda.

La pugna es demasiado fuerte. Están jugando con fuego, en un país inflamable.

 

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