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28 de Diciembre,  Salta, Centro, Argentina
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La era de la inteligencia artificial y su regulación

El desafío para Salta y el país es incorporar esta tecnología con reglas claras.
Sabado, 27 de diciembre de 2025 08:20
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Por Martín Valdez, ingeniero en Sistemas de Información. Fundador de Globapp 

La Inteligencia Artificial (IA) dejó de ser una promesa futurista para convertirse en una realidad cotidiana. Está presente cuando usamos un GPS para movernos por la ciudad, cuando una plataforma nos recomienda un producto, cuando un banco evalúa un crédito o cuando un asistente virtual responde una consulta. Sin embargo, mientras su adopción avanza a gran velocidad, la discusión sobre su regulación, su impacto social y su gobernanza avanza con mayor lentitud. Esa tensión —entre innovación acelerada y marcos normativos aún incipientes— define uno de los grandes debates de nuestro tiempo.

La IA no es una tecnología más. A diferencia de otras herramientas digitales, no solo ejecuta instrucciones, sino que aprende, predice y toma decisiones a partir de grandes volúmenes de datos. Esto la convierte en una aliada poderosa para mejorar procesos, aumentar la productividad y optimizar la toma de decisiones en áreas como la salud, la educación, la seguridad, el comercio, el turismo o la gestión pública. Pero esa misma capacidad plantea interrogantes profundos: ¿quién es responsable cuando un sistema automatizado se equivoca?, ¿qué sucede si una decisión algorítmica discrimina?, ¿cómo se protegen los datos personales?, ¿qué impacto tendrá en el empleo local?

Uno de los principales desafíos de la IA es que muchas de sus decisiones no son fácilmente explicables. Los llamados modelos de "caja negra" pueden ofrecer resultados eficientes, pero sin que sepamos con claridad cómo llegaron a ellos. Esto entra en tensión con principios básicos del sistema democrático, como la transparencia y la rendición de cuentas. Si un algoritmo decide a quién se le otorga un beneficio, a qué proveedor se prioriza o qué trámite se agiliza, la ciudadanía tiene derecho a entender los criterios detrás de esa decisión.

A esto se suma el problema de los sesgos. Los sistemas de IA aprenden de datos históricos, y esos datos reflejan desigualdades y prejuicios existentes. Sin controles adecuados, la tecnología puede amplificar injusticias en lugar de corregirlas. La idea de que la tecnología es neutral es un error: la IA reproduce los valores, prioridades y omisiones de quienes la diseñan y de los datos con los que se la entrena.

Frente a este escenario, la regulación no debe interpretarse como un freno a la innovación, sino como una condición para que la innovación sea confiable y sostenible. Regular no significa prohibir, sino establecer reglas claras. Así como existen normas para la seguridad vial, la salud pública o la actividad financiera, resulta razonable que existan marcos que orienten el uso responsable de sistemas inteligentes, especialmente cuando afectan derechos de las personas.

Algunas regiones del mundo ya avanzaron en este camino. La Unión Europea, por ejemplo, propone un enfoque basado en el riesgo: no todas las aplicaciones de IA requieren el mismo nivel de control. Un sistema que recomienda un restaurante no implica el mismo riesgo que uno que evalúa diagnósticos médicos, decisiones judiciales o asignación de recursos públicos. Este criterio permite proteger derechos sin bloquear el desarrollo tecnológico.

Sin embargo, regular la IA no es sencillo. La tecnología evoluciona más rápido que las leyes, y existe el riesgo de crear normas que queden obsoletas en poco tiempo. Además, regulaciones excesivamente rígidas pueden desalentar la innovación, especialmente en regiones periféricas o economías en desarrollo. Por eso, la clave está en construir marcos flexibles, basados en principios éticos claros, que acompañen la evolución tecnológica en lugar de perseguirla.

En este contexto, Salta enfrenta un desafío y una oportunidad. La provincia cuenta con universidades, institutos técnicos, profesionales jóvenes, emprendedores y un entramado de pymes que podrían beneficiarse enormemente del uso inteligente de la IA. Sectores estratégicos como el turismo, la agroindustria, la minería, el comercio y los servicios pueden incorporar soluciones basadas en datos para mejorar eficiencia, trazabilidad, atención al cliente y planificación.

Hay preocupación por herramientas de IA que emiten a la perfección las voces

Para las pymes salteñas, la IA no es una tecnología inaccesible. Existen herramientas que permiten automatizar la atención al cliente, optimizar ventas, gestionar inventarios o analizar información sin requerir grandes inversiones. Pero, además, en Salta ya existe talento local capacitado para diseñar, implementar y adaptar estas soluciones a la realidad de cada negocio. Profesionales, emprendedores y equipos técnicos formados en la provincia están en condiciones de acompañar estos procesos, evitando depender exclusivamente de soluciones externas. Para que esta adopción sea responsable y sostenible, sigue siendo clave el acompañamiento: capacitación continua, incentivos, acceso a conectividad de calidad y marcos normativos claros que brinden previsibilidad.

El Estado provincial y los municipios también tienen un rol clave. La IA puede mejorar la gestión pública, agilizar trámites, optimizar recursos y fortalecer la relación con la ciudadanía. Pero su uso debe ser transparente, auditado y orientado al bien común. Implementar tecnología sin reglas claras puede generar desconfianza y resistencia social. Por eso, resulta fundamental que cualquier estrategia de digitalización incluya principios de ética, protección de datos y control humano sobre las decisiones automatizadas.

Finalmente, es importante recordar que la IA no toma decisiones por sí sola. Detrás de cada sistema hay personas, empresas y gobiernos que deciden cómo y para qué usarla. El verdadero debate no es solo tecnológico, sino político y social: qué modelo de desarrollo queremos para Salta y para la Argentina. Una tecnología al servicio del desarrollo regional, la inclusión y la mejora de la calidad de vida, o una adopción acrítica que profundice desigualdades.

La era de la Inteligencia Artificial ya comenzó. Para Salta, el desafío no es quedar al margen ni adoptar sin pensar, sino participar activamente, con visión estratégica, reglas claras y compromiso social. Regular la IA es, en definitiva, una forma de decidir nuestro futuro en lugar de dejarlo en manos de algoritmos invisibles.

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